Review | Split demuestra que el mejor Shyamalan es puro cine B

Review | Split demuestra que el mejor Shyamalan es puro cine B


En un punto, apreció que la carrera de M. Night Shyamalan se perdió una vez que decidió filmar películas por encargo. Quizás fue a raíz de la mala recepción de algo tan estúpido como The Happening, pero el descalabro creativo de la adaptación de The Last Airbender y la posterior realización de una película solo para elevar la fama del hijo de Will Smith (After Earth) quitaron espacio a ese antiguo entusiasmo que generaba la idea de ver algo hecho por este autor.

Pero si bien el terror de bajo presupuesto de The Visit ya fue considerado un regreso a la forma, su más reciente película, el thriller Split, termina de dejar en claro que cuando Shyamalan se adentra en conceptos propios del cine B, cuando se preocupa de dar su propia impronta a una historia, el resultado final termina funcionando. Y eso es algo que se da en esta propuesta porque precisamente Shyamalan toma conceptos dignos de película directo a DVD, para ocultar un fondo que solo sale a la luz en los últimos minutos y que termina recontextualizando todo lo que hemos visto. Tal y como en los anteriores clásicos del director.

La historia base de Split toma como base a una persona con transtorno de personalidad múltiple que rapta a tres adolescentes para encerrarlas en un sótano. Es ese escenario el que pone en el tapete el peligro de un posible abuso sexual,  pero que termina revelando que los problemas psiquiátricos del personaje interpretado por James McAvoy son tan grandes, que sus personalidades están en conflicto. Algunas perdieron “la luz”, que es el término usado para explicar cómo toma control cada una, y otras tres – un niño irresponsable, un tipo raro con trastorno obsesivo compulsivo y una mujer vieja – se preparan para la llegada de una nueva personalidad: La Bestia.

Aunque todo el entorno de Split tiene lazos con el terror, poco a poco surgen los elementos de ciencia ficción que terminarán dominando la película. El otro personaje importa de la película es una psiquiatra, quien precisamente atiende al personaje principal, que nutre de afecto a una película que sin ella sería demasiado fría y que es quien postula que existe una especie de evolución en las personas con estos trastornos, ya que su organismo se modifica de acuerdo a cada personalidad. En este caso, La Bestia es una entidad que ninguna otra de las personalidades ha visto y que se supone que es justamente un ser evolucionado come carne que exige tributo. Las adolescentes son parte de esa comida sagrada que será puesta en la bandeja.

La idea de las adolescentes encerradas mejora por el giro dado a su personaje femenino principal interpretado por Anya Taylor-Joy, la misma de The Witch. Se trata de una adolescente que ha sufrido toda su vida y que aparentemente parece la mejor preparada para afrontar el nuevo claustro al que se ven sometidas. También está el hecho de que las mujeres nunca bajan los brazos y constantemente están en búsqueda del ansiado escape que les permite recuperar la libertad y escapar de un demente que fluctúa entre personalidad y personalidad de forma muy, muy rara.

El trabajo de Shyamalan en cuanto al tono, aunque el tema del abuso sexual implica un cierre que deja un muy mal sabor de boca, y lo que hace con el manejo de los hilos del ritmo, permiten que Split no sea esa película tradicional de terror que está amarrada a los saltos o el manejo de los sonidos estridente. Es la historia la que va a atrapando en una intriga bastante irreal, pero que no por eso pierde fuerza. Y es en ese sentido que su final funciona muy bien.

Inevitablemente hay que mencionar el final de la película a la hora de hablar de Split, aunque no es necesario entrar en el terreno del spoiler. Primero: la película se defiende por si misma, y sin su secuencia final igual funcionaría. Pero son las posibilidades que se abren a futuro, y la recontextualización de un montón de secuencias que en primera instancia pasan desapercibidas, lo que termina elevando a Split como una película redondea a la hora de aprovechar todo el potencial que siempre han tenido las películas clase B.

El punto fuerte para lograr ese objetivo lo representa James McAvoy, quien logra conectar diversos personajes, vendiendo totalmente la idea de que Kevin, el personaje al centro del conflicto, sufre de trastorno de identidad disociativo y que cada una de estas son muy, muy diferentes. Es lo que representa uno de los puntos altos y de fallar en eso, todo se habría desmoronado trágicamente.

Split tiende a decaer rumbo a su último tercio, una vez que comienzan a desentramarse sus historias principales, pero el resultado final suma más que resta. El hecho de que Shyamalan no pierda el foco, y abrace con todo la idea en torno a la Bestia, es un nuevo ejemplo de cómo el foco de Shyamalan en la historia y el manejo cinematográfico que hace para que sus historias sean satisfactorias, dejan en claro que lo mejor que puede suceder es que el director siga metido en el terreno clase B en donde sus propuestas funcionan.

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