¿Usan nuestros smartphones para escucharnos y segmentar publicidad y anuncios o es solo la última paranoia de los usuarios?
Solo hay que preguntar a unas pocas personas en nuestro entorno para encontrarnos con unos cuantos ejemplos y con algunas confesiones. Sí, habían estado hablando de algún producto – de viva voz – y sí, ese producto apareció en alguno de los anuncios con los que después se cruzaron online. Si se piensa un poco en el comportamiento que se siguió, ninguna de las búsquedas que se realizaron previamente podrían llevar a conectar al consumidor con el producto en cuestión. Por tanto, la gran pregunta que se hacen esos consumidores es la de cómo ha llegado ese anuncio hasta ellos y cómo supo el servicio que les estaba ofreciendo ese contenido que eso era lo que querían.
La red también está llena de artículos y de análisis en los que alguien cuenta lo que ha vivido y en los que se pone el dedo en la llaga con una acusación. ¿Saben qué anuncios servirnos porque directamente están escuchando lo que estamos diciendo? ¿Son nuestros smartphones una ventana abierta a nuestras vidas privadas que los gigantes publicitarios están aprovechando?
La cuestión se ha convertido en una de esas teorías que circulan por la red y que cada cierto tiempo tienen su momento de pico de interés y de gloria mediática. Para no pocos analistas, la idea de que nuestros smartphones nos escuchen para poder ofrecernos mejores anuncios no es más que una de tantas teorías de la conspiración que se suceden en la red. La base real de la cuestión es cero y los gigantes online no están escuchando lo que estamos diciendo.
Al fin y al cabo, hacerlo no solo les llevaría a cruzar todas las líneas éticas posibles, sino que también los metería en un serio problema de imagen y reputación y – mucho más duro – les pondría en una situación cuestionable en términos legales. En un entorno en el que las leyes de privacidad son cada vez más duras, escuchar y espiar a tus usuarios no parece la mejor idea.
Las empresas niegan que nos espíen
Facebook ya ha tenido que salir al paso en múltiples ocasiones y dejar claro que ellos no están espiando a nadie. La red social ha desmentido que escuche a los consumidores. «No usamos y nunca lo hemos hecho vuestros micrófonos para los anuncios. No es verdad», señalaba un directivo de la red social. Pero el hecho de entre los permisos de algunas de sus apps se incluyan potenciales coberturas para que escuchen (y el hecho de que los anuncios que reciben sus usuarios sean inquietantemente acertados) no ha hecho que los usuarios se queden más tranquilos.
Y esto ocurre aunque haya quienes han intentado demostrar que la escucha es poco posible: un análisis en Wired apuntaba que técnicamente Facebook no podría estar haciéndolo. Si estuviese procesando audios, sus bases de datos serían mucho mayores – y necesitarían más centros de datos – de las que ahora tiene. Además, añadían, no lo necesitaría. La información de la que ya disponen les permite perfilar ya muy bien al consumidor y ofrecer ya esa publicidad muy segmentada.
Escuchar a todo el mundo resultaría demasiado caro y los gigantes de la red ya tienen muchísima información y muy específica sobre cómo somos y qué nos interesa como para conocernos. Eso es también lo que suelen esgrimir los directivos de las propias compañías.
Un clima de resquemor
Sin embargo, estos datos llegan de forma paralela a otras cuestiones, como cuando se descubrió que unas apps estaban escuchando al consumidor, y también al hecho de que las herramientas de gestión que parten de la voz hayan hecho que se esté en todo momento potencialmente alerta para acceder a la información.
Los errores de Alexa – desde su risa siniestra hasta la información que mandó de unos usuarios a uno de sus amigos – hacen que los usuarios estén mucho más sensibilizados ante el potencial problema. Quienes hayan accedido a las grabaciones al azar que Google conserva de las voces de sus usuarios – y vea lo inquietante que es la muestra de las grabaciones que tienen de uno mismo – serán todavía más proclives a creer que el smartphone y los demás dispositivos conectados están siempre al acecho.
Como explica un experto en ciberseguridad a Vice, el teléfono siempre está en escucha (aunque no de un modo inquietante) esperando a que le demos la clave para poder hacernos caso (el, por ejemplo, hola Siri). Esa información está en nuestro propio teléfono y no sale de ahí, pero – y esto es lo que abre la puerta a lo inquietante – podría (hipotéticamente) ser accesible a apps de terceros. Los datos al fin y al cabo están ahí.
La gran cuestión es si lo están haciendo o si se están usando ciertas palabras como activadores para la escucha. Aquí se entra en el terreno de lo posible (el experto cree que podríamos asumir que lo hacen, aunque no estemos seguros de ello) y se deja el de las certezas. Aunque, si se tiene en cuenta cómo sigue el artículo de Vice, se podría llegar a la conclusión de que está muy cerca de lo real.
Para completar el artículo, el periodista decidió durante cinco días decir dos veces al día frases relacionadas con potenciales elementos que activasen la escucha, como ‘necesito camisas baratas para el trabajo’ o ‘estoy pensando en volver a la universidad’. El efecto no tardó en esperar. Siguiendo los anuncios y los mensajes recomendados que le sirvieron en Facebook en los siguientes días, se encontró con muchos anuncios vinculados con las cosas que había estado mencionando.