Un consejo que te doy
Opinión – Me duele la maldita regla, me quedan 40€ en la cuenta, vamos que no tengo un duro y todavía falta más de medio mes para que acabe este agosto caluroso. Todo el mundo está de vacaciones, menos las precarias pluriempleadas que además somos fotógrafas vocacionales, esas que estamos dándolo todo por el arte, por nuestra auto-realización, por construirnos un futuro laboral dentro de la fotografía, donde seguro que se nos reconoce todo nuestro esfuerzo. O no. Ser mujer y fotógrafa es un acto revolucionario en toda regla, la misma que tiene a mis ovarios en pie de guerra.
Yo realmente quiero hacer un artículo sobre la plataforma No Sin Fotógrafas, una iniciativa muy interesante que realmente requiere hablar de ella desde sus bambalinas. Me interesa, sobre todo, su proceso de gestación. Pero no puedo evitar tomármelo como algo personal, es más, ¿de qué otra manera, si no es desde lo personal, puedo construir una reflexión sobre un tema que me interpela directamente, que me afecta en cuerpo y alma?
“El lenguaje es una piel. Yo froto mi lenguaje contra el otro (…)” dice Roland Barthes. Tengo que reconocer que escribir me resulta incómodo, pero creo que esa incomodidad es lo que más me atrae. Escribir es tomar una dirección y darle sentido. Con la escritura siento vértigo, seguramente es por mi ignorancia del medio, lo reconozco. Escribiendo me siento una impostora, invadiendo un mundo que controlo poco, quizá por eso a veces escribo desde la emoción. Es casi como si escribiera al dictado, pero eso hace que me pierda en el bosque literario y normalmente no se salir. Esta es una de esas veces.
En el instituto no era buena estudiante, faltaba mucho a clase y los profesores se enfadaban conmigo. Es algo que nunca he llegado a entender, no era mi culpa que sus clases fueran una mierda y fueran aburridas hasta para ellos. Recuerdo a un profesor de lengua y literatura, que curiosamente fue quien me enseñó a revelar fotografías por primera vez; eso sí que se lo tengo que agradecer. Era un tipo con mucho éxito, no era guapo pero ya sabemos que eso solo es imprescindible para las mujeres. Este profesor resultaba muy atractivo, un tipo culto que hacía teatro y también era fotógrafo. Vamos, una maravilla de hombre, a mi madre le encantaba. Un día en clase me dijo, “Débora, tu nombre realmente no va con “b”, deberías escribirlo con “v”, es un consejo que te doy”. Lo que más me enfadó, fue ese “..consejo que te doy”. Yo flipaba; me lo decía un tipo que se hacía llamar “Juande”. “Me alucina que un profesor de lengua me diga que mi nombre se escribe como el verbo devorar”, le dije, “mi nombre lo escribo como me da la gana”. Por supuesto me suspendió, él siguió siendo un tipo muy atractivo y con mucho éxito y yo tuve mi primer contacto consciente con el paternalismo.
El paternalismo es un método muy eficaz de vaciarte de poder, un ninguneo en toda regla y además desde las buenas intenciones: “te lo digo por tu bien” o un simple “confío en ti” o “sé que tú lo puedes hacer”. He vivido muchas veces ese fraternal apoyo, aparentemente desinteresado, pero que en la práctica real, significa ponerte en evidencia mostrando fragilidad o siempre en un constante estado de aprendiz de algo.
El paternalismo es un machismo que siembra la duda sobre tu capacidad y tu profesionalidad. Solo basta una frase de un hombre blanco y de clase media y te han dejado con las bragas al aire. A partir de ese momento, tú vales porque él te recomienda. Pero con eso, a la vez, usurpa todos tus conocimientos y se los apropia. De pronto eres invisible y el protagonismo es de otro. Quiero decir, nuestro trabajo es bueno y está bien hecho porque un hombre nos lo aprueba. Es algo que he vivido bastantes veces en el mundo de la fotografía y no lo soporto.
Hubo un tiempo que trabajaba de dependienta en una conocida tienda de venta de material fotográfico. Cuando atendía a fotógrafos, fotografitos y fotografazos la desconfianza era lo habitual y entonces yo me masculinizaba: les respondía –evidenciando de forma exagerada–, no solo que yo sabía muchísimo, si no que ellos eran unos auténticos ignorantes. Entonces me veían como la Ángela Merkel de la venta fotográfica y me adoraban incondicionalmente, pero para eso yo tenía que ser agresiva, viril, que me vieran como un igual, como un hombre.
Los hombres, en general, no confían en las mujeres. De hecho, ellos realmente solo confían en otros hombres y nosotras siempre estamos en tela de juicio, intentando demostrar nuestras capacidades como en una constante reválida. Lo cierto es que la única competencia de un hombre es otro hombre, más joven, más fuerte o con más pasta.
“A los hombres les gustan los hombres. Nos explican todo el rato cuánto les gustan las mujeres, pero todas sabemos que no son más que palabras. Se quieren entre hombres. Se follan unos a otros a través de las mujeres, muchos de ellos piensan en sus amigos mientras la meten en un coño”. (1)
Como fotógrafa el mundo laboral es un campo de batalla, no solamente tienes que rendir más, lidiar con la invisibilidad, no cometer errores pues la lupa con la que te vigilan es enorme; sino además mantener a raya tus propias inseguridades. Quiero decir, nuestro trabajo siempre es cuestionado, pues a nivel social, familiar y político se nos recuerda continuamente que nuestra naturaleza es la del cuidado y el hogar. No estamos capacitadas para coger una cámara y hacer fotos, no seremos lo suficientemente buenas; nunca es suficiente. Pero la realidad es que trabajamos lidiando en dos mundo, con todo lo que ello implica.
“A las condiciones de precariedad propias de la industria cultural, (…) las artistas debemos añadir la presión de un trabajo vocacional idealizado, en el que aplicamos el grado máximo de autoexplotación y que nos lleva a adoptar el trabajo como una forma de vida y nuestro propio cuerpo como un territorio más de nuestro «proyecto»: ningún esfuerzo es suficiente, nada es bastante por nuestra carrera (posponer o renunciar a la maternidad, no tener tiempo y/o espacio propio, no atender a nuestra familia, amigas/os o pareja, acumulando con ello una gran frustración que nace del choque entre nuestra educación para el cuidado y nuestro trabajo….)” (2)
Soy profesora de fotografía, con un contrato de asociada precario en la facultad de bellas artes de Barcelona desde hace ya casi diez años y la mayoría de alumnxs que he tenido y tengo son mujeres. Pero ¿dónde van a parar todas esas mujeres que acaban sus estudios? Años de carrera, masters, cursos especializados y mucho tiempo y dinero entregados. Mujeres muy preparadas que cuando tienen que acceder al mundo laboral y artístico, desaparecen. Tenemos mínima presencia en las exposiciones, charlas, conferencias o cursos; tampoco accedemos a los concursos ni como ganadoras, ni como jurado y menos aún a los puestos de dirección de los espacios fotográficos y/o artísticos.
Nuestra invisibilidad tiene una relación directa con el menosprecio, por lo menos yo no me lo puedo tomar de otra manera, no tiene que ver con la calidad, ni con la profesionalidad, que es la respuesta habitual. Cada vez que se hace un festival, una charla o cualquier actividad fotográfica y la presencia de fotógrafas es mínima, nos menosprecian y además perpetúan nuestra invisibilidad y nuestra precariedad. Es imposible acceder a un mundo que no te contempla, ni te reconoce. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
A finales de mayo, me invitaron a un grupo privado de facebook, “No Sin Fotógrafas”, donde comenzaban a discutirse las bases de un compromiso iniciado por algunos fotógrafos para no ser partícipes y cómplices de una dinámica patriarcal que invisibiliza a las mujeres fotógrafas.
“Inspirada en la plataforma No Sin Mujeres del contexto académico, #NoSinFotografas es una iniciativa de personas del ámbito de la fotografía que asumen individualmente el compromiso público de no participar como ponente en ningún evento fotográfico (debates, mesas redondas, jurados de concursos y cualquier otro evento relacionado con la fotografía en el que participen como invitados u organizadores) de más de dos ponentes donde no haya al menos una mujer en calidad de experta.” (3)
La plataforma la firman unos 266 fotógrafos y la apoyan 399 fotógrafas y colectivos, un compromiso público que pretende romper dinámicas de poder, pero además reclamar que se haga efectiva la ley de cuotas.
No Sin Fotógrafas es un grupo mixto. Es interesante y muy alentador que la iniciativa parta de un grupo de fotógrafos, pues eso implica que la conciencia del problema no es solo nuestra. Pero sobre todo significa que se empieza a ver una reflexión muy necesaria, aunque parta, de momento, desde unos pocos hombres, en torno a las actitudes machistas, conscientes o inconscientes, que perpetúan los mecanismos de opresión y refuerzan el sistema patriarcal en el que vivimos.
Los debates generados en el proceso de construcción de la plataforma evidenciaban todas esas dudas. ¿Cómo actuar sin caer en el paternalismo? pues no es una iniciativa para ayudar a las pobrecitas fotógrafas, es un compromiso y una conciencia para cambiar un sistema injusto. ¿Cómo medir esa competitividad que hace a los hombres ser siempre protagonistas? esta cosa bélica de sacar mucho pecho y que el camino a seguir no corra el peligro de que todo quede en un lavadito de cara y buenas intenciones. ¿Cuál es el papel de las fotógrafas colaboradoras? ayudar en la organización, marketing y comunicación de la plataforma pero sin ser portavoces de una iniciativa que es de ellos. Respetando por parte de los fotógrafos ese perfil bajo para evitar personalismos. De todo esto debatíamos antes de hacer la presentación de la plataforma, coincidiendo con el cartel de Photoespaña, que tenía tela marinera, pues la presencia de mujeres era de risa.
En esa lista –bastante grande–, los fotógrafos comprometidos, parece ser que están dispuestos a no participar en eventos fotográficos si no se cumple un mínimo de presencia de mujeres fotógrafas.
Firmar en esa lista significa el compromiso de perder los privilegios de su condición de hombres fotógrafos; no es un acto de caridad, como hacer una vez al año la panera solidaria. Firmar significa querer cambiar el sistema. Y sospecho que en esa lista hay más un impulso de buena intención que no una verdadera conciencia.
Los hombres tienen que hacer un gran ejercicio de reflexión, tienen que cuestionar sus propias rutinas, reconocer esas actitudes machistas, esas fisuras que aparecen en su día a día, con tu pareja o tu jefa, follando o no fregando la taza del water. Estoy agotada de esos hombres encorsetados emocionalmente que no son capaces de empatizar; no soporto ese egoísmo patriarcal del que lo tiene todo a su favor. Para que exista una igualdad no solo es suficiente una ley de cuotas y buenas intenciones; las mujeres necesitamos que cambiéis.
Y después está el tema de la imagen, ¿qué y cómo fotografiamos? Me preguntaba cuántos fotógrafos de esta lista tienen trabajos fotográficos donde el cuerpo de la mujer aparece cosificado, como un florero con coño y tetas follable. Y no me refiero a un desnudo, pues eso en sí es algo muy bello y natural; es esa mirada masculina del deseo, su narrativa, donde se cosifica, que es, además, lo más aburrido y rancio que hay en este mundo. Si algo no ha evolucionado nada es ese imaginario. Yo les pregunto a mis amigos fotógrafos, ¿qué os excita, vernos sometidas? No tengo respuesta, ni lo saben, ni lo piensan, solo disfrutan con su excitación. ¿Qué mal hacen si siempre ha sido así?.
Entiendo la imagen no tanto como la representación de una realidad, sino más bien como su construcción; la imagen ficciona, manipula, interpreta y condena. En tanto que en el lenguaje, como medio de comunicación, siempre es significativa. ¿Qué responsabilidad tenemos con respecto a las imágenes que realizamos? No dejan de ser un mecanismo de poder que perpetúa miradas colonizadoras, no solo en la sexualización constante de nuestros cuerpos, sino también favoreciendo un sistema capitalista que discrimina la diferencia, en términos de género, clase y raza.
“En el fondo la fotografía es subversiva y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza. Si no cuando es pensativa”. (4)
Me interesa la fotografía que contempla ese pensamiento subversivo de nuestras miradas, pues representa una resistencia a esos regímenes de verdad que nos esclavizan de la manera más sibilina, asumiendo que esto es lo que hay, que esa es la verdad y la verdad no es discutible.
Quería hacer un artículo sobre la plataforma “No Sin Fotógrafas“ pero me ha salido un quejío de lo más hondo.
(1) Despentes, Virginie: Teoría King Kong
(2) Ruido, María: Mamá, quiero ser artista! Apuntes sobre la situación de algunas trabajadoras en el sector de la producción de imágenes, aquí y ahora.
(4) Barthes, Roland: La cámara lúcida
Nota: las opiniones y reflexiones reflejadas en la serie de contenidos “Hablando en plata” corresponden única y exclusivamente al autor o autora de cada uno de los artículos, con total independencia de la línea editorial del medio.