‘The waiting game II’ de Txema Salvans – Crónica
En un rincón cualquiera del litoral mediterráneo, de un día soleado de primavera, en la orilla de un delta de agua turbia y olor rancio, dos hombres con cañas de pescar, miran ensimismados el agua calma, a la espera de que algún pez pique el anzuelo.
Justo detrás, un coche blanco hace sonar la radio, una emisora de música española de décadas pasadas: “Ay amor mío, que terriblemente absurdo es estar vivo, sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido, sin tu latido” (1).
Un niño aburrido, descansa sobre el maletero del coche, no le interesa la pesca y ensimismado, espera a que algo pase; el aburrimiento es una espera sin consuelo, sin movimiento a la vista. Junto al coche, tras una puerta metálica, rodeado de matojos y basura, un burro también observa la escena. El paisaje tiene cierta estética de lo desangelado, no es bello, ni tampoco parece un lugar idílico, no tiene nada de bucólico, pero la imagen resultante es extrañamente sugerente.
A pesar de lo absurdo, la escena presenta cierta intimidad familiar, esas personas están compartiendo un momento de ocio y descanso.
Dice el refranero popular que “el que espera, desespera“; la espera siempre tiene algo de sacrificado y de impuesto, no elegimos esperar, simplemente esperamos. Nos pasamos la vida en un constante estado de espera, al típico amigo que siempre llega tarde o en las largas y soporíferas colas. La espera es ese tiempo indefinido que siempre está en medio, entre una pregunta y su respuesta, entre la acción y su reacción. Esperar suele conllevar una incertidumbre, en este caso, es si algún pez picará el anzuelo o no.
Pero estos personajes pescando no parecen impacientes, están sentados y contemplan ese paisaje desencantado con toda la tranquilidad del mundo.
The Waiting game 2 de Txema Salvans es un proyecto fotográfico que recopila anónimos pescadores en los lugares más insospechados y absurdos del litoral mediterráneo. Salvans muestra a gente pescando, como acto placentero y desde el ocio más íntimo y sencillo, pero los espacios elegidos son extrañamente grotescos, algunos industriales e incluso muy poco higiénicos.
La primera sospecha es que, para estos pescadores, lo que menos importa es pescar; la segunda es que la pesca remite directamente a una forma de inacción. Estas personas, no sólo no pescan si no que se entregan, con toda su intimidad, al acto de no hacer nada.
De hecho, si puede tener algún sentido ponerse a pescar en rincones semi-industriales de un roñoso delta, es justamente por esa intimidad.
El trabajo de Txema Salvans, se configura en torno a la invasión de esos estados de intimidad, pues los protagonistas ignoran que están siendo fotografiados. Es uno de los elementos inquietantes de The waiting game, que en cierta manera te hace cómplice de esa invasión. Decía Susan Sontag que “las fotografías objetivan: convierten un hecho o una persona en algo que puede ser poseído”. La intimidad, por lo tanto, se convierte en un capital, un elemento mercantilista, que puede ser apropiado y que además, se muestra sin pudor alguno, para que sea abiertamente juzgado.
Reclamar un espacio íntimo, defender los secretos propios de la rutina vital y establecer los límites de nuestra propia intimidad, se convierte en un acto subversivo, sobre todo en una sociedad entregada ciegamente a contarlo todo, miserias incluidas. La fotografía, con la imagen como elemento fagocitador y en tanto que herramienta de control social, se establece como el medio más perverso en diluir identidades y singularidades.
Txema Salvans trabaja con una cámara de gran formato, donde entre otras cosas, ya se establece un tempo diferente, no son instantáneas, sino que la toma requiere de todo un proceso más lento, entre componer, enfocar y disparar.
También existe una distancia, no son retratos cercanos, sino que forman parte del paisaje; Salvans, para realizar las fotos, se situaba a una distancia para que a los personajes no se les pueda reconocer la identidad, incluso se disfrazaba de topógrafo para poder pasar totalmente desapercibido.
La visión documentalista o antropológica de Txema Salvans, muestra, tanto a las prostitutas de carretera en ‘The Waiting game’, como a los pescadores de pantanos rancios en ‘The waiting game’ II, con la misma distancia de poder con la que miramos a los animales encerrados en el zoo, entre lo exótico y lo reprobable, reforzando su marginación a través del morbo y la ironía. Foucault decía “que estamos adentrándonos en la época de la cosificación obligatoria”, la mirada distante de Salvans hacia el otro, no sólo los cosifica sino que además los prostituye.
Que a las prostitutas en The waiting game no se les reconozca el rostro para proteger su identidad personal, las vulnera como entidad colectiva, como proletarias y lo mismo pasa con los pescadores. Se establece una distancia de clase, que no sólo remarca las diferencias sociales sino que las perpetua.
Sería lógico preguntarse si en algún momento Txema Salvans ha mostrado su trabajo al colectivo de trabajadoras sexuales o si se ha interesado en conocer qué piensan esos pescadores anónimos de sus fotografías. No se puede denunciar una realidad social con la que no se interrelaciona, en la que no existe implicación alguna, pues el mero observador no es otra cosa que un mirón.
La mayor crítica al libro de Txema Salvans, es que se convierte en una mirada patriarcal y colonizadora de la espera y su intimidad.
Editado por RM, The waiting game II es un libro elegante, de intrigantes fotografías que, ya sea por ese color homogéneo de cálida primavera o por su exquisita definición, alimentan las ganas de consumir más pescadores de extrarradio. Un trabajo dedicado y brillante a nivel estético y fotográfico, que se presenta a medio camino entre la denuncia social y cierta ironía inevitable.
(1) Estribillo de la canción “Sin tu latido” de Luís Eduardo Aute.