'The Love Witch' y 'Prevenge': el horror feminista como demoledor de tópicos
Llegan a nuestras pantallas el mismo día dos piezas de terror dirigidas por mujeres que, aunque aparentemente distintas (divergentes, incluso, en algunos momentos), son capaces de replantear el papel simbólico de las mujeres a través de los códigos del género. Hablábamos hace unos días de cómo la recién estrenada ‘XX’ no terminaba de hacer justicia, pese a sus indudables virtudes, a una hipotética etiqueta de «terror femenino».
‘The Love Witch’ y ‘Prevenge’ se estrenan hoy y, como decimos, abren el abanico del terror hecho por mujeres: del feminismo aparentemente contradictorio, demoledoramente esteticista de la malvada película de Anna Biller a la más sencilla y sangrienta furia prenatal de la comedia negra de Alice Lowe. Ambas, sin embargo, se preguntan qué es ser mujer en estos tiempos de hombres que empiezan a no estar tan seguros de cómo funciona lo de ser el macho.
‘The Love Witch’: Brujería en tonos pastel
Anna Biller ha tardado siete años en poner en pie el peculiarísimo akelarre feminista que es ‘The Love Witch’, pero el resultado es impecable: ha escrito, dirigido, producido, montado y diseñado vestuario y escenarios de una película personal y con un discurso fascinante, entre la ironía y la más desarmante honestidad. ‘The Love Witch’ habla de las convenciones que las mujeres tienen que asumir en torno al amor, y lo tirándoselas a la cara al espectador.
Para ello, se presenta con una cuidadísima estética heredera del cine de explotación erótico y satanista de los sesenta y setenta, una táctica que Biller ya ensayó en su debut, la algo más experimental y centrada en la estética de los exploits semipornográficos ‘Viva’. Con esta atmósfera entre camp e irónica (inevitable ante un torrente de estímulos visuales tan bello como pasado de moda), ‘The Love Witch’ presenta sus armas.
La primera de todas ellas es abrazar un estilo que asociamos a la serie B dirigida a un público eminentemente masculino: señoras en ropa interior, hombres de una pieza, poco cerebro y mandíbula imponente (algo nos dice que Biller debe ser devota de Russ Meyer)… pero lo usa para lanzar un discurso altamente corrosivo y feminista. La protagonista es una mujer despechada consagrada a la brujería y a lobotomizar y liquidar amantes casi sin descanso.
La fascinante Elaine (Samantha Robinson) está obsesionada con el amor romántico, con encontrar a su paradigmático príncipe azul, y tal y como le espeta su amiga Trish (Laura Waddell), «parece que el patriarcado le ha lavado el cerebro«. Y esa es la contradicción que reside en la historia de Elaine: se esfuerza en convertirse en el paraíso sexual de los hombres, y cada vez que lo consigue, estos son aniquilados por una fuerza femenina fuera de todo control.
Fascinada con lo todo lo femenino (sus hechizos, sus contradicciones, sus cuerpos), tan excesiva e hipnótica como cuatro capas de maquillaje, ‘The Love Witch’ no es una película sencilla: es fácil tomarse a risa su montaje reposado, que da espacio a miradas de desconcierto, a contraplanos de ridícula fascinación con líneas de diálogo enciclopédicas sobre el papel de las brujas a través de los tiempos. Pero lo cierto es que Biller se toma muy en serio su propuesta.
Biller está fascinada con la ingenuidad y, a la vez, voracidad sexual de su protagonista, la bruja Elaine.
Está claro que Biller está fascinada con la ingenuidad, la determinación y la voracidad sexual de su protagonista Elaine, un mágico (mágiko, más bien) y seductor cruce entre Diana Rigg y Elizabeth Montgomery. La misma fascinación que genera este refrito de géneros marginados de las historias oficiales del cine, que lo mismo te documenta una misa negra que propone un artificioso diálogo sobre la lucha de los sexos. Todo entra en un cóctel humeante que, de algún modo, tiene sentido: el discurso feminista que lo atraviesa todo de forma transversal reconoce que, como Elaine, los personajes femeninos de las películas no pueden huir del amor romántico, pero a la vez, lo detestan.
‘The Love Witch’ es una fiesta visual para los devotos de ‘La estación de la bruja’ de George A. Romero y del increíble documental satánico Satanis. Pero también una pertinente reflexión sobre los roles femeninos en el cine de género y cómo subvertirlos: Biller parece dejar claro que hay que aniquilarlos con sus propias armas. Y no olvidemos que cuando el cuchillo ceremonial lo empuña una bruja, los mata bien muertos.
‘Prevenge’ – Baby Blood
Frente a la iconoclasta originalidad (vestida con ropajes que creíamos que apestaban a alcanfor -¡cómo nos equivocábamos!-) de ‘The Love Witch’, ‘Prevenge’ juega una carta a la que estamos mucho más habituados. Tanto, que es casi un subgénero de por sí: el de la mujer embarazada que recibe mensajes (mayormente homicidas) de la criatura que porta en el vientre.
Desde la fundacional ‘Estoy vivo’ a la reciente y soberbia ‘Grace’, pasando por clásicos como ‘La semilla del diablo’ o la tremebunda y semiolvidada ‘Baby Blood’, la idea del feto que se comunica con la madre no es nueva, pero ‘Prevenge’ plantea una reflexión (apretando las tuercas de la farsa y la caricatura) sobre la íntima y misteriosa relación entre la madre y el niño nonato. Una muy inquietante.
Alice Lowe no deja claro los motivos de los terribles asesinatos que le obliga a cometer su retoño, lo que suma misterio a la críptica historia.
La técnica que sigue la directora, guionista y protagonista Alice Lowe (realmente embarazada de siete meses, chúpate esa, Stanislavski) es la de no dar respuestas a los crímenes que esta desquiciada embarazada va cometiendo. Al principio parece matar a hombres arquetípicamente machistas, pero pronto se amplia el radio a alguna mujer, hombres adorables y, finalmente, en un giro que no termina de cerrarse, lo que podría ser una venganza. O una prevenganza, si hacemos caso al título: ¿está matando la protagonista a quien merece morir o a quien va a merecerlo?
Nada de eso queda del todo claro, y Lowe lo refuerza con una interpretación muy poco cómoda, que no permite al espectador refugiarse en la caricatura ni de psicópata ni de víctima. Lowe aniquila a los desgraciados que se cruzan en su camino sin perder una extraña tristeza en los ojos: haría cualquier cosa por proteger a su hijo, pero está harta y sola. Sobre todo, sola.
El otro papel principal que nos ha llegado de Lowe fue el protagonista y también desquiciado de ‘Turistas’, la comedia negra de Ben Wheatley que también coescribió. ‘Prevenge’ va en esa onda despiadada y antisocial, donde reciben por igual la oficinista sin vida propia, el DJ misógino, el cocinero simpático y la adicta al trabajo.
Todo ello cristaliza en una no por gamberra menos atinada reflexión sobre el cuerpo de la embarazada, que como afirma la enfermera que pacientemente atiende a la protagonista durante el film, ella ya no puede controlar. Eso es cosa del feto. Algo a lo que sin duda habrá dedicado tiempo a pensar la propia Lowe embarazada de siete meses.
‘Prevenge’ y ‘The Love Witch’ se plantean reflexiones sobre la feminidad a través de los códigos del terror, y además con un par de temas ajenos a los hombres: el trauma físico y psicológico del embarazo y la imposición a martillazos de la idea del amor romántico. Una vez más, la naturaleza eminentemente metafórica del cine de terror hace su trabajo. Solo queda desear que muchas más mujeres se puedan seguir expresando con esta contundencia.
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John Tones
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