‘Superlópez’: todo lo que define al cómic original que la película no ha sabido adaptar
‘Superlópez’ lleva desde el pasado fin de semana arrasando en salas y se ha convertido en la película española más taquillera del año. Su tono familiar, la fama de Dani Rovira y la popularidad del personaje del que parte, un Superlópez que puede codearse con Mortadelo y Filemón en lo que toca a regularidad de publicación y abundancia de aventuras, incomparable con cualquier otro tebeo de humor de España, han garantizado unas recaudaciones altísimas (también la maquinaria publicitaria de Mediaset que permite que Rovira sea entrevistado en el Telediario de Pedro Piqueras, pero esa es otra historia)
Sin embargo, y pese a que el proyecto cuenta con nuestras simpatías de salida, creemos que esta ‘Superlópez’ de Javier Ruiz Caldera no es una gran adaptación de los cómics originales, aunque los guiños al tebeo abundan. Hay algo del espíritu, de la esencia del personaje, que se escapa parcialmente en una adaptación que, a fin de cuentas, tiene tanto de Superlópez como ‘Anacleto: Agente secreto’ lo tenía del personaje de Vázquez.
Para ahondar en los motivos, hemos resumido en cinco puntos algunas claves que creemos que definen al personaje de Jan y le dan una identidad única, y os contamos qué tal lo adapta el guión de Borja Cobeaga y Diego San José y la traducción a imágenes de Ruiz Caldera. Mientras tanto, que alguien nos largue un cilindrín.
La parodia
Superlópez nació como parodia de Superman, y sus primeras historias (antes del formato que conocemos ahora, con comics mudos) eran fuertemente paródicas. La etapa que guionizó Efepé, es decir, las primeras historias de ocho páginas y los dos álbums del Supergrupo, tenían al héroe DC en su punto de mira, así como a los personajes Marvel, planteando un universo rebosante de superhéroes en todo tipo de situaciones cotidianas. Cuando Jan tomó el relevo de los guiones, este enfoque se fue suavizando cada vez más, hasta el punto en que la parodia ha desaparecido: actualmente apenas hay referencias a los cómics norteamericanos que inicialmente inspiraron al personaje.
La película, sin embargo, acentúa esta concepción paródica del personaje: se hace especial hincapié en que en España no puede haber superhéroes al estilo norteamericano y lo que Jan despachaba en unas pocas viñetas, el origen del héroe -claramente inspirado en el de Superman-, aquí recibe mucha más atención. El aprendizaje de los poderes, las secuencias de acción, los problemas con la identidad secreta… en los tebeos, Superlópez es un sujeto corriente que, además, es un superhéroe. En la película, Superlópez es un superhéroe que, además, tiene una identidad secreta.
Es el principal cambio de enfoque con respecto al papel, posiblemente porque hay que pensar en los mercados internacionales -donde el referente de Superman es conocido-. Esa es una de las claves que dejan de lado la esencia del personaje original, y la película se centra en hacer una película de superhéroes con humor, algo que solo muy primitivamente era Superlópez. Ni siquiera en muchas de las aventuras más recordadas de los ochenta (‘Los cabecicubos’, ‘La gran superproducción’, ‘Los alienígenas’), tenemos demasiada parodia superheroica. Simplemente, son historias de humor protagonizadas por un superhéroe -que no es lo mismo-.
El cambio de enfoque no sería un grave problema si al menos la parodia superheroica de la película hubiera sido de altura, con una identidad propia, pero no es así: los chistes sobre ocultar identidades ya estaban en antecedentes tan remotos como las propias películas de Superman (cuya tercera entrega ya venía con parodia incorporada), y en cuanto a los problemas para controlar los poderes, o el tono humorístico de los villanos, no es complicado encontrar referentes previos en comics como la ‘Liga de la Justicia’ de los ochenta. Pero Superlópez, el tebeo, es otra cosa.
Los viajes y la aventura
Desde ‘Al centro de la Tierra’, el álbum que en 1987 arrancó con las aventuras del personaje en una Ediciones B que había comprado todo el fondo y derechos de Bruguera, Superlópez se ha ido volviendo más viajero y más aventurero. Ha volado por todo el mundo y en sus historias se han reflejado todos los rincones del planeta, con especial incidencia en zonas recónditas de Cataluña, pero también pasando por Japón, Bulgaria o México. Es una etapa que nunca se ha mitigado del todo en Superlópez, aunque está más moderada en los últimos años, donde va alternando historias más domésticas con los inevitables viajes, exquisitamente documentados, del héroe: Superlópez viaja mucho.
Y no solo eso: las grandes aventuras forman parte de su ADN. Gracias a su naturaleza superheroica puede desplazarse sin problemas en el espacio (y en ocasiones, el tiempo, como hizo en ‘La casa amarilla’, viajando a la región francesa de Arles y conociendo a Van Gogh). Aunque Superlópez es un personaje genuínamente catalán y la mayoría de sus aventuras se desarrollan en una Barcelona muy reconocible, la pasión de Jan por la novela clásica de aventuras ha empapado sus guiones.
Nada de ello está en la película: los dos escenarios principales de la misma son la urbe barcelonesa y el pueblo catalán donde se crió con sus padres adoptivos. Ni siquiera la invasión galáctica que procede de su planeta natal, Chitón, garantiza algo de movimiento en ese sentido, y los villanos de la historia son extraterrestres como podrían ser científicos locos fabricantes de robots descomunales. Una pena que este interesante detalle del personaje no haya sido exprimido como merecía: tampoco era cuestión de hacer un ‘Superlópez alrededor del mundo’ en su primera película, pero le habría beneficiado contagiarse del espíritu aventurero del original.
Los villanos
El catálogo de villanos de Superlópez es absolutamente impresionante. Ya en los tiempos de sus primeras historias paródicas aparecían amenazas como Luz Luminosa o Chiclón (al que remotísimamente se homenajea en la película), y desde ahí solo fueron a más: del legendario Escariano Avieso, su némesis por excelencia, a gángsters como Al Trapone y su socio ocasional Refuller D’Abastos. En cuanto a monstruos, los ha habido diversos y de todos los colores, aunque destacaríamos las criaturas mitológicas de ‘La caja de Pandora’, los dinosaurios de ‘Tyrannosaurus Sect’ o el mismísimo diablo de ‘El infierno’. Hasta los Petisos Carambanales pueden considerarse originalísimos villanos.
¿Y se aprovecha algo de esta extensa galería de bellacos en ‘Superlópez’? Ni remotamente: la Ágata de Maribel Verdú (¿por qué no tiraron de Lady Araña?) es poca cosa comparada con los villanos de los tebeos, y solo el padre de ésta, el temible Skorba (graciosísimo Ferrán Rañé), tiene un deje a los tebeos originales, gracias sobre todo a su frase-latiguillo de saludo. La idea de que procedan del mismo planeta de Superlópez delata hasta qué punto la película se distancia de la filosofía del tebeo. Sin duda, la gran oportunidad perdida de la película, aunque la secuencia que vaticina una secuela, esta sí inspirada en uno de los tebeos más recordados de Superlópez, por algún motivo no es muy tranquilizadora.
Los secundarios
Otro punto fuerte de los tebeos de Superlópez son sus secundarios. Le han acompañado en sus historias personajes como Martha Hólmez, el propio Inspector Hólmez o el Jefe. Pero entre todos ellos destacan Jaime y Luisa, cuya evolución ha estado más clara en el caso del primero (de rival a amigo íntimo) y menos en el caso de la segunda (aunque algunos pasajes casi intimistas en los últimos álbums hacen soñar con una especie de versión de ‘La parejita’ de Fontdevila protagonizada por ella y Juan)
Sin duda es el aspecto que mejor ha captado la película, sobre todo gracias a las interpretaciones de unos muy entonados Julián López y Alexandra Jiménez. El primero clava su especialidad de sujeto cargante pero entrañable que encaja a la perfección con el Jaime de los primeros tiempos, y la segunda es tan irritante como la Luisa primigenia del cómic, aunque no funciona tan bien en su versión de carne y hueso, que pasa de la caricatura dibujada a una agresividad algo excesiva. El inevitable triángulo amoroso de la película, prácticamente ausente en los tebeos, paradójicamente, les quita también algo de humanidad.
El costumbrismo
Superlópez brilla especialmente en su retrato irónico de la cotidianeidad. Algunos de sus chistes más celebrados, como el López adormilado pidiendo un café con leche y un croissant en la taquilla del Metro se han convertido en definitorios del personaje y en un running gag en los tebeos, que por supuesto la película replica (y subraya innecesariamente, quitándole la parte de la gracia; algo similar como sucede con el chiste del bigote del López bebé y niño, infinitamente más gracioso en el tebeo por ser un absurdo al que nadie presta atención).
En sus primeras historias, con aquella obsesión por las pajaritas y el escaqueo laboral, Superlópez incidía en lo que podía ser el día a día de un superhéroe, entrecruzando la parodia con el costumbrismo. Es algo que no se ha perdido del todo en los últimos tiempos, ya que Superlópez lleva décadas funcionando como una crítica social de aspectos cotidianos, desde el uso de móviles e internet al botellón. Aunque lo haga en una clave más suave y simbólica que en aquellos tiempos más inequívocamente bruguerianos.
La película de nuevo se queda a medio camino en este aspecto: el escenario de la oficina que tanto podía haber dado de sí no tiene la personalidad, la sordidez o la originalidad necesaria. Y en cuanto nos descuidamos, mandan a López al campo, como en los tiempos de la Abuelita Paz. Hay entornos reconocibles de Barcelona pero a modo de postalita, y solo en un momento dado la película sintoniza con aquel humor cotidiano y algo cruel de ‘La semana más larga’, con el gag que concierne a los falsos superhéroes de Las Ramblas, sin duda el mejor momento de la película.
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John Tones
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