Prueba de campo de la Canon EOS M100 – Una ‘mirrorless’ asequible pero capaz
Canon ha renovado su gama de acceso al sistema sin espejo con la pequeña, pero completa EOS M100, una cámara compacta de óptica intercambiable pensada para quienes quieran dar el salto desde el mundo de la fotografía móvil. Bajo un reducido cuerpo, reúne lo mejor de ambos mundos: estética atractiva, facilidad de uso, prestaciones fotográficas y comodidad para compartir imágenes.
Diseño y manejo
Al contrario de otras marcas que intentan recuperar líneas clásicas, Canon ha preferido realizar un diseño sobrio, moderno y elegante; de líneas curvas y botones lo más integrados posible para que sólo llame la atención el propio cuerpo.
Pequeña y muy ligera –unos 300 g con batería y tarjeta incluidas–, cabe en la palma de la mano. De no ser por la protuberancia del objetivo, pasaría por una compacta convencional.
Por eso pensamos que le sentaría muy bien el pancake que Canon tiene en su catálogo para la serie M, el EF-M 22 mm f/2 STM. Para nuestra prueba de campo utilizamos, no obstante, el EF-M 15-45 mm f/3,5-6,3 IS STM; también pequeño y ligero, pero da la impresión de que cualquier objetivo le viene grande a la M100.
La estética juega un papel muy importante en esta cámara. El fabricante tiene claro el público al que va dirigida y no ha descuidado ningún detalle para lograr su máxima atracción. No sólo se ofrece en varios colores, sino que se acompaña de una “semi funda” en símil piel también de colores llamativos. Además de la que viene incluida de serie, existe una variada gama de fundas con diseños llamativos que se pueden adquirir aparte.
A diferencia de algunas de sus hermanas mayores y en aras de reducir su coste, la sencilla M100 carece de visor, aunque probablemente la mayoría de potenciales usuarios de esta cámara lo eche en falta. La pantalla de 3” y 1.000.000 de puntos de resolución cubre de manera razonable esta ausencia. Se abate 180º sólo hacia arriba, para facilitar los “selfies” tan habituales en territorio de fotografía móvil. Nos hubiese gustado mucho más la habitual pantalla de Canon completamente articulada en todas las direcciones a pesar de que hubiese supuesto algunos milímetros más de grosor.
Todas las funciones, incluido el foco o el disparo, se pueden controlar de forma táctil directamente en la pantalla con suma facilidad y con una sensibilidad idónea, que evita accionamientos involuntarios, pero responde cuando se necesita; incluso con guantes –específicos para pantallas táctiles–. Damos fe, pues gran parte de la prueba se desarrolló bajo las severas temperaturas del invierno mesetario que requerían protegerse las manos para poder trabajar.
Por ello dispone de pocos botones que, además, no se pueden personalizar. En la parte superior, el dial de modos –automático total, grabación de vídeo o toma de fotos– y una rueda multifunción rodeando al disparador para ajustar la velocidad, el diafragma o el ISO según hayamos elegido previamente bien en la pantalla, bien en los botones en cruz de la parte trasera.
Los modos –M, Av, Tv, P–los programas automáticos –autorretrato, retrato, piel tersa, paisajes, primeros planos, deportes, comida, nocturna, HDR– o los efectos –B/N con grano, enfoque suave, ojo de pez, óleo, acuarela, cámara de juguete, miniatura, HDR– se eligen desde la primera pantalla del menú o desde el panel de información de la pantalla.
El tamaño y la posibilidad de abatir la pantalla ayudan a la discreción que buscarán muchos posibles usuarios de esta cámara para facilitar las tomas callejeras.
A pesar de sus reducidas dimensiones se maneja bien; en parte porque trabajaremos con ella fundamentalmente a través de la pantalla. Dispone de un pequeño apoyo para el dedo pulgar que facilita el agarre. La textura ligeramente rugosa del frontal también ayuda a que no se deslice de las manos.
Dispone de compartimentos independientes para tarjeta y batería, no como otros modelos de acceso del mismo fabricante que comparten ubicación. El peaje a pagar por el reducido tamaño de la batería es una escasa autonomía, cercana a los 300 disparos. Por otra parte, sólo cuenta con dos conexiones externas: un mini USB 2.0 –que no permite la carga de la batería– y mini HDMI.
Rendimiento
Viendo la M100, nadie diría que esconde un sensor CMOS APS-C de 24,2 Mpx controlado por el último procesador de Canon, el DIGIC 7. O sea, las mismas características de sus hermanas mayores bajo una apariencia “inocente”, lo que se traduce en unas prestaciones equiparables a otras cámaras de gama superior.
Por ejemplo, un ISO máximo de 25.600 que, como suele suceder, sufre un acusado sobreprocesado en los archivos JPEG, especialmente en las escenas de clave baja, aunque los resultados son mucho más aprovechables si tratamos directamente con el archivo RAW. Reduciendo un paso este valor máximo, obtenemos tomas más utilizables, incluso con el JPEG directo de cámara.
Encontramos otra novedad importante en esta cámara en el sistema de enfoque, que incorpora la tecnología Dual Pixel CMOS AF, ahora presente en casi todos los modelos de Canon pero que todavía no había llegado a los niveles inferiores del sistema sin espejo.
Dispone de un máximo de 49 puntos de enfoque con un rango de funcionamiento de hasta -1 EV. En la práctica hemos comprobado que enfoca rápido y bien. No nos hemos encontrado durante la prueba con dudas a la hora de enfocar, incluso en las escenas más oscuras. Asimismo, también cuenta con un sistema de reconocimiento facial.
No buscarán velocidad de ráfaga los clientes de la M100; sin embargo, sus 6 fps superan las expectativas. Además, guardando los archivos en RAW+JPEG, el búfer aguanta más de cuatro ráfagas sin soltar el dedo.
Ya hablábamos unos párrafos más arriba de la importancia de la conectividad en una cámara con esta filosofía. Por eso, al Wi-Fi y el NFC se une la conexión por Bluetooth que agiliza la comunicación con el dispositivo móvil. Una vez que el terminal se ha memorizado en la cámara, la vinculación es inmediata.
Utilizando la aplicación Canon Camera Connect, podemos descargar las fotos en el teléfono o usar éste como mando a distancia con todas las funciones de la cámara.
La capacidad de grabar vídeo mejora ligeramente respecto al modelo al que sustituye aunque sigue sin despuntar en este apartado. Graba archivos en MP4 a Full HD hasta 60 fps.
Conclusiones
En más de una ocasión habíamos lamentado que Canon no prestase a sus cámaras sin espejo la misma atención que a la gama réflex. No obstante, parece que, por fin, esto empieza a cambiar con la incorporación en el catálogo de modelos que satisfagan todas las necesidades.
La M100 es una muestra de ello. Por un precio cercano a los 600 € se puede adquirir el kit que hemos probado, idóneo para cualquier aficionado que quiera dar el salto de la fotografía móvil a las cámaras sin espejo de óptica intercambiable. Un experto que busque una segunda cámara de bolsillo disfrutará con ella pero echará en falta botones para el control directo –así como la el visor, por lo que en este último caso deberá decantarse por modelos superiores de la familia EOS-M–.
Con frecuencia, quienes se inician en la fotografía se asustan cuando la cantidad a pagar sobrepasa las ofertas habituales de los grandes almacenes, pero pensamos que las prestaciones de esta cámara están a la altura de lo que cuesta. Nos gustaría, eso sí, una pantalla completamente articulable o una entrada mini USB que permitiera la carga directa.
Su tamaño la convierte en una buena compañera para el día a día o para los viajes ligeros de equipaje, con la garantía de que se resolverá con éxito cualquier circunstancia a la que nos enfrentemos. Lamentamos la ausencia de visor pero entendemos que esta característica forma parte de la filosofía de la cámara y lo más probable es que sus potenciales usuarios no lo acusen.
Por último, aunque esto no afecta sólo a la M100, ahora que Canon empieza a ofrecer variedad en su gama si espejo, pensamos que va siendo el momento de que el catálogo de objetivos específicos para la serie M crezca de manera paralela.