Nos hemos acercado nueve veces a Júpiter y sabemos que tiene 69 lunas, pero aún no lo conocemos a fondo
Hay quien opina que estamos explorando el espacio cuando aún no conocemos bien todo lo que hay en la Tierra (y no se equivocan), pero es que eso mismo pasa en el propio conocimiento del universo. Mientras nos hemos centrado en debates como el de si Plutón es o no un planeta, la realidad es que no conocemos bien a otros vecinos más «cercanos» como es el caso de Júpiter, al que recientemente se le han descubierto un par de lunas más.
Y no será por misiones, porque contando las que lleva la NASA son nueve las naves que se han dirigido hasta allí sin contar los telescopios que han buscado las mejores instantáneas. Pero la situación y las características del gigantesco planeta no ponen fácil su exploración, de modo que todavía se descubren satélites y aspectos del propio planeta. Repasamos su historia, las misiones y las dificultades que entraña intentar explorar este titán con un gran lunar rojo.
Siempre ha estado ahí y siempre hemos sabido que era enorme, pero no que era un planeta
No empezamos muy bien cuando ni siquiera sabemos quién descubrió la existencia de Júpiter, como sí ocurre con otros cuerpos celestes. En Cool Cosmos (una publicación de la NASA en la que colabora entre otros la Universidad Caltech) lo dicen claramente: «no hay una sola persona a quien se le haya acreditado el descubrimiento de Júpiter». Al ser visible sin necesidad de usar ningún tipo de lente, se sabe de su existencia desde hace siglos pero no se ha podido determinar quién o quiénes lo vieron por primera vez y determinaron que era un planeta.
Quienes sí dejaron una pronta huella fueron los romanos dado que bautizaron el planeta de forma permanente con el nombre de su dios supremo, Júpiter (el equivalente del griego Zeus, ambos superiores al resto de dioses). Aunque la categorización como planeta vino tras considerar la Tierra como tal y aceptar el heliocentrismo que se atrevió a postular Nicolás Copérnico hacia 1536. Y posteriormente Galileo observó Júpiter con su telescopio y pudo ver cuatro de sus satélites.
¿Tan grande es que se observa sin telescopio? Lo es. Podéis ayudaros de apps que hacen las veces de Google Maps en el cielo (las tenéis para iOS, para Android y para Windows Phone, gratuitas y de pago), y lo que veréis es un punto considerablemente brillante en el cielo (es el segundo planeta más brillante tras Venus) que no parpadea (así se diferencian los planetas de las estrellas, que sí lo hacen).
¿Y de qué tamaño hablamos? Según la NASA el diámetro de Júpiter es de unos 143.000 kilómetros (para hacernos una idea, el de la Tierra es de 12.756 kilómetros), y según la agencia estadounidense cabrían más de 1.300 Tierras dentro de ese gran balón gaseoso.
¿Y lo de los gases? El apelativo de Gigante Gaseoso le viene porque su atmósfera se compone sobre todo de hidrógeno y helio gaseoso (como el Sol), y de hecho según teorizan es como si se hubiese quedado a medio camino de ser una estrella, dado que según explica la NASA de ser 80 veces más masivo lo habría sido en vez de un planeta.
Otros datos que se conocen del planeta son que su día dura diez horas y que su año son doce terrestres, que la temperatura varía entre los 145 y los 24.000 grados centígrados (según se trate de las nubes más lejanas o cercanas al centro) y que la fuerza gravitatoria es 2,4 veces la de la Tierra. Los vientos alcanzan los 640 kilómetros por hora y que la famosa mancha roja (llamada así, «Gran Mancha Roja») es un vórtice anticiclónico (una tremenda tormenta) que gira desde hace más de 300 años, se estima.
Y en cuanto a los satélites, hasta hace poco se le conocían 67, con un último descubrimiento de nueve de ellos en 2011. Fue en junio de este año cuando se confirmaron los dos últimos tras un año de observación, por lo que al planeta se le siguen descubriendo lunas. Las más grandes son Ganímedes, Calisto, Io y Europa, llamadas satélites galileanos al haber sido descubiertos en 1610 por el astrónomo.
Júpiter está lejos y lo pone difícil
Las distancias entre planetas son relativas según en qué punto de la órbita se encuentre cada uno. Júpiter puede encontrarse a unos 594 millones de kilómetros de la Tierra (unas 3,98 unidades astronómicas tomando la referencia con el Sol en el supuesto de que estuviesen alineados).
Éste, el de la distancia, es el primer problema que se plantea (quizás el más obvio). Recorrer tantos kilómetros requiere un gasto energético considerable, si bien se recurre a la asistencia gravitatoria (utilizar la energía de un campo gravitatorio para obtener aceleración o frenado) ahorrándose costes pero exigiendo estrictas ventanas de lanzamiento para las misiones al requerir cierto alineamiento de los planetas de origen y destino.
Pero en el caso específico de Júpiter se añade a este primer problema otro por sus características: a diferencia de Marte (donde hemos visto posarse y rodar vehículos), Júpiter no tiene esa superficie sólida sobre la que aterrizar, no al menos tan superficialmente como el Planeta Rojo o un asteroide. A esto hay que sumar la tremenda cantidad de radiación que la aeronave recibe, de lo cual se aquejó la sonda Galileo (que recibió mucha más radiación para la que estaba preparada).
Eso sí, si a algo de momento no nos ganan (que sepamos) es a perseverancia y a empeño, y hemos enviado varias misiones hacia el Gigante Gaseoso. De hecho éstas empezaron ya en la ebullición de la carrera espacial, en la década de los 70 poco después de que el ser humano pisase la Luna.
Nuestro currículum en Júpiter (o cerquita)
Como recuerda la NASA, primeras misiones destinadas a Júpiter fueron las Pioneer 10 y 11 , que llegaron a los alrededores del planeta en 1973 y 1974. Fue la primera vez que se obtenían observaciones y fotos directas del Gigante Gaseoso, su Gran Mancha Roja y los satélites (hasta el momento conocidos). Determinaron que se componía básicamente de líquido y que parecía tener un núcleo sólido.
El testigo de estas misiones lo recogieron los Voyager 1 y 2, lanzadas en 1977 y que en su paso por Júpiter en 1979 tomaron más de 52.000 fotografías del planeta. Sirvieron para descubrir aspectos relativos a la meteorología del planeta y se descubrieron volcanes activos en Io.
Posteriormente la misión Galileo orbitó Júpiter a finales de los 80, siendo la primera vez que se descendía 153 kilómetros al interior de su atmósfera para poder determinar las características de la misma. También envió evidencias de que podía haber un océano bajo la superficie de Europa y capturó la colisión del cometa Shoemaker-Levy 9 contra el planeta.
En 1992 la misión Ulises se encargó de recoger datos sobre la magnetosfera de Júpiter, y en el 2000 Casinni echó un ojo al planeta «de paso», ya que su destino final era Saturno. Ese paso dio 26.000 imágenes del planeta y sus satélites, y de todo lo que aconteció en esta misión hablamos antes de que acabase la misma.
La que fue también de paso fue New Horizons, la cual iba ni más ni menos que a Plutón. Pasó por el Gigante Gaseoso en 2007 y estuvo durante seis meses, centrándose en la exploración de la climatología, los satélites y los anillos.
Por su parte los telescopios también han proveído de imágenes, por ejemplo el Hubble (veremos un fantástico ejemplo a continuación, al hablar de Juno). De hecho proporcionó otra perspectiva del impacto del cometa que presenció la sonda Galileo, ha tomado numerosas imágenes de la Gran Mancha Roja y continuará su actividad aún durante unos años más desde que fuese puesto en marcha en los 90.
La información más reciente que tenemos del planeta es la que transmitió Juno, la cual de hecho hizo que los científicos concluyesen que estamos descubriendo «un Júpiter completamente nuevo», como dijimos al hablar de todo lo que se estaba viendo. Esta misión ha sido excepcionalmente provechosa, teniendo en cuenta que cada 53 días Juno viajaba de polo a polo registrando información con ocho instrumentos.
Con esto, además de fotografías espectaculares y reveladoras, que los polos son un caos de tormentas enormes (como la Tierra, por ejemplo). Aunque es difícil determinar cómo se originan o su estabilidad, de hecho ni siquiera hay una actividad parecida en los polos (en el norte hay una nube de 7.000 kilómetros que literal y figuradamente ha supuesto otra sombra a nuestros conocimientos).
El campo magnético es diez veces más potente de lo que se había calculado hasta ahora, y también 10 veces más fuerte que lo registrado en la Tierra. Y las auroras, que también las tiene (y cautivadoras) parece que no funcionan como lo hacen aquí en la Tierra (donde siguen estudiándose).
Querer no es poder si no hay presupuesto
Hace poco supimos que la NASA no tiene presupuesto para llegar a Marte en 2030 como se había previsto (y como tenían orden), por lo que parece que el horizonte de la exploración espacial está algo enturbiado. De hecho ya en 2005 se canceló la misión JIMO (Jupiter Icy Moons Orbiter) por motivo de presupuesto.
No obstante, las ideas de seguir explorando el planeta y sus lunas se suceden en ésta y otras agencias, como la propuesta del JUICE (JUpiter ICy moon Explorer) de la ESA o la de ir a Europa en busca de pruebas de vida de la NASA. De momento hay que seguir estudiando la información obtenida para ver si hay más de 69 satélites y habrá que esperar a 2018 para tener nuevas observaciones.
Imagen | NASA
En Xataka | ¿Qué sabemos y cómo lo sabemos de la Gran Mancha Roja de Júpiter?
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Nos hemos acercado nueve veces a Júpiter y sabemos que tiene 69 lunas, pero aún no lo conocemos a fondo
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Anna Martí
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