Niño o niña, hombre o mujer, ¿es hora de redefinir el género?
Siempre se ha sentido más chico que chica. Desde su más tierna infancia, E (como prefiere que nos refiramos a ella en este reportaje) odia los vestidos y es una apasionada del baloncesto, el skateboard y los videojuegos. Cuando nos conocimos el pasado mes de mayo en su instituto de Nueva York, en la exhibición de fin de curso de su clase de oratoria, E vestía un entallado traje masculino de Brooks Brothers y una de las muchas pajaritas que componen su amplia colección. Con aquel pelo rojo cortísimo, el cutis blanco como la nieve y facciones delicadas, a sus 14 años parecía un Peter Pan terrenal vestido de gala.
Unas horas más tarde, E buscaba la etiqueta adecuada para definir su identidad de género. «Transgénero» no acababa de cuadrar, me explicó. Para empezar, seguía haciéndose llamar por el nombre que le dieron al nacer y prefiriendo que le asignasen el pronombre «ella». Y mientras que otros chicos y chicas trans suelen contar que siempre han tenido la sensación de haber nacido en un cuerpo «equivocado», ella sostiene: «Yo creo que simplemente tengo que modificar algunas cosas del [cuerpo] que ya tengo para llegar a sentir que es el que necesito».