Melothesia
Mi trabajo artístico siempre ha discurrido en las fronteras de la fotografía, impulsado por una extraña fascinación por la imagen y el misterio de lo invisible. Toda mi carrera como creador ha estado dominada por la vana idea de intentar arrojar alguna luz sobre las cuestiones fundamentales que plantea una vida consciente. Cuando descubrí el poder de la cámara y los materiales fotosensibles para trascender más allá de los límites de nuestra visión, se me abrió un mundo de posibilidades insospechadas hasta el momento.
Fue esa misma pulsión la que me condujo a escribir una tesis doctoral sobre la fotografía científica del siglo XIX desde una perspectiva epistemológica. Las obras de este proyecto nacen en ese contexto. A medida que profundizaba en la historia descubría imágenes de sorprendente belleza que estimulaban mi imaginación hacia territorios inexplorados.
En 2005 vi por primera vez la fotografía de una descarga eléctrica y fue un shock visual. Estaba realizada en 1888 como parte de una investigación científica sobre la electricidad. Sus sutiles formas y ramificaciones irradiaba una hipnótica harmonía natural que me llevó a la determinación de querer reproducirla, lo que no resultó tan fácil como pensé en un principio, porque eran experimentos que se realizaron durante un breve período de tiempo y que no fueron divulgados fuera de los circuitos especializados hasta muy recientemente.
Para lograrlo estudié los textos de la época hasta recupera la técnica básica de su obtención, consistente en aplicar una corriente de alto voltaje directamente sobre el material fotosensible con una placa metálica debajo; de esta manera, la resistencia opuesta por el soporte al paso de la descarga genera un dibujo de luz causado por el paseo aleatorio de los electrones sobre la superficie de la emulsión. Las formas resultantes son conocidas en el campo de la física como “figuras de Lichtenberg” en honor a su descubridor.
El siguiente paso era obtener un generador adecuado. Empecé buscando una máquina de Wimshurst por ser la que empleaba Étienne Trouvelot, uno de los principales investigadores en este campo. Para mi sorpresa, pude comprar uno por Internet a un precio razonable, pero de tamaño y potencia mucho menor que el original.
Durante mis primeros experimentos en 2006, constaté que este curioso aparato electrostático solo permitía crear pequeñas -pero encantadora- chispas, que resultaban sumamente atractivas pero no alcanzaban mis expectativas. Por consiguiente, empecé a buscar nuevas fuentes de energía. Como suelo hacer en estos casos pregunté a expertos, que me dieron consejos tan curiosos como desmontar la parte trasera de un monitor de tubo de rayos catódicos, algo aparatoso pero tremendamente efectivo. También adquirí un pequeño generador electrónico de la marca Hamilton Drills, un gran hallazgo porque me permitía controlar la potencia de la descarga y su signo.
Con estos nuevos artefactos inicié un proceso de ensayo y error con el que obtuve centenares de fotografías diferentes entre si. Pude comprobar que cada representación así obtenida es una imagen fractal natural única e irrepetible, que se plasma como un negativo de intrincado diseño, cuyo grafismo varía en función de si el polo es positivo o negativo, del generador empleado, del tipo de soporte fotoquímico o la duración de la descarga, así como de otros factores tales como la humedad ambiental y la presión atmosférica, difíciles de controlar si no se dispone de medios muy avanzados.
En consecuencia, el azar interviene decisivamente en su creación, condensando en sofisticadas formas abstractas de turbadora belleza las virtudes esenciales de la fotografía sin cámara; una espectacular y sorprendente manifestación invisible de la propia naturaleza materializada por la acción de la química fotográfica.
Las flores de Lichtenberg
Seducido por la fugacidad de su delicada perfección, proseguí los años siguientes creando imágenes mediante este sistema, configurando una serie denominada Las flores de Lichtenberg, que nos retrotrae a los orígenes mismos de la vida, a la chispa primigenia, a la pura energía. Paradójicamente, lo que para los estudiosos de la física constituye un documento científico, se convierte a ojos de los surrealistas en el paradigma de “escritura automática” y “belleza convulsa”, tal y como señala André Breton un artículo aparecido en el nº 5 de la Revista Minotaure de 1934. Así, desde un enfoque artístico, cada fotografía de esta colección trasciende su propia manifestación luminosa para erigirse en una imagen fascinante que remite a la sorprendente armonía del mundo natural, y a la capacidad del medio fotográfico para mostrarnos realidades fuera del alcance de nuestra percepción visual.
Sin embargo, a pesar del evidente potencial estético de las obras obtenidas, y su interesante trasfondo conceptual, no acababa de estar satisfecho con los resultados. Al cabo de un tiempo sentí la necesidad de progresar, y darle una nueva vuelta de tuerca al proyecto para encaminarlo hacia un terreno más personal. Por ello, proseguí en mi empeño, y después de varios años experimentado con generadores y distintos soportes, descubrí en 2012 un método que permite controlar las formas básicas de las chispas obtenidas, ofreciéndome la posibilidad de crear figuras.
De esta manera, llevaba el procedimiento un paso más allá de la imaginería científica asociada a su origen, que lo conectaba definitivamente con los dos temas preferentes que dominan toda mi obra: la representación simbólica del paso del tiempo desde una perspectiva metafísica, y la visualización de lo invisible mediante técnicas de fotografía científica en el campo expandido de la creación plástica.
Llegados a este punto, el problema principal era la falta de medios. Después de esta fase experimental tuve claro que el soporte fotográfico adecuado era la película lith, pero actualmente no se encuentra en Europa más allá de pequeñas placas, y solo se comercializa en Estados Unidos, a pesar de estar fabricado por Agfa en Bélgica, lo que incrementa considerablemente su coste. Por otro lado, también necesitaba un generador de mayor potencia y otros materiales complementarios. Ante este panorama decidí pedir una de las ayudas a la creación promovidas por VEGAP, que me fue concedida, para mi regocijo, en 2016. Era la sexta vez que la solicitaba, pero en esta ocasión el proyecto resultó más atractivo para el tribunal.
Melothesia
Paralelamente a este proceso técnico, realicé un estudio teórico y conceptual provocado por las imágenes que iba obteniendo durante este período de tiempo. Las formas fractales me causaban fascinación por su extraña naturaleza universal, que hacía posible encontrarlas en todas las escalas de lo real, desde las neuronas del cerebro a las macro estructuras cósmicas, pasando por las nervaduras de una hoja y las ramas de los árboles, los dibujos provocados por los ríos, visibles en fotografía aérea, o las intrincadas redes de capilares sanguíneos que circulan por nuestro cuerpo.
En 2015 escribí un articulo académico sobre fotografía y alquimia que se publicó en la revista Sans Soleil. Indagando en los manuscritos medievales y renacentistas descubrí el concepto de “Melothesia” asociado a la tradición esotérica y alquímica. Este término designaba en griego la relación afectiva por afinidad entre todas las cosas, terrestres y celestes, que pueblan el universo, y está conectado con la expresión “harmonia mundi”, que los antiguos concibieron como la sintonía o concordia interna del universo mismo, de la que nace la idea, tan querida por el hermetismo y el neoplatonismo, de una densa correspondencia entre los seres, sintetizada poéticamente en los crípticos versos iniciales de la Tabla de Esmeralda atribuida a Hermes Trimegisto:
Lo que está abajo es como lo que está arriba,
y lo que está arriba es como lo que está abajo.
Actúan para cumplir los prodigios del Uno.
Durante centurias, la manera de representar la relación así establecida entre el macrocosmos y el microcosmos se basó en diagramas y composiciones emblemáticas, algunas de carácter abstracto y otras figurativas, de entre las que destaca por su interés histórico y estético el “anthropos melothetes” u “homo zodiacalis”. Este vasto conjunto de enigmáticas imágenes generó una poderosa iconografía de naturaleza arcana que me ha servido de inspiración.
En las obras que componen el proyecto decidí retomar estas antiguas nociones con una base mítico‑simbólica, despojándolas del trasfondo esotérico, pero no de su componente espiritual, como una nueva forma de plasmar y sugerir el sustento ontológico expresado en los versos herméticos. Esta propuesta conceptual fue incluida en la beca artística y se constituye en la base de todas las creaciones posteriores para la serie.
Una vez recibido el importe de la ayuda, a inicios de 2017 empezó una nueva fase con la ejecución de las imágenes que anidaban en mi mente desde hacía años. Con todo el material ya disponible fue necesario realizar prueba técnicas para determinar el proceso de exposición y revelado más adecuado, así como el comportamiento del nuevo generador Van de Graaf. El primer problema que se presento fue el alto grado de humedad en mi laboratorio, por lo que procedí a comprar un deshumidificador, que demostró hacer honor a su nombre de manera sumamente eficaz.
Los resultados iniciales no fueron los esperados. El principal inconveniente era la dificultad de conseguir que las chispas se adaptaran a las formas previstas recortadas en sus plantillas de metal, ya que la electricidad saltaba a los extremos y se expandía por toda la placa fotográfica, debido en parte a la forma de conectar el cable de tierra a la base metálica. Para evitar este problema cambié el sistema de empalme, realizando un agujero en la mesa para conectarlo por debajo en su parte central. También opté por emplear los otros generadores que tenía.
Con este nuevo montaje seguí experimentando, y obtuve imágenes que se aproximaban mucho más a la idea original. No obstante, aunque se dibujaba la figura y las líneas estaban bien definidas, comprobé que se perdía parte del efecto propio de las típicas formas fractales con “plumas” asociadas a la carga negativa. Llegué a la conclusión de que la causa era el revelador empleado, así que procedí a cambiarlo por uno más suave de la misma marca, pero al ver que actuaba demasiado rápido decidí diluirlo al doble de lo indicado en las instrucciones. Finalmente me decanté por un revelado de doble baño Centabrom/Dokumol que permite controlar con más precisión la riqueza tonal de la película lith sin perder contraste.
Seguidamente procedí a realizar las primeras pruebas con las hojas 50×60 cm. A pesar de la experiencia con las placas más pequeñas, los resultados iniciales tampoco se ajustaron a la idea previa. La diferencia de tamaño condicionaba el proceso, debido principalmente a que el soporte plástico de la película no ejerce el mismo tipo de resistencia al paso de la electricidad, quedando sobreexpuesta la parte central de la descarga.
Para solventar estos inconvenientes realicé experimentos variando la polaridad y la potencia de la corriente con resultados alentadores, que me permitieron fijar las pautas para las siguientes imágenes. No obstante, se hizo evidente que, además de recortar la figura buscada en el soporte metálico, también era necesaria una plantilla en la parte superior que contuviera el destello, confinando los rayos de manera más o menos precisa en los contornos deseados. El material que mejor se adaptó a está función fue el plástico.
Una vez superada la fase de pruebas empecé con la creación de las siluetas para las distintas piezas. En primer lugar, decidí precisar la configuración iconográfica de la serie para sacar mayor provecho a las sesiones fotográficas en el estudio. El conjunto fue estructurado en dos categorías: por un lado los retratos de perfil de diferentes personas, elegidas por representar arquetipos universales como la juventud, la belleza, el amor o la sabiduría, así como las series de flores homenaje a Anna Atkins; por otro, aquellas imágenes relacionadas con el concepto de Melothesia arriba explicado. En esta particular iconografía los elementos simbólicos, figurativos y abstractos, tienen una lectura metafórica que pone de manifiesto la relación entre las diferentes esferas de la existencia, concretados visualmente en emblemas que ilustran esta correspondencia entre los diferentes planos de lo real.
El siguiente paso fue preparar el plató con el fin de crear las siluetas necesarias para cortar las plantillas de metal en los tres formatos elegidos. Por una parte, los retratos y objetos a escala 1:1 para las películas 50×60 y 100×70 cm, trazando directamente el contorno de la sombra de la figura en una hoja de papel vegetal, a la manera de las máquinas para dibujar siluetas del siglo XVIII. Por otra, las siluetas para las placas 20x25cm y algunas de 100×70 cm, fotografiando a las personas a contraluz sobre un fondo blanco para imprimirlas después al tamaño necesario y emplearlas como plantilla para la chapa metálica de base. Lógicamente las hojas grandes implicaban un mayor grado de complejidad desde un punto de vista puramente logístico. Para poder procesar película de este tamaño tan poco habitual tuve que mandar fabricar cubetas a medida para evitar que se rayara la emulsión durante el revelado.
Paralelamente, empecé a realizar elementos anatómicos, como un brazo o un corazón, inspirado por las imágenes científicas de las ramificaciones fractales de los vasos sanguíneos, siguiendo con la tesis de las correspondencias.
Indagando en el estudio de la corriente sanguínea descubrí un insospechado punto de unión con otra de las vías de investigación de la serie, que se centraba en los emblemas alquímicos que ilustran el texto de Robert Fludd Utriusque Cosmi, Maioris scilicet et Minoris, metaphysica, physica, atque technica Historia. Este médico y alquimista del siglo XVII llegó a la conclusión correcta de que la sangre debía estar en circulación, basándose, paradójicamente, en la analogía central de su pensamiento: las correspondencias entre el macrocosmos y microcosmos asociado al concepto de Melothesia. Los esquemas destinados a explicar la formación del mundo de esta obra me sugirieron una nueva línea de creación más abstracta y simbólica, basada en formas geométricas. Decidí empezar por el círculo por sus múltiples lecturas metafóricas y por toda la carga alegórica a él asociada en las diferentes culturas humanas de todos los tiempos.
Llegados a este punto, una vez obtenidos los negativos, la siguiente fase del proceso era su positivado. Las placas pequeñas se ampliaron sobre papel Baritado. Su gran definición y baja sensibilidad permitían grandes tamaños sin grano aparente. Por otro lado, las hojas 50×60 y 100×70 cm se copiaron por contacto mediante la técnica decimonónica de la cianotipia. La sutileza de los azules oceánicos que proporciona, y la variedad de los matices y texturas, en combinación con el soporte adecuado, hacen, que los fondos lisos propios del sistema de descargas utilizado, adquieran un profundidad inigualable con otros métodos.
El resultado final es un conjunto de imágenes cuya esencia formal comparte la misma estructura de crecimiento fractal basado en la autosimilitud, caracterizada por una geometría básica –fragmentada o irregular– que se repite a diferentes escalas, tal y como lo definió Mandelbrot. En las obras presentadas -retratos de personas, fragmentos del cuerpo humano, rostros y formas vegetales generadas con fluido eléctrico- esta propiedad matemática del objeto geométrico actúa como metáfora del funcionamiento de lo real en los distintos niveles de su existencia, desde lo infinitamente grande hasta la minúscula estructura interna de nuestro cerebro, visibilizando la invisible energía que lo sustenta y cohesiona.
El Espai de fototografia Català-Roca organiza actualmente una exposición de este proyecto en el Xalet de la Casa Golferichs (Gran Via de les Corts Catalanes, 491, Barcelona), que puede visitarse hasta el próximo 3 de noviembre de 2018 –entrada gratuita–. Más información sobre el proyecto Melothesia en la web de Ricardo Guixà Frutos.