Las fotografías que no hemos podido hacer
Llevo varios días viajando de un lado para otro. Con sol y calor, con frío y con lluvia. Principalmente en carretera y siempre con la familia. Eso quiere decir una cosa, que he dejado mil fotos por hacer. Y aunque me duele, la mayor parte de las veces no me arrepiento. No pasa nada por dejar de hacer fotos.
Seguro que a todos nos ha pasado. Vemos la foto de nuestras vidas y no llevamos la cámara. O vamos conduciendo. O de copilotos y no podemos parar en ningún sitio al lado de la carretera para sacar ese sol que asoma entre las nubes e ilumina como nunca hemos visto el valle que se extiende ante nuestros ojos.
Son las fotos perdidas, las que nunca se hacen por diversas circunstancias ajenas a nuestros quehaceres fotográficos. Que sí, que siempre llevamos la cámara encima, con batería cargada (alguna vez hemos fallado)… pero hay momentos que se perderán para siempre en nuestras retinas.
El misterio de las fotos perdidas
Nunca, jamás, hay que arruinar nuestras vidas por una fotografía. De verdad que no merece la pena. Así que nunca recomendaré parar en medio de la carretera para hacer una fotografía. Solo en el remoto caso de que veas semejante escena cerca de un mirador o puedas dejar el coche en la cuneta en una carretera terciaria sin incumplir ninguna norma de tráfico. De hecho, estoy casi seguro que está prohibido hacerlo por motivos de seguridad.
Pero esos momentos perdidos, esas fotografías que nunca haremos, formaran parte de nuestra biblioteca visual para siempre. Y para eso sirven, para que aprendamos a mirar en cualquier momento y situación. Son nuestras imágenes privadas. Esas que vemos nosotros solos cuando vamos en el coche como conductores y parece que nunca hemos visto nada igual.
Jamás olvidaré una de mis rutas por los valles de Áliva. Iba con mi hija mayor en la mochila, dormida. De repente, en medio de la niebla, salieron varios caballos blancos. Empecé a hacer fotos, pero solo me quedaba espacio para dos en la tarjeta. Cuando fui a cambiar me di cuenta de que mi mochila fotográfica la llevaba mi mujer. Y ella estaba haciendo sus fotos más lejos.
No podía gritar porque despertaría a mi hija, y asustaría a los caballos. Así que solo podía mirar cómo se me iba cada momento con la niebla retirándose por el sol que empezaba a inundar todo. Un momento único que recordaré toda mi vida aunque no lo fotografié. Lo único que lamento es que mi hija no lo viera.
En el momento fue doloroso, pero con el tiempo aprendes que no tienes que estar siempre disparando. De hecho, lo que tienes que hacer con el paso del tiempo es hacer menos fotografías, seleccionar más cada instante.
Saber elegir
Y es que esto es en lo que consiste la fotografía. No hay que disparar en cada momento. No tenemos que recordar todo. Ni mucho menos compartirlo a todas horas. Solo lo bueno (si consideras que todo lo que haces en fotografía es bueno tienes un problema, pero esto es otra historia).
Hay una tendencia, más visible desde que el mundo es digital, que hay que enseñar todo lo que vemos y publicarlo. Ya no queda ninguna vivencia personal, única e intransferible.
Respecto a esta forma de pensar siempre nos viene a la mente el fotógrafo interpretado por Sean Penn en La vida secreta de Walter Mitty:
Si me gusta un momento, a mi no me gusta distraerme con la cámara. Me gusta solo estar en él. Quiero estar ahí, estar aquí.
Así que la próxima vez que te de rabia no hacer la foto, por la circunstancia que sea, date cuenta de que estas en primera fila y de que es el momento de disfrutar. La fotografía ya vendrá después. ¿Qué pensáis?
En Xataka Foto| Harto de los convencionalismos en la fotografía
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La noticia
Las fotografías que no hemos podido hacer
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Xataka Foto
por
Fernando Sánchez
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