‘La momia’, delirante piloto para el que puede convertirse en el serial pulp definitivo
Antes de las series de televisión que parecen cine, o de los universos compartidos de Marvel y DC, entre 1935 y 1945, fue la gran época de los seriales. Superhéroes, paladines espaciales, siniestros mad doctors y emperadores del mal como Fu-Manchú llenaban las pantallas capítulo a capítulo creando los cliffhangers necesarios para enganchar a los aficionados al fantástico. Puede considerarse el primer fenómeno geek del cine.
No por casualidad, la gran casa del terror clásico, Universal, no andaba a la zaga del fenómeno y con sus grandes iconos y monstruos del momento, aprovechó la coyuntura para hacer grandes sagas de cada uno de ellos y, más adelante, comenzaron los cruces. ‘Frankenstein y el Hombre Lobo’ (Frankenstein Meets the Wolf Man, 1943) o ‘La zíngara y los monstruos’ (House of Frankenstein, 1944) fueron grandes exponentes del monster mash, la ensalada de monstruos, en la que lo importante eran eso, las criaturas. Los humanos no importaban.
Sofia Boutella, nuevo icono del terror
Por ello, el mayor problema que tiene ‘La momia‘, lo irrelevante de sus personajes, mal construidos y con conflictos nada creíbles, pasa a un segundo plano por la misma razón. Estamos ante un regreso en toda regla del serial más ligero. Abraza la fantasía con el convencimiento de que ya nos sabemos todos los prolegómenos y va al grano. Es cierto que tiene un inicio raro, que tarda en aclarar el tono y que quiere ser demasiadas cosas a la vez, pero eso importa poco si somos conscientes de que es un primer capítulo de algo más grande.
La pareja protagonista es bastante imposible, Tom Cruise intentando ser gracioso no funciona. Tampoco es culpa suya el fallo de casting, pero es un profesional y se acaba mimetizando con el clima tontorrón de la propuesta. En sus momentos de aventura, el dúo protagonista parece recrear la ingenuidad trash de las películas de Alan Quatermainn de la Cannon y acaba resultando entrañable a su manera, gracias a que, ante todo, a pesar de que se notan operaciones de estudio y comité, ‘La momia’ es bastante petarda y autoconsciente.
Pero en Universal conocen su material, y saben que lo que importa son sus ídolos. Y si, digan lo que digan la Ahmanet de Sofia Boutella devuelve el porte perdido al monstruo. Diabólicamente morbosa, su recreación del mito de la momia es sinuoso, sexy e intimidante. Su “decoración” de tatuajes a lo ‘El más allá’ (Kwaidan, 1964), su doble pupila y su flequillo de suicide girl de ultratumba la convierten, por todo derecho, en heredera natural del trono de los iconos del terror clásico.
‘Dark Universe’ capítulo cero
Cuando Ahmanet camina por Londres, absorbiendo la esencia de los cuerpos de los mortales, es imposible no pensar en ‘Lifeforce, fuerza vital‘ (Lifeforce, 1985)’ y esa letal y deslumbrante Mathilda May desnuda, absorbiendo energía para dejar cascarones balbuceantes. Además, la obra de Tobe Hooper, también transcurría en un Londres lleno de muertos vivientes, donde aquí, nuestra momia funciona como nigromante, manejando a acólitos que podrían ser los muertos sin ojos de la saga de los templarios de Amando de Ossorio.
Claro que prácticamente todas las criaturas están hechas con CGI, pero afortunadamente, los resultados son notables y funcionan a la perfección, por ejemplo, en una de las mejores secuencias: una persecución submarina que recuerda a la de la gran ‘Golpe en la pequeña china’ (Big Trouble in Little China, 1986). Y no nos desviamos en el tono al mentar a ese Carpenter inclasificable, cuya absurda mezcla de géneros (acción, humor idiota y terror) parece casar bien con el revuelto que propone Alex Kurtzman.
También tiene otros guiños por doquier, como cierta idea de ‘Un hombre lobo americano en Londres’ (An American Werewolf in London, 1981), pero en dónde ‘La momia’ realmente abre el apetito es en el establecimiento de una base para lo que puede ser el serial de monstruos más delirante desde los cómics de ‘La Tumba de Drácula’: aquellas historietas al cobijo de Marvel, en las que los malos eran los protagonistas y las líneas de gris entre los héroes se hacían tibias.
Esa organización encargada de contener el mal, dirigida por un Señor Hyde yonqui, interpretado con sorna por un adecuado Russell Crowe, parece salida de las páginas de una de las colecciones de cómic de terror pulp de Mike Mignola y, efectivamente, aprovecha el camino abierto por el ‘Hellboy’ (2004) de Del Toro, para prometer un universo oscuro sin complejos, lleno de dioses y monstruos, objetos míticos, ocultismo de tebeo y épica de tenderete. Yo estoy dentro.