La historia de la pluma y el martillo que un astronauta dejó caer en la Luna en homenaje a Galileo
Hay anécdotas de las misiones espaciales que quedan en cierto segundo plano y que vale la pena recordar, como aquella de la foto que el astronauta Charlie Duke dejó en la Luna. Pero lo que hizo el comandante David Scott en la misión Apolo 15 no fue dejar un recuerdo allí, sino hacer un homenaje a Galileo en la superficie lunar.
Galileo Galilei fue un importante científico en a finales del siglo XVI y principios del XVII, sobre todo en los campos de la física y la astronomía. Labor que en su momento ni le fue fácil ni agradecida del todo, y que más de 300 años después se vio homenajeada a más de 380.000 kilómetros de su Italia natal por uno de los afortunados seres humanos que ha pisado la Luna, y de una manera muy curiosa.
Ciencia en directo desde la Luna
Cuando el ser humano notó que se quedaba pequeño el globo terráqueo y decidió salir del mismo, las leyes de la física ya estaban asentadas y en lo que respecta a dinámica y cinemática lo que quedaba era aplicar las fórmulas y que saliese todo bien. Pero una vez logrado esto y alunizado, Scott tenía un pequeño as mediático en la manga.
En la Luna hay una gravedad más débil (un sexto de la aceleración de la de la Tierra), pero lo que no hay es atmósfera, y por tanto no hay resistencia del aire. Por tanto se cumplen las condiciones para que ante una caída no haya una fuerza de resistencia por parte del aire, y por tanto dos objetos soltados desde la misma altura deberían tocar el suelo a la vez.
Para demostrarlo, Scott tomó un martillo de geólogo de 1,32 kilogramos y una pluma de halcón de unos 30 gramos. Sostuvo ambos a la misma altura (unos 1,6 metros) y los dejó caer, cumpliéndose lo que según la física debería pasar (y mostrándolo en directo por televisión).
En mi mano izquierda tengo una pluma, en mi mano derecha tengo un martillo. Supongo que una de las razones por las que hemos podido llegar aquí es gracia a que un caballero llamado Galileo hizo un descubrimiento muy significativo sobre la caída de objetos en campos gravitatorios, y qué mejor lugar para confirmar sus hallazgos que en la Luna.
Así que pensamos en demostrarlo aquí para vosotros [el público] (y la pluma tenía que ser de halcón, por nuestro Falcon [uno de los módulos de la misión]). Los voy a soltar desde aquí arriba y, con suerte, caerán al suelo al mismo tiempo [los deja caer]. ¿Qué os parece? Galileo tenía razón.
El simpático homenaje fue incluso incluido en el informe de la misión, aunque en tono de humor explicando que haber observado la comprobación era algo «tranquilizador» dado que el viaje de regreso estaba basado concretamente en el hecho de que esa teoría fuese válida, dado que era la primera misión que volaría una trayectoria a la Luna que no era de retorno libre.
Un poco de contexto histórico (lo justo)
Para entender la relevancia de lo que planteó Galileo hemos de pasarnos primero por la Antigua Grecia para encontrarnos con lo que teorizaba Aristóteles. Para el polímata, la velocidad de caída de un cuerpo era más o menos constante y proporcional a la masa a partir de cierto punto, con lo cual podría explicarse que los cuerpos más pesados cayesen más rápidamente que los más ligeros.
La idea no es correcta; un cuerpo sufre aceleración constante en su trayectoria de caída en casi todo momento si no ha alcanzado su velocidad límite de caída. Pero en el momento fue la mejor manera de explicar la caída libre, y se quedó hasta que alguien planteó algo correcto, lo cual no pasaría hasta siglos después.
Concretamente un poco antes del año 1600, cuando el científico italiano postuló la idea de la aceleración constante en la caída (la gravedad), que era la misma para todos los cuerpos si se anulaba la fricción o resistencia que oponía el aire. Es decir, dos cuerpos caerían al mismo tiempo independientemente de su peso si se soltasen desde una misma altura y en ausencia del aire.
El siglo XVI-XVII no era una época de gran acogida para lo nuevo con la Inquisición aún activa, y menos cuando defiendes el heliocentrismo, aunque (afortunadamente) ya se exigía algo más de rigor en el ámbito científico que en épocas anteriores (como la de Aristóteles). Pero la dificultad añadida que tenía Galileo era la imposibilidad de crear esta condición de vacío, teniendo que demostrarlo con pendientes y mediciones.
Se dice, se comenta, se rumorea es que hizo un experimento desde lo alto de la Torre de Pisa demostrando que caían al mismo tiempo, pero de esto no hay constancia y como sí la hay del de uno de sus rivales, el astrónomo Giovanni Battista Riccioli, que realizando el experimento (en la torre Asinelli de Bolonia acabó dándole la razón.
Porque te lo debemos, Galileo
Si Galileo nos suena es porque su aportación a la ciencia fue clave para el progreso en la misma, tanto por sus trabajos como por el hecho de favorecer la consolidación del método científico. Fue tan valiosa que con esta historia del experimento frustrado el comandante Scott decidió dedicarle este curioso y entrañable momento.
Así, como antes hemos comentado, fue en la misión Apollo 15, la cual de por sí fue bastante especial e importante por este aspecto de la trayectoria de no retorno y al contar con vehículos mejorados que permitieron estancias más prolongadas (unos tres días, cuando en la anterior se estuvo algo más de un día y medio), siendo de hecho la primera misión que tuvo un Lunar Roving Vehicle (un todoterreno) recorriendo 28 kilómetros con él.
Justamente es durante estos días el 46º aniversario de la misión, dado que ocurría desde el 26 de julio hasta el 7 de agosto de 1971, así que no está nada mal recordar su relevancia y este simpático y científico homenaje.
Imágenes | Archivo del Apollo 15 (NASA)
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La noticia
La historia de la pluma y el martillo que un astronauta dejó caer en la Luna en homenaje a Galileo
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Xataka
por
Anna Martí
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