La Cara B de Philip Lorca diCorcia
Pocos artistas cuentan con un trabajo tan visualmente potente y revolucionario como el del Philip Lorca diCorcia (1953). Con series como ‘Heads’ (1999-2001), le otorgó una nueva capa de profundidad a la tan manida fotografía de calle. Para ello, se sirvió de flashes colocados en Times Square (Nueva York), que eran disparados por radio frecuencia y pasaban desapercibidos por parte de los fotografiados.
De esta manera, conseguía aislar a los retratados del entorno, con un fondo muy subexpuesto, que proporcionaba a la imagen una estética casi de estudio. Una manera muy original de extraer a las personas de la ciudad, respetando la espontaneidad del momento, pero dándole un matriz de teatralidad a la imagen. DiCorcia juega así con la ficción y la realidad, en un catálogo de tipos de la sociedad contemporánea, que se muestran ante nosotros en actitud reflexiva.
Como curiosidad, hay que señalar que uno de los retratados, concretamente un judío ultraortodoxo llamado Erno Nussenzweig, vio la fotografía tres años después de haber sido realizada y le denunció por uso ilegal de su imagen. La sentencia creó un importante precedente, ya que dio la razón a diCorcia, al dictaminar que se trataba de un uso artístico de una fotografía realizada en la calle, no comercial, y por lo tanto protegido por la libertad de creación y la Primera Enmienda, aunque se hubiera tomado sin su permiso.
La manera de trabajar de diCorcia es siempre la misma: “Muchos de los proyectos que realizo siguen una metodología. Si estoy trabajando en la calle, por ejemplo, lo hago de la misma manera. Decido dónde sacar la foto, pongo las luces, coloco mi cámara en el trípode y espero. Pero no me paseo buscando que suceda algo. No puedo cambiar una situación.”
Años antes ya había realizado otra exitosa serie, que le colocó en el panorama fotográfico internacional. Se trataba de Hustlers (1990-1992), donde retrató a jóvenes que ejercían la prostitución. El contexto sigue siendo también la calle, pero esta vez se trata de imágenes posadas, donde la fotografía irradia un aire cinematográfico, en el que la luz y el fondo han sido seleccionados y probados previamente.
Los hombres fueron encontrados en Boystown, una zona de Hollywood donde se ejercía la prostitución en esos años, y que se convirtió en una especie de sumidero donde jóvenes que habían llegado a la meca del cine con el sueño de la fama y el dinero, acababan vendiendo su cuerpo por unos dólares. DiCorcia les pagó por posar, como si fuera un servicio sexual, y para más inri, el dinero salió del gobierno norteamericano, que le financió el proyecto con una beca. En ese juego de precio, mercancía, prostitución y obra artística, hasta el propio precio aparece en el título de la obra. Mis fotografías son documentales cinematográficos de la vida real. De hecho son escenificaciones, ha afirmado diCorcia.
Las influencias de Philip Lorca diCorcia siempre han caminado entre la fotografía clásica y sus grandes nombres, y el cine y la imagen publicitaria. En otros proyectos como ‘Streetwork'(1993-1999), dirige la mirada nuevamente a la calle, esta vez con espacios más amplios que en ‘Heads’, pero aportando de igual manera el toque de artificiosidad del flash. ‘Lucky Thirteen‘ (2003-2004), en cambio, es un trabajo puramente de interior, con flash también, pero donde las bailarinas de pole dance que aparecen, están actuando para el artista.
Tal vez podríamos ver también un recuerdo de ‘Hustlers’, al posar desnudas o semidesnudas, con todas las connotaciones que puedan desprenderse de ello, y también cierto toque de irrealidad en las instantáneas. Poses de esfuerzo, bellas y sensuales, con una iluminación cuidada de mucho claroscuro, pero un entorno con cierta sordidez, donde asoman las botellas y la decoración de este tipo de clubes.
Su última serie, ‘East of Eden’ (2008), es una muestra de toda la desolación que recorrió a la sociedad norteamericana tras la caída de Lehman Brothers y la crisis económica sufrida. A diferencia de sus anteriores trabajos, aquí recoge fotografías escenificadas, junto a paisajes y detalles, dando una impresión general de profunda melancolía y amargor.
Podría recordar, en este sentido, a esos grandes autores que han retratado de forma magistral ese lado más oscuro de la sociedad norteamericana, como Joel Sterneld, Richard Misrach o Alec Soth. Muy icónica esa imagen donde un cowboy –nada más simbólico de Estados Unidos–, llega a un presuntamente bello paisaje, pero que si nos fijamos ha sido arrasado por un incendio.
Un autor tan atractivo en el plano visual, es raro que no hubiera sido tentado por el mundo publicitario o comercial. Y diCorcia nos ha dejado un buen número de colaboraciones, donde su impronta personal está muy presente. Especialmente destacable es su trabajo para la revista W Magazine, que comenzó en 1997 y que se ha prologado durante varios años. A medio camino entre la fotografía artística y la moda, encontramos un buen puñado de variadas imágenes, con su personal aire cinematográfico, y donde, como no podía ser menos, las fotografían juegan siempre con la ambivalencia y los significados polisémicos.
Escenas muy teatralizadas, donde nos encontramos en medio de una historia no resuelta cuyo argumento sólo podemos intuir. Nada es dejado al azar, los detalles, los gestos, la iluminación, el juego de diCorcia al utilizar diferentes capas es genial. Si en su trabajo personal es más austero, dentro del increíble talento que posee para crear brillantes atmósferas, aquí, con un equipo de producción detrás, da rienda suelta a su imaginación con una increíble fuerza.
Atractivo, arriesgado, siempre dando un nuevo sentido a géneros fotográficos tan exprimidos como la street photography, Philip Lorca diCorcia es uno de esos autores indispensables dentro de la imagen contemporánea. Un maestro del que aprender originales enfoques y formas de contemplar la realidad, y capaz de estimular la imaginación de las nuevas generaciones de fotógrafos y de todo aquel que contemple sus obras.