Fujifilm X-H1 – Prueba de campo
La llegada de la Fujifilm X-H1, con estabilizador en el cuerpo e importantes progresos en grabación de vídeo, la sitúa un escalón por encima de la X-T2 y amplía las opciones para los fotógrafos profesionales que están pensando cambiar al sistema sin espejo.
La toma de contacto que realizamos en Portugal nos sirvió para obtener unas primeras impresiones que ya nos dejaron buen sabor de boca. Ahora hemos convivido unos días con ella sometiéndola a situaciones reales para ver hasta dónde pueden llegar estas mejoras.
Diseño y manejo
Las cámaras sin espejo llegaron con su tamaño reducido y peso liviano como argumento de ventas frente a las corpulentas réflex. No obstante, a medida que se van incorporando al ámbito profesional, se les demanda consistencia y agarre.
Por eso, los ingenieros de Fujifilm han escuchado estas demandas y aumentado el tamaño de la X-H1 con respecto a la X-T2, primero para alojar el estabilizador pero también para mejorar la ergonomía y, sobre todo, el agarre.
Por eso, lo primero que apreciamos al tomar entre manos este nuevo modelo es su sobredimensionado aspecto, mucho más rotundo y consistente que la X-T2, donde la empuñadura ha crecido de manera considerable para facilitar sobremanera el manejo con objetivos grandes.
En consecuencia, también aumenta el peso. De hecho, el equipo probado, con empuñadura –VPB-XH1–, teleobjetivo pro – Fujinon XF 50-140 mm f/2,8 R LM OIS WR– y duplicador –XF 2x TC WR– llega a los 2,4 kg –baterías incluidas–, con lo que se acerca peligrosamente al lastre de los equipos réflex.
Se escuchan acusaciones de reducir así las distancias con sus principales adversarias y perder la ventaja que tenían frente a éstas, aunque hay que recordar que un equipo similar con espejo sigue pesando aproximadamente casi un “kilo” más: réflex APS-C profesional con baterías, 1 kg; teleobjetivo profesional de máxima apertura constante f/2,8, 1,5 kg; empuñadura extra sin batería, 400 g; duplicador 2x, 325 g; total, 3,2 kg.
Este aumento de peso se debe, además de la incorporación de nuevos elementos –como el mencionado estabilizador– al reforzado del cuerpo de aleación de magnesio que ha aumentado su densidad en un 25 % para mejorar la resistencia a los golpes, arañazos y a las temperaturas extremas –el fabricante garantiza su comportamiento hasta -10º–.
Aparece, además, otra novedad de agradecer: la pantalla superior –igual que en la GFX 50S de formato medio– con la información principal de la toma; un panel LCD monocromo de gran utilidad. Para incorporarlo ha habido que suprimir la rueda de compensación de exposición pero no se echa de menos, pues junto al disparador se ha colocado un pequeño y accesible botón que, en combinación con los diales delantero y/o trasero, realiza la misma función.
Se mantiene, sin embargo, la peculiar configuración de la pantalla trasera con ángulos de giro que facilitan ángulos de visión bajos con la cámara tanto en horizontal como en vertical pero que no permite elegir por completo la posición deseada. Este sistema garantiza la rigidez y, por tanto, fiabilidad, pero no tanto el uso. Incorpora funciones táctiles pero sólo para elegir el punto de enfoque y disparar pero no para manejar los menús –salvo para controlar el vídeo en modo silencioso–.
A cambio se ha mejorado la calidad del visor electrónico que, con una resolución de 3,69 Mpx, factor de ampliación de 0,75x, refresco de 100 fps y casi inapreciable retardo, ofrece una experiencia de visión muy similar a la de un visor óptico.
En el exterior y manejo, pocas novedades más respecto a su compañera X-T2. Se mantiene la similitud en los menús, la multitud de botones personalizables y los controles principales en el exterior con diales mecánicos para cambiar el modo de disparo, el ISO, la fotometría o la velocidad. Disponemos también de botón AF-ON.
La empuñadura vertical extra utilizada para esta prueba de campo mejora el agarre con la cámara girada y aumenta la autonomía, pues en su interior permite alojar dos baterías de las cuales la cámara utiliza energía constantemente cuando la necesita y no sólo como recurso. Este extra aumenta, no obstante, considerablemente tamaño y peso del conjunto por lo que antes de usarla recomendamos plantearse si realmente se necesita.
Rendimiento y calidad de imagen
La Fujifilm X-H1 integra un sensor CMOS tamaño APS-C de la última generación X-Trans con 24 Mpx de resolución sin filtro de paso bajo. Las imágenes resultantes se corresponden con las que estamos acostumbrados a ver en otras cámaras de la familia X: una latitud amplia con detalles en sombras y luces y un color intenso.
Las posibilidades del sensor se complementan con la potencia del procesador X Pro que, entre otras funciones permite alcanzar un valor de ISO máximo de 12.800 ampliable hasta 51.200 con un nivel de señal ruido muy aceptable incluso a valores máximos, como puede observarse en la muestra adjunta.
Estos buenos resultados se aprecian tanto en el archivo RAW como en el procesado JPEG que realiza la cámara, donde agradecemos encontrar un ruido natural y bastante orgánico en vez del, por desgracia, habitual sobreprocesado con efecto acuarela. Obviamente, estos efectos satisfactorios se mejoran con una buena fuente de luz, aunque incluso en condiciones pobres se mantienen.
El mismo procesador se encarga de aprovechar al máximo el rendimiento del equipo y conseguir, por ejemplo, una ráfaga máxima de 14 fps cuando se utiliza el modo de máximo rendimiento (boost). Esta velocidad máxima, no obstante, se ve mermada cuando por la insuficiencia del búfer para almacenar gran cantidad de datos. Al menos cuando, como en nuestro caso, guardamos los archivos en RAW + JPEG.
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Utilizando una tarjeta de clase II de 100 Mbps por escritura, tras la segunda o tercera ráfaga, no sólo se ralentizaba la velocidad sino que comenzábamos a apreciar un molesto y prolongado blackout que nos impedía seguir con precisión el movimiento de aves en vuelo, una de las partes de nuestra prueba de campo.
Fotografiando deporte, otra parte importante de esta prueba, no tuvimos que lamentar la poca capacidad del búfer ya que rara vez nos vimos en la necesidad de prolongar tanto un disparo. En la mayoría de escenas observadas, bastaba con una o dos ráfagas para captar la jugada interesante por lo que no sufrimos el problema antes mencionado.
Ya que hablamos de deporte, resulta de gran utilidad el filtro antiparpadeo para prevenir las oscilaciones de las lámparas de descarga, habituales en pabellones cubiertos. Gracias a él se logra estabilidad en la exposición y en el color incluso durante las comentadas ráfagas.
Seguimos sin salir del polideportivo para poner a prueba el enfoque de la X-H1 y para ello nos enfrentamos a varias disciplinas con sus correspondientes peculiaridades. Por una parte, un entrenamiento de patinaje en pista cerrada con luz escasa; un partido de fútbol americano, otro de fútbol europeo y uno más de béisbol. Además, también intentamos, como antes se dijo, el seguimiento de aves en vuelo.
En cada caso hemos obtenido una experiencia diferente y no siempre plenamente satisfactoria. Este nuevo modelo de Fujifilm cuenta con 91 puntos de enfoque –ampliables a 325– distribuidos, fundamentalmente, por el área central del sensor y que combinan la detección de fase con el enfoque por contraste. En principio, suficientes para la mayoría de los casos.
Se ha ampliado el rango de detección de fase con escasa iluminación en un paso y medio –ahora llega hasta -1EV–, aunque cuando las condiciones de luz disminuían bastante hemos observado que a veces le costaba encontrar el foco.
El AF continuo cuenta con un menú completo para configurarlo al gusto o necesidades de cada situación. En él se puede establecer la sensibilidad de seguimiento, la velocidad de movimiento del sujeto o el cambio de zona de éste dentro del encuadre. Para facilitar la tarea vienen cinco opciones prefijadas igual que ya viéramos en la X-T2.
En cuanto al comportamiento del sistema, nos encontramos con una respuesta muy similar a la que ya observamos en aquel modelo: buena capacidad de seguimiento una vez que se ha localizado el sujeto, incluso si se cruzaban obstáculos. Lamentablemente, para obtener estos buenos resultados conviene mantener el sujeto en el área central del encuadre. Además –con demasiada frecuencia– hemos perdido algunos momentos porque a la cámara le costaba encontrar y enfocar el motivo en movimiento que deseábamos. Hemos probado con diferentes configuraciones siempre con resultados parecidos.
La X-H1 cuenta con una utilidad bastante práctica que consiste en ampliar la zona sobre la que queremos enfocar. Esta función resulta muy conveniente cuando queremos enfocar sujetos estáticos pero no nos parece tan eficiente con sujetos en movimiento por la velocidad con la que suceden los hechos fuera de la cámara.
Antes de terminar de hablar del enfoque, recordar que resultan de gran ayuda para facilitar el trabajo los botones de AF-ON y el joystick para elegir el punto de enfoque –aunque agradeceríamos algo más de agilidad la respuesta del movimiento de los puntos–.
Aunque, sin duda, la principal aportación de la X-H1 a la familia Fujifilm, la encontramos en el estabilizador de 5 ejes en el cuerpo que aparece por primera vez en este modelo. Cuenta con acelerómetros y detectores de giro que, con la ayuda de un procesador dedicado, realiza 10.000 cálculos por segundo para corregir las trepidaciones indeseadas.
En la práctica, nos ha sorprendido llegar a realizar fotografías a pulso con tiempos de obturación inusitadamente prolongados como 1/4 s o 1/8 s, más aún teniendo en cuenta que en todo momento hemos utilizado un teleobjetivo.
Para lograr estos resultados, además del estabilizador, se ha dotado al obturador de la X-H1 de una suspensión que absorbe los impactos del obturador mecánico para, de este modo, minimizar el riesgo de trepidaciones. Este sistema, además, reduce el ruido hasta el punto de lograr un disparo, si no completamente silencioso, sí muy discreto, lo que se agradece fotografiando naturaleza o espectáculos.
El tacto del disparador también facilita estas tomas con tiempos imposibles ya que tiene la sensibilidad óptima para lograr una respuesta inmediata sin llegar a sufrir disparos indeseados.
A la conexión Wi-Fi habitual ya en todos los modelos de la serie X, la X-H1 incluye la conexión vía Bluetooth 4.0. De hecho, cuando se enciende por primera vez la cámara, aparece un mensaje que invita a sincronizarla con el teléfono. De este modo, ambos dispositivos quedan ya emparejados para agilizar la comunicación cada vez que deseemos disparar desde el terminal móvil o descargar imágenes de la cámara a éste.
Mediante cable se comunica a través de USB 3.0 y se agradece encontrar en la caja un pequeño accesorio que asegura el cable a la cámara para los trabajos en estudio donde deseamos trabajar conectados a un ordenador.
Lástima que el software ofrecido por Fujifilm para el disparo remoto desde el ordenador resulte excesivamente simple; permite importar las fotos directamente pero no cambiar los valores o disparar desde el ordenador. Serían de agradecer futuras actualizaciones que mejorasen esta interesante utilidad. Mientras, habrá que conformarse con los programas que el fabricante ofrece como opción para realizar estas funciones.
La autonomía continúa siendo uno de los inconvenientes para el uso profesional de la familia X. Se certifican unos 300 disparos, aunque durante nuestra prueba de campo hemos logrado estirar bastante esta cifra. Con la empuñadura vertical extra, donde se alojan dos baterías más, la autonomía deja de suponer un problema, pudiendo afrontar sesiones de más de 1.000 disparos.
Vídeo
Con permiso del mencionado estabilizador, los principales avances de la X-H1 van para este apartado donde, además de la grabación 4K, se incluye un F-Log interno de 8 bits o un estilo de imagen denominado “Eterna” pensado precisamente para grabaciones de vídeo –aunque perfectamente válido para otorgar aspecto fílmico a las fotografías–. Este nuevo estilo se distingue por ofrecer imágenes de colores tenues y contrastes suaves con detalle en las sombras.
En 4K permite una tasa de bits de hasta 200 Mbps y en Full HD capturas de hasta 120 fps para imágenes a cámara lenta 2x, 4x o 5x. Al tiempo, se ha incluido la función de código de tiempo para mejorar la sincronización del audio en los rodajes.
El micrófono integrado ofrece una calidad de grabación de 24 bits a 48 KHz. Aun así, cuenta con entrada mini-jack para conectar micrófono externo. Le falta, en cambio, salida de auriculares para monitorear la grabación de audio que sólo encontramos en la empuñadura extra pero no en el cuerpo de la cámara.
Cuenta con una opción de grabación silenciosa que permite variar los controles principales –apertura, obturación e ISO o balance de blancos entre otros– a través de la pantalla táctil. Incluye, así mismo, una función de recorte para ofrecer la cinematográfica relación de aspecto 17:9.
Incluye intervalómetro programable para poder realizar secuencias de time-lapse desde el menú de fotografía y, por tanto, a resolución plena.
Comparada con…
La Fujifilm X-H1 encontrará su principal competidora sin salir de casa: ¿X-T2 o X-H1? nos preguntaremos con razón. Si se va a utilizar la cámara fundamentalmente para la toma de fotografías, la X-T2 ofrece casi lo mismo -en términos de calidad de imagen– que la que aquí probamos en un cuerpo más ligero aunque menos robusto.
Partidarios habrá de una tipología o de la otra; cuestión de gustos y necesidades laborales. Tampoco hay que olvidar la importante incorporación del estabilizador cuya utilidad también habrá que plantearse antes de tomar la decisión por uno u otro modelo.
Si además de fotos pensamos grabar vídeo, la decisión parece mucho más clara a favor de la X-H1 pues la escasa diferencia de precio compensa con creces las aportaciones de este modelo. De hecho, la versión grafito de la X-T2 cuesta lo mismo que la X-H1.
La respuesta, por tanto, no parece fácil. Más aún si incluimos en la lista modelos de otras marcas pues, aumentando el presupuesto unos pocos euros podemos plantearnos pasar al sensor de “formato completo” (24×36 mm) y barajar la opción de la recién llegada Sony α7 III, también estabilizada en cuerpo y que tan buenas impresiones nos causó en la primera toma de contacto.
Para aquellos que buscan funciones de vídeo todavía más específicas, no hay que olvidar la Panasonic Lumix GH5, que también cuenta con un sistema de estabilización en el cuerpo.
En el ámbito réflex la competencia queda mucho más difusa pues, salvo las Pentax, no hay ningún modelo que ofrezca estabilización en el cuerpo pero éstas no permiten grabar vídeo de forma nativa en 4K. Opción que, en esa gama de precio, sólo encontramos en las Nikon D7100 y D500 pero, como decíamos, sin estabilizador.
Conclusiones
La Fujifilm X-H1 se presenta como una evolución de la X-T2 añadiendo a lo bueno que este modelo ya aportaba, mejoras importantes en solidez, ergonomía y estabilización. Para lograrlo ha tenido que aumentar tamaño y peso, algo que algunos agradecerán y otros lamentarán.
La calidad de imagen, igual que en toda la familia X, queda fuera de toda duda; mejorada en circunstancias límite con la aportación del estabilizador. Nos ha gustado menos la respuesta del foco o la capacidad del búfer aunque no llega a suponer un problema en la mayoría de situaciones a las que puede enfrentarse esta cámara.
La X-H1 ha querido apostar con fuerza para ganar espacio en el terreno del vídeo pero lo tiene difícil por la competencia feroz en este campo y en esta gama de precio. Por ello pensamos que sólo atraerá las miradas de quienes ya usen el sistema X y quieran rentabilizarlo o de quienes sólo vean en la imagen en movimiento un complemento de su quehacer.
A favor encontramos su precio de aproximadamente 1.900 € –y, por tanto, por debajo de la barrera psicológica de los 2.000 €– así como la versatilidad de uso para una amplia variedad de situaciones. En su contra, acusa el hecho de participar en un segmento muy reñido donde el resto de los competidores también aportan muchos y buenos argumentos. Habrá que esperar para ver la acogida de este modelo entre los profesionales.