Ficción versus realidad – Las ventanas del Madrid Photo Fest
Después de la decepción que supuso ARCO y su casi inexistente oferta fotográfica, esperaba con ganas la primera edición del Madrid Photo Fest. Probablemente todos los que hayáis estado en ambos eventos os estaréis preguntando: ¿y qué tiene que ver ARCO con Madrid Photo Fest? Pues evidentemente nada, pero que no haya que mezclar churras con merinas no significa que no se eche de menos a las ovejas en general. Así que quería fotografía. Como fuera, pero fotografía en vena.
Me presenté el viernes por la mañana en el espacio Harley, sede de esta primera edición, con el catéter preparado para que me enchufaran ese “lo que fuera”. Y resultó que “lo que fuera” era además de muchísima calidad. Stands donde las diferentes marcas presentaban sus novedades, exposiciones, talleres y coloquios. La información se complementaba con la didáctica. Un par de food trucks le otorgaban al patio un look berlinés que rompía con una disposición más sobria en el interior.
La mañana estaba animada. A las 10:00h comenzaba el taller de Eugenio Recuenco, probablemente el fotógrafo de moda español más importante de la actualidad, y su presencia se adivinaba ya por el nerviosismo de muchos fotógrafos jóvenes que atisbaban dentro del camerino donde Recuenco y su equipo se preparaban antes de la charla.
Recuenco comenzó puntual con la proyección de su trabajo y dio un par de consejos sobre cómo conseguir el efecto pictórico de las fotografías –fundamentalmente subir el ISO para lograr romper con la nitidez propia de lo fotográfico y crear la ilusión de que una única luz ilumina la escena–. Después se dispuso a realizar una de sus fotografías en directo. “Esperad a que termine la proyección. Yo estaré preparando el set“, dijo. Inevitablemente las cabezas se giraron, la gente abandonó la proyección y siguió su figura alta hasta donde se habían construido las paredes de una habitación. Resultaba curioso el silencio que envolvía el espacio; un silencio casi de adoración; más teniendo en cuenta que ver colocar un set requiere de cierta paciencia por parte del observador.
A las 11,30h Recuenco decidió hacer un descanso y yo bajé a la planta baja donde el fotoperiodista Manu Brabo daba una charla. No había descendido el último peldaño cuando escuché “Los que disparan desde lejos son unos gilipollas“. Casi se me cae el café al suelo –el café, por cierto, estaba sorprendentemente bueno–. Manu, que estuvo preso en Libia en el año 2011 bajo el mandato de Gadafi y que ha sido premio Pulitzer, estaba haciendo referencia a la famosa frase de Robert Capa “Si una foto no es lo bastante buena es que no has estado lo suficientemente cerca“. Manu aclaraba que esa cercanía no debía ser sólo física, sino también personal.
En la planta de arriba, Recuenco invertía horas en crear la iluminación perfecta para una de sus fotografías pictóricas. En el camerino, el maquillador aconsejaba un producto que era una maravilla y que costaba sólo cinco euros –el maquillaje y yo nunca nos hemos llevado bien y no entendí la marca a la que se refería, ya lo siento–. Abajo, Manu Brabo sacudía conciencias. “Los estáis dejando morir“, decía al referirse al medio millón de muertos que se ha llevado la guerra de Siria. “Y ni siquiera pueden enterrar a sus muertos de día“. Contó cómo las familias sirias tienen que enterrar a sus fallecidos durante la noche por miedo a los bombardeos. Por el día, les bombardean. Por la noche, les bombardean también, pero algo menos. ¿Y vosotros tenéis miedo de que un loco se inmole con un cinturón de explosivos?
“Los que disparan desde lejos son unos gilipollas”
Manu Brabo
Recuenco escenificaba, Brabo espoleaba la verdad: “Me toca los cojones que digan que mis fotos son bonitas“. “Hay que componer bien el encuadre“, afirmaba Recuenco. Pensamiento contra instinto. La escenificación contra el instinto decisivo.
Y como las casualidades son el arma de la vida para romper el absurdo, me gustaría dejar a los lectores dos fotografías muy similares, pero que esconden realidades muy distintas y que resumen perfectamente la paradoja que el espacio Harley albergó el viernes.
La primera pertenece a los minutos anteriores al comienzo del taller de Eugenio Recuenco. Un falso desconchado servía de ventana al camerino. Era por ese desconchado por el que los fotógrafos jóvenes miraban, ansiosos, antes del comienzo del taller. Allí, tras ese ventana, se creaba la ficción.
La otra es de Manu Brabo. En ella se pueden ver los restos de Sirte tras semanas de los enfrentamientos entre los rebeldes y el ejército libio. Se trata esta última de la brecha que se abre en la realidad cuando la realidad misma se impone. Lo real traumático, como lo llaman los teóricos. Estas dos imágenes recogen dos de las teorías de los medios: el medio como ventana –como reflejo fiel del mundo– y el medio como espejo –como reflejo deformado–. Es decir, realidad contra ficción. Según unos, la fotografía nos permite asomarnos a la realidad. Según otros, la modifica.
Dos ventanas diferentes, pero ventanas al fin y al cabo que se constituyen como metáfora de dos aproximaciones muy distintas a la fotografía y que, en mi caso, me dieron el oxígeno que me faltó en ARCO.