'Fences', recital interpretativo
Quedan apenas unos días para que se anuncien los ganadores de los Oscar en una gala comandada por Jimmy Kimmel. Todo apunta a que ‘La ciudad de las estrellas – La La Land’ va a arrasar y llevarse para casa la estatuilla en casi todas las categorías en las que está nominada, pero por ello no hay que dejar de lado el visionado del resto de candidatas, ya que ganar ese popular premio no equivale, ni mucho, a que sea la mejor de las nueve aspirantes.
‘Fences’ es el único de esos nueve títulos que aún no se ha estrenado en España, lo cual se solucionará a partir de este próximo viernes 24 de febrero. Se trata además del tercer largometraje dirigido por Denzel Washington, quien, como ya sucediera en la obra de teatro original, también lidera su reparto junto a Viola Davis. Como era de esperar, los dos están impresionantes en sus papeles, muy por encima de una película muy estimable, pero no brillante.
Una efectiva forma de lidiar con sus limitaciones teatrales
En toda adaptación de estas características surge siempre el miedo de encontrarnos una obra de teatro filmada con mayor o menor pericia, una limitación muy importante de la experiencia cinematográfica. En el caso de ‘Fences’ sí que el escaso número de escenarios -y también de personajes- nos lleva a eso, pero sería injusto comentar sin más que estamos ante otro caso así, ya que Washington sabe cómo dar el dinamismo necesario a la primera hora para compensarlo y que y nos centremos en conocer a los protagonistas.
Durante esos minutos se incide en multitud de problemas comunes a los afroamericanos de la época y cómo eso ha moldeado la personalidad de Troy, un basurero que tiempo atrás fue un gran jugador de béisbol que, según él, nunca llegó a tener una oportunidad profesional por las reglas sociales de la época. Sin embargo, eso no le ha quitado ni un ápice de encanto, algo que va matizándose de forma progresiva para ver que nada es realmente lo que parece.
De esta forma, Washington engancha al público centrándose primero en canalizar su innegable carisma para que empaticemos con él, optando incluso por un tono ligero pese a las dificultades a las que ha de hacer frente a diario. No obstante, eso es soalmente el punto de partida de la obra original de August Wilson, que también adaptó él mismo antes de fallecer en 2005 -algo me dice que tampoco hicieron cambios al respecto y eso se nota en ocasiones-, en el que ya vemos detalles un poco turbios, en apariencia casi anecdóticos, pero pronto descubriremos que no es el caso.
De hecho, Washington saca partido de ese estatismo propio del teatro para vincularlo a una presencia cada vez mayor del drama, centrándose cada vez más en los personajes -y eso que ya eran la base de todo-, en especial en su relación con el protagonista. Así todos ellos encuentran su lugar en el relato, dando más matices a Troy sin que por ello ellos sean simples peleles al servicio del lucimiento del descomunal trabajo del protagonista -la principal pega es que lo verbal prime a veces por encima se una verdadera evolución de algunos de ellos-.
Además, Washington también aprovecha los limitados escenarios para incidir en la sensación de aprisionamiento de su personaje, tanto en lo referente a la vida en general -lleva tiempo aspirando a un ascenso que nunca termina de llegar- como en lo que atañe a su propia familia -¿habrá algo detrás de esa chica con la que supuestamente flirtea según un amigo suyo?-, mostrando así su verdadera cara tanto a nosotros como a sus seres queridos, sin miedo alguno a profundizar en su verdadera personalidad, incluso cuando le deja en muy mal lugar.
El magnífico dúo protagonista de ‘Fences’
Eso es lo que nutre tanto narrativa como dramáticamente a ‘Fences’, permitiendo además a Washington ir desgranando una interpretación repleta de matices que hacen pasar a su personaje por altos y bajos de todo tipo. Sin embargo, la que se ve realmente beneficiada por esos cambios es Viola Davis, ya que al principio asume un rol más sumiso -algo habitual en la época no ya solamente entre los afroamericanos- y luego va sacando su fuerza interior, logrando incluso comerse a su compañero de reparto en varias escenas.
Precisamente son las actuaciones de Davis y Washington las que elevan lo que por lo demás no deja de ser una buena película alrededor de conceptos como saber valorar lo que tienes o que lo deseas quizá no sea lo que realmente necesitas. Era de esperar que así fuera, pues ambos habían ganado el Tony por interpretarlos en el teatro, pero es que imposible no rendirse ante ellos, sobre todo a las secuencias que comparten durante la segunda hora.
A decir verdad esa alabanza se queda hasta corta, ya que su sincronía con los personajes es tal que uno simplemente llega a creerse que lo que está viendo es real. Ella ya tiene el Oscar casi asegurado según los pronósticos -y no seré yo quien lo discta-, mientras que él está imperial en un personaje totalmente en las antípodas del de Casey Affleck en la excelente ‘Manchester frente al mar’ (‘Manchester By the Sea’), tanto que es sencillamente imposible comparar sus actuaciones. Uno se centra en lo exterior y lo verbal, mientras que otro va por lo interior y gestual. Irreprochables ambos.
En definitiva, ‘Fences’ es una película en la que destaca sobremanera el trabajo de sus dos protagonistas, sobre todo el de Washington, y que más allá de eso sigue mereciendo bastante la pena pese a que su naturaleza teatral sí que trae consigo ciertas limitaciones, en especial en lo referente a su guion. Está claro que no es la mejor de las nueve aspirantes -ese honor pertenece a la extraordinaria ‘La llegada’ (‘Arrival’)-, pero tampoco es la menos interesante.