estilo de vida podría frenar el Alzheimer
Un ensayo clínico indica que una intervención intensiva —dieta basada en plantas, ejercicio, manejo del estrés y apoyo social— mejoró cognición y biomarcadores en personas con deterioro leve y Alzheimer temprano.
Una investigación llevada a cabo hace unos meses atrás, publicada en Alzheimer’s Research & Therapy, presenta la primera prueba controlada y aleatorizada que evalúa si un paquete intensivo de cambios de estilo de vida puede ralentizar —o incluso mejorar— la evolución del deterioro cognitivo leve (MCI) y la demencia incipiente debida a la enfermedad de Alzheimer (EA).
El estudio, dirigido por el cardiólogo y pionero de la medicina del estilo de vida Dean Ornish, incluyó 51 participantes de 45 a 90 años y comparó 20 semanas de intervención frente a cuidados habituales sin pautas adicionales.
Qué incluía la intervención
Los 26 pacientes del grupo experimental recibieron un programa intensivo y multidominio:
- Dieta: 100 % basada en plantas, baja en grasas saturadas y sin azúcares refinados; se ofrecían menús y clases de cocina vía Zoom.
- Ejercicio: al menos 30 min/día de actividad aeróbica moderada y fuerza tres veces por semana, con seguimiento de un fisioterapeuta.
- Gestión del estrés: meditación consciente y yoga suave, 60 min diarios.
- Apoyo social: sesiones grupales de 4 h, tres veces por semana, en las que también podían participar familiares o cuidadores.
- Suplementación: dosis moderadas de omega-3, vitamina D, complejos B y coenzima Q10.
Quienes permanecieron en la lista de espera (25 personas) continuaron con sus rutinas habituales y pospusieron cualquier cambio hasta después del periodo de estudio. Solo dos participantes abandonaron el grupo experimental por la exigencia de la dieta; ninguno se perdió en el seguimiento.
Resultados principales
Después de casi 5 meses (20 semanas), las personas que siguieron el programa de dieta, ejercicio, manejo del estrés y apoyo social funcionaban mejor que las del grupo que no cambió su estilo de vida en 3 de las 4 pruebas que se usan para medir la memoria, la atención y la vida diaria de alguien con Alzheimer temprano.
La impresión global del médico (CGIC) reveló que quienes adoptaron un nuevo estilo de vida mejoraron, mientras que el grupo que no hizo cambios empeoró.
La “Suma de cajas” de la escala de demencia (CDR-SB), que mide la velocidad de avance de la enfermedad, mostró una progresión más lenta en los participantes que modificaron sus hábitos.
La puntuación global de la misma escala (CDR-Global), usada para evaluar el desempeño cotidiano, indicó que este grupo llevaba una vida diaria con mejor conducta y manejo de sus actividades.
Por último, la escala ADAS-Cog, centrada en la memoria, también apuntó a una mejoría, aunque la diferencia todavía no es tan clara como en las otras pruebas.
¿Puede “revertirse” el Alzheimer? Prudencia ante titulares ruidosos
Medios populares han presentado el trabajo como una “reversión” de la enfermedad, apoyándose en testimonios de participantes que aseguran sentirse “más lúcidos que en años” o en documentales como The Last Alzheimer’s Patient.
No obstante, expertos independientes piden cautela: 51 personas y cinco meses de seguimiento son insuficientes para afirmar reversión o curación, pero sí aportan evidencia sugestiva de que hábitos saludables influyen incluso cuando la neurodegeneración ya está en curso.
Contexto: fármacos, prevención y el auge de la medicina del estilo de vida
El hallazgo se publica en un momento en que terapias anti-amiloide como lecanemab reciben atención mundial. Estos fármacos ralentizan la progresión entre 27 % y 36 % en escalas como CDR-SB, pero con costes elevados y riesgo de edema cerebral. El nuevo ensayo sugiere que intervenciones no farmacológicas podrían lograr mejoras comparables —al menos temporalmente— sin efectos adversos graves y con beneficios cardiovasculares añadidos.
No parte de cero: estudios FINGER (Finlandia) y WW-FINGERS ya mostraron que intervenciones multicomponente mantienen la función cognitiva en adultos de riesgo, aunque ninguno había analizado biomarcadores amiloides ni un programa tan intensivo.
Principales limitaciones
- Tamaño y duración: 49 completaron el protocolo; se necesita una muestra mayor y seguimiento de años para confirmar la sostenibilidad.
- Selección de participantes: mayoría de nivel educativo alto y motivación excepcional; generalizar a poblaciones diversas requerirá estudios adicionales.
- Intervención de alta carga: sesiones de cuatro horas, seis días por semana, podrían resultar inviables en entornos clínicos convencionales.
- Cegamiento parcial: aunque los evaluadores de pruebas cognitivas estaban entrenados, la naturaleza conductual impide enmascarar totalmente a los sujetos.
Qué sigue
El equipo planea prolongar el seguimiento a uno y dos años y expandir el reclutamiento dentro de la red mundial WW-FINGERS. Paralelamente, fundaciones como UsAgainstAlzheimer’s exigen que aseguradoras cubran programas de estilo de vida basados en la evidencia y piden a reguladores un marco que valide estas terapias no farmacológicas.
Aunque no es un “pase libre” contra el Alzheimer, el ensayo de Ornish refuerza la idea de que el cerebro adulto mantiene capacidad de respuesta a cambios ambientales profundos. Con más estudios y soporte institucional, estas medidas podrían convertirse en un pilar terapéutico junto a la farmacología de próxima generación.
Por ahora, la receta —plantas, movimiento, tranquilidad y conexión social— parece ofrecer no solo esperanza, sino también datos duros que la avalan.
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