En cómo se construye la marca personal también hay una brecha de género
Crear una marca personal se ha convertido en uno de los elementos decisivos a la hora de formar un perfil público profesional y a la hora de captar potenciales propuestas de empleo. LinkedIn y las demás redes sociales que se usan con fines profesionales son una suerte de carta de presentación que hace que los demás se formen una imagen de cada uno de nosotros y de nuestras capacidades. Mantener actualizados esos perfiles es por tanto una suerte de elemento importante y decisivo para generar esa imagen, pero también lo es lo que publicamos, el modo en el que lo compartimos y las palabras que usamos en nuestros mensajes y cuando nos describimos a nosotros mismos.
Pero, como en tantas otras cosas, el cómo nos describimos y el cómo compartimos información varía. Al fin y al cabo, nuestro dominio del lenguaje y de sus trucos es diferente, como también el modo en el que somos capaces de ‘vendernos’ (como posiblemente demuestra que existan muchos artículos y muchos análisis que dan claves y trucos para venderse mejor…). Sin embargo, estas no son las únicas cuestiones que pueden marcar la diferencia. Según acaba de demostrar un análisis, en lo que a marca personal hay también se pueden encontrar divergencias de género.
No hace mucho asistía a un congreso en el que las ponentes eran todas mujeres (en una ruptura de lo que es mucho más habitual) y una asistente me comentaba cómo le había llamado la atención que entre todas ellas no se hubiese colado ningún perfil de ‘vende-humos’. La asistente reflexionaba sobre si el comportamiento de ‘vende-humos’ sería más habitual entre los hombres y las mujeres o si esto se trataba solo de una coincidencia en ese congreso en sí.
Pero quizás en el cómo nos presentamos sí haya algo de género, lo que modifica las bases de la marca personal. Como acaba de demostrar una columnista en FastCompany, ciertos términos que se asocian directamente a perfiles emprendedores y de startups (exitosas) se han convertido en palabras en cierto modo patrimonio de los hombres. Ellos las usan para presentarse y venderse, mientras que ellas no lo hacen.
Los hombres son entrepreneurs, las mujeres trabajadoras en sus empresas
El 90% de las personas que aparecían cuando se buscaba los términos «entrepreneurs» y «founders» en inglés eran hombres. La cuestión no era un truco de algoritmo, ya que cuando la columnista – ella misma una emprendedora, Natalie Cooper-Berthe – profundizó en la cuestión se dio cuenta de que esas dos palabras no son usadas de forma habitual por las mujeres, aunque ellas tengan perfil de emprendedora.
Habitualmente, las mujeres se presentan como self-employed (freelance, autoempleada) o como trabajadoras de sus propias compañías. En sus perfiles, más que destacar su papel como creadoras de la firma en cuestión se centran en presentar el trabajo que hacen en ella. Por eso, ellas no son entrepreneurs, sino, por ejemplo, especialistas en marketing. También aparecen algunos de los términos que se pusieron de moda en los últimos tiempos, como SHE-EO o momtrepreneur.
La cuestión puede parecer una curiosidad, pero en términos de marca personal no lo es. Por un lado, hace que la imagen del emprendedor siga siendo masculina. Por otro, que la imagen de la emprendedora en cuestión se vea mucho menos sólida. Es lo que en FastCompany llaman confidence gap, la brecha de la confianza. Al crear su marca personal es como si el uso de estos términos alternativos no afianzase su naturaleza emprendedora y su confianza en sus capacidades como tal.