El tesoro de la diosa gata de Bubastis
Situada en la parte oriental del delta delNilo, la ciudad de Bubastis tuvo un papel destacado en la historia del antiguo Egipto. Capital del nomo o provincia 18 del Bajo Egipto, su período de mayor esplendor corresponde al Tercer Período Intermedio, concretamente al reinado de la dinastía XXII, un linaje faraónico originario de la propia Bubastis y que descendía de una de las tribus libias que ocuparon pacíficamente el Delta desde tiempos de Ramsés III (hacia 1184-1153 a.C.). La ciudad es mencionada en un pasaje del libro bíblico de Ezequiel en el que este profeta formulaba un vaticinio contra Egipto: «Los jóvenes de Heliópolis y de Bubastis caerán a lo de espada, y las mujeres irán en cautiverio».
Durante largo tiempo, Bubastis fue famosa por sus fiestas religiosas, como atestiguaba Heródoto, que visitó Egipto a mediados del siglo V a.C. El historiador griego se refería a la solemne festividad que se celebraba en la ciudad en honor a la diosa gata Bastet –de la que procede el nombre de Bubastis, en egipcio Pubastit, «la casa de Bastet»–, durante la cual se consumía más vino de uva que en todo el resto del año. Miles y miles de devotos de la diosa peregrinaban anualmente hasta el templo de la ciudad, del que Heródoto también ofrece una descripción detallada.
Viajeros y exploradores
Aunque fue sede de un obispado en época bizantina, bajo la dominación árabe Bubastis fue abandonada e incluso se perdió el recuerdo de su localización. A finales del siglo XVIII, Étienne-Louis Malus, uno de los sabios que tomaron parte en la expedición napoleónica a Egipto, se fijó en las ruinas que cubrían un lugar llamado Tell Basta, en árabe. En su informe, Malus destacó las elaboradas esculturas, los edificios cubiertos de jeroglíficos y numerosos y enormes bloques de granito esparcidos por el suelo, de los cuales trazó algún dibujo. Años después, hacia 1840, llegó a Bubastis el explorador inglés sir Gardner Wilkinson, quien se refirió a las columnas en forma de loto y de palmera del templo de Bastet, y leyó en los monumentos los nombres de algún faraón.
La primera excavación arqueológica la realizó el egiptólogo suizo Édouard Naville, quien llegó a Tell Basta en 1882 y cinco años después se instaló en el lugar para excavar el famoso santuario consagrado a la diosa Bastet de Bubastis, que había descrito Heródoto, e investigar su cronología. Hoy sabemos que su construcción se inició durante el Imperio Antiguo, pues se han hallado inscripciones con el nombre del faraón Pepi I, de la dinastía VI (hacia 2200 a.C.), y que fue ampliado por los faraones posteriores. El vestíbulo, la sala hipóstila y una inmensa puerta de granito parece que fueron obra de Osorkón II, de la dinastía XXII (hacia 874 a.C.). Asimismo, y estrechamente vinculada al templo de Bastet, se descubrió una gran necrópolis dedicada a albergar centenares de miles de gatos momificados. Los devotos que peregrinaban hasta allí obsequiaron a la diosa con su animal totémico, para rendirle sus respetos.
El primer tesoro
Unos años más tarde, durante la construcción de una vía ferroviaria, se produjo en Tell Basta un hallazgo que causaría sensación: un gran tesoro con joyas y recipientes de oro y plata que apareció apenas a 160 metros del aniguo templo de Bastet. En realidad, se trató de un doble hallazgo. El primero tuvo lugar el 22 de septiembre de 1906 y fue anunciado por Gaston Maspero, que por entonces era director general del Servicio de Antigüedades de Egipto.
De entre los objetos rescatados de los escombros en ese momento destaca una copa de oro en forma de flor de loto abierta, con los pétalos grabados en su superficie y con el nombre de la reina Tauseret inscrito en el interior de un cartucho. La flor de loto, considerada símbolo de eterno renacimiento, se usaba a menudo como modelo para fabricar copas. En este caso, la copa formaba parte de las ofrendas votivas del tempo dedicado a la diosa Bastet. Asimismo, destacan dos jarras de plata con borde y asa de oro en forma de cabra, que llevan el nombre de Atumemtaneb y las inscripciones «para el primer copero real» y «enviado a todos los países extranjeros», respectivamente. Lo que realmente sorprende en estas piezas es el material con el que fueron producidas. El oro y la plata se usaban normalmente para la producción de objetos pequeños. Sin embargo, en Tell Basta abundan las jarras, copas y páteras o bandejas en oro y plata.
Aparece otro tesoro
El segundo hallazgo tuvo lugar el 16 de octubre de ese mismo año y proporcionó mucha más información que el primero, ya que se encontraron más objetos. De entre las muchas joyas halladas destacan dos magníficos brazaletes de oro formados por dos semicírculos conectados por una bisagra y un clip, con una rica ornamentación de gránulos en una serie de patrones geométricos. La parte superior está decorada con el relieve de las cabezas de dos patos con los cuellos doblados conectados a un solo cuerpo realizado con lapislázuli, mientras que las colas de estos animales están decoradas con pequeños gránulos de oro. El cartucho con el nombre de Ramsés II aparece grabado en estas piezas. Es muy probable que el propio faraón ofreciera los brazaletes a la diosa Bastet.
Aparte del interés intrínseco del tesoro –hoy en día repartido entre el Museo Egipcio de El Cairo, el Museo de Arte Egipcio de Berlín y el Museo Metropolitano de Nueva York–, este magnífico conjunto de objetos sigue generando una controversia considerable entre los especialistas debido al posible origen asiático de algunas piezas, de estilo claramente levantino. No olvidemos que la ciudad de Bubastis se ubicaba en una zona estratégica que controlaba las rutas comerciales a las costas orientales del Mediterráneo.
Para saber más
Historia (5 volúmenes). Heródoto. Gredos, Madrid, 2008.