‘El Grinch’, la demencial versión de Jim Carrey demuestra que pueden contarse historias navideñas sin recurrir a dibujos animados
En 1957, el 16 de noviembre, con la navidad asomando el hocico y el invierno asolando medio mundo, la policía de Wisconsin detenía a Edward Theodore Gein, “el carnicero de Plainfield”. Conocido popular y cinematográficamente como Ed Gein asesinó a un número indeterminado de mujeres y profanó otras tantas tumbas. La vida de semejante tarado serviría de inspiración para un sinfín de películas históricas. Títulos como ‘El silencio de los corderos‘, ‘La matanza de Texas‘ o ‘Psicosis‘.
Afortunadamente para el mundo, apenas una semana después de los acontecimientos que rodearon a su detención, se publicaba ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, del Dr. Seuss.
Qué me pasa, doctor
Theodor Seuss Geisel pasó a la historia como Dr. Seuss, autor de personajes tan molones como ‘El gato garabato’, llevado al cine por Bo Welch (en lo que sería su único largometraje) bajo el título de ‘El gato‘, una estupenda y lisérgica aventura familiar en la onda de la serie que ha lavado la imagen de Welch en Netflix: ‘Una serie de catastróficas desdichas’. Huelga decir que la película con Myers es mucho más interesante de lo que la gente recuerda.
Además de esos dos títulos, es posible que hayas visto alguna adaptación más del «doctor» últimamente. ‘Lorax: En busca de la trúfula perdida‘ tampoco obtuvo un gran reconocimiento, quedando ese privilegio en manos (o trompa) de ‘Horton‘, el simpático elefante que protagonizó la más respetada adaptación de la obra del autor.
El infierno verde
En vida, Seuss jamás aceptó ninguna oferta para comercializar «a lo grande» sus trabajos. Más allá de cortometrajes o especiales televisivos, como el de 1966 dirigido por Chuck Jones con la voz de Boris Karloff como narrador y como Grinch, no sería hasta su fallecimiento, en 1991, cuando su viuda, Audrey Geisel, aceptase varias ofertas de comercialización de los trabajos de su difunto marido.
En julio de 1998, los agentes de Geisel anunciaron por carta que subastaría los derechos cinematográficos de la historia del Grinch. Para presentar sus ideas a Geisel, los pretendientes pagaron 5 millones por el material y además destinar el 4% del total de la taquilla, el 50% de los ingresos de comercialización relacionado con la música y el 70% de los futuros libros vinculados.
El anuncio de la subasta también afirmaba que cualquier actor que se presentase para ser el Grinch debería ser de una estrella del nivel de Jack Nicholson, Jim Carrey, Robin Williams o Dustin Hoffman. Además, se estipuló que no se consideraría a un director o a un guionista que no hubiera ganado al menos un millón de dólares en alguna película anterior
En ese momento, Ron Howard estaba desarrollando una adaptación cinematográfica de ‘The Sea-Wolf’, y no expresó interés en participar en el Grinch, pero Brian Grazer lo convenció para que viajara a la residencia de Geisel y asistiera a la sesión de mercadeo. Mientras estudiaba el libro, Howard se interesó por el personaje de Cindy Lou Who, y entregó a Taylor Momsen uno de los papeles más importantes. Además, potenció una visión materialista de los Quién y amplió el origen del Grinch.
Sombra aquí, sombra allá
Que Jim Carrey mejora en un 33% cualquier propuesta cinematográfica ya lo sabíamos, pero su desdoblamiento en la película de Ron Howard no tiene parangón. Dejándose llevar por el impresionante trabajo de Rick Baker y Gail Rowell-Ryan, ganadores del Oscar en 2001, la estrella canadiense da rienda suelta a sus más bajos instintos en ese parque de atracciones privado que es ‘El Grinch‘.
Y es que la película está llena de mala uva y momentos absolutamente aterradores, como ese prólogo, casi un slasher, donde un grupo de jóvenes Quien se aproxima a la guarida del monstruo, o la primera visita a la villa del Grinch, disfrazado tras una máscara que podría ser la figura central de una producción Blumhouse.
‘El Grinch’ está bastante lejos de ser una película redonda, pero su esquizofrenia anárquica y lisérgica consiguen que nadie quede indiferente. Un extraño vehículo sin un claro destino y un público aún más indefinido.
Aterradora, cruel, violenta, agresiva… pero quizás, precisamente por eso, nos guste tanto. Porque no tiene demasiado tiempo para monsergas y porque cumple perfectamente con su función de presentar a los más pequeños al hombre del saco. Seguramente será lo que no ofrezca la exitosa nueva adaptación del cuento que está a punto de llegar a nuestras pantallas.
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‘El Grinch’, la demencial versión de Jim Carrey demuestra que pueden contarse historias navideñas sin recurrir a dibujos animados
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Kiko Vega
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