Efectos y ¿defectos? de los formatos anamórficos (XVII) – Ópticas Panavision (II)
Proseguimos desgranando las prestaciones de la primera gama de ópticas anamórficas de Panavision, aún disponibles en la actualidad, aunque muy difíciles de encontrar.
Auto Panatar
Como hemos explicado en nuestro anterior artículo, Panavision fue la absoluta dominadora de gran parte de la cinematografía anamórfica mundial durante un periodo de tiempo que abarcó varias décadas. El único precedente de un fabricante que tuviera tan abrumadora presencia en rodajes de todo el mundo, fue el de las ópticas esféricas de Cooke en la primera mitad del siglo XX. Sesenta años después de su aparición, el rendimiento de este inicial juego de ópticas anamórficas para cámaras de 35 mm –las Auto Panatar– aún resulta sorprendente.
Se entiende el motivo por el cual todos los objetivos que han aparecido con posterioridad se han tenido que enfrentar a la vara de medir de las primeras Panavision. Sus características ópticas resumen perfectamente todo aquello que ha quedado asociado para siempre al formato anamórfico en la mente de millones de personas: el bokeh ovalado, la peculiar -que no excesiva- respiración, los reflejos internos, las líneas horizontales azuladas y la notable pero controlada distorsión geométrica. Parte del ADN de estos objetivos pioneros sigue presente en las gamas C, E, G, T y Primo Anamorphic de la firma californiana.
La herencia es todavía más obvia en sus derivadas más directas –las Auto Panatar Ultra Panavision 70– que se han recuperado recientemente para películas que han retomado el formato de filmación en 65 mm, como Los odiosos ocho o Rogue One: Una historia de Star Wars. Mucho hemos hablado en los últimos tiempos de la imparable tendencia de los grandes estudios al empleo de formatos muy panorámicos –en particular en superproducciones– que parecían haber desaparecido a finales de los años setenta. La irrupción progresiva en el mercado de numerosas cámaras con sensores de tamaños superiores al Super 35 –como la RED VistaVision 8K, la ARRI ALEXA 65, la Panavision Millenium DXL y la reciente Sony Venice– no hace más que confirmar esa inclinación.
Desde el principio, cualquier usuario que pretenda utilizar las Auto Panatar debe tener claro que –al contrario que otros fabricantes que hemos mencionado en pasadas entregas– Panavision no tiene el menor interés en sacrificar parte de la calidad óptica o mecánica de sus productos a cambio de obtener juegos de objetivos pequeños y ligeros. Hablamos de las Harley Davidson de las ópticas –aunque con una mecánica muy superior–. Son grandes y pesadas. No están hechas para correr, sino para disfrutar del camino.
Cualquiera que haya usado juegos de Panavision –de cualquier clase– con anterioridad, encontrará elementos de diseño familiares en todos ellos. Desde sus inicios, fueron uno de los escasos fabricantes en utilizar elementos que intensifican el astigmatismo, provocando que la respiración sólo aparezca en el eje vertical, de manera moderada y siempre bajo control del foquista. Que se pudiera lograr algo así en la década de los cincuenta dice mucho del cuidado que se dedicó a su diseño.
La resolución de las Auto Panatar es tan elevada como la más alta de entre todas las ópticas anamórficas consideradas clásicas a día de hoy –un cajón de sastre en el que se incluyen juegos fabricados treinta años más tarde–, aunque –como es lógico– no pueden competir en ese sentido con las opciones más modernas. Lo que destaca ante todo es el muy sutil desenfoque y brillo de todos aquellos objetos brillantes presentes en el encuadre, incluyendo los tonos de piel de los actores. No es de extrañar que entre ellos tengan una reputación excelente como algunas de las ópticas más favorecedoras que existen. Pueden transformar en “fílmica” la imagen más dura posible obtenida con una cámara de cinematografía digital.
Sus enormes bloques ópticos y diafragmas aportan un bokeh verdaderamente agradable, que se mantiene formando óvalos casi perfectos incluso en los bordes de la imagen. La nitidez perceptual y la luminosidad son muy consistentes en todo el cuadro, lo que hace que estas ópticas sobresalgan de inmediato entre todas las demás opciones añejas. Y, por supuesto, el flare es tremendamente llamativo, sutil en una toma general y con grandes líneas cuando se apunta directamente con una fuente de luz a cámara. No obstante, los reflejos generales son cálidos y consiguen no distraer al espectador de la historia que se le está contando. Resulta sencillísimo provocarlos cuando es necesario.
Cuando se acopla una óptica Auto Panatar a un colimador de proyección, la cantidad de “defectos” ópticos que somos capaces de encontrar a simple vista es abrumadora. Su magnitud hace que nos preguntemos cómo es posible que nadie quiera atreverse siquiera a filmar con ella. Pero cuando la colocamos delante de una cámara frente a personas reales surge la magia y olvidamos en nanosegundos todo aquello que nos hacía dudar. La percepción humana es algo más que la suma de datos que nos aporta la física pura y dura, y su estudio en profundidad resulta tan urgente como importante. Es esta una necesidad vital que no puede sobrevalorarse.
Las distancias focales de un juego de Auto Panatar se limitan a tres: 40, 50 y 75 mm. Todas ellas cuentan con un elemento de anamorfosis frontal con factor 2x y con una apertura máxima de diafragma de T2,3. El diámetro frontal es de 152,4 mm en las 40 y 50 mm y de 132,55 mm en la 75 mm. Como se puede deducir, no responden a ninguno de los tamaños estandarizados para esta clase de ópticas, ya que se fabricaron antes de que se alcanzaran tales estándares. También varían las dimensiones y pesos: la 40 mm pesa 4,63 kg, la 50 mm pesa 5,44 kg y, por último, la 75 mm pesa “solo” 3,9 kg. La distancia mínima de enfoque es de 1,37 m en la 40 mm, de 1,52 m en la 50 mm y de 0,95 m en la 75 mm.
La suma de su bajo contraste, la suavidad en los detalles y tonos de piel, la calidez de la imagen en general y el sutil control de todos aquellos elementos que han ayudado a establecer el aspecto de los formatos anamórficos históricamente, convierten a las Auto Panatar en la absoluta quintaesencia de una óptica de esta clase.
En nuestra próxima entrega, continuaremos estableciendo las características de las restantes –y muy amplias– gamas anamórficas de la compañía estadounidense.