#CrónicasLechonas: La generosidad de Carl’s Jr.
La primera vez que fuimos a Carl’s Jr., el local estaba cerrado. Si algo nos enseñó la Biblia es que en el séptimo día se descansa y para este local de comida rápida, ubicado frente al Mall Panorámico en Providencia, no era la excepción. Prometimos volver para desquitarnos.
Ha pasado una semana desde que nos desquitamos y ya hemos ido tres veces. Mi amigo Gabriel- conductor del webshow de Mouse.cl-, cuatro. Sin querer nos volvimos adictos y en vez de sentirnos mal, queremos que más gente lo sea. La última de las visitas fue en compañía de cuatro colegas para intentar llevarlos a conocer nuestra nueva fe.
Porque la experiencia de Carl’s Jr. en su debut en Chile es lo más parecido a una secta, un lugar donde todo es demasiado bueno para ser verdad, donde da lo mismo aumentar nuestro colesterol para conseguir un buen momento y sobre todo un buen sabor.
Carl’s Jr. es la última de las cadenas de comida rápida que llega a Chile y lo hizo como se debe. A diferencia de otras franquicias que utilizaron una marca masiva para ofrecer un servicio más bien de lujo, como pasó con el fallecido Denny’s, por ejemplo, Carl’s Jr. llega sin mayor pretensión que la de ser un buen local de comida chatarra.
Los precios son algo elevados en comparación con los clásicos como McDonald’s o Burger King, pero no por mucho y además, se justifica: la porciones son más grandes, el servicio es más rápido y por sobre todo, la comida es más sabrosa.
Pero ya vamos a eso. Lo primero que nos conquistó sobre el local es que trajo consigo conceptos que en los restaurantes gringos son básicos pero que acá en Chile son la novedad, como el de la bebida con refill. Cuando compras tu combo, el vaso que te entregan está vacío y será tu deber llenarlo en alguna de las tres máquinas disponibles en todo el local. Cuántas veces quieras. Para algunos, sólo un segundo paso por la máquina será necesario, pero para otros, como yo, el desafío está en cuanta bebida puedo sacar en una visita. Conductas como la mía son las que rompen lo bonito de estos sistemas, así que hay que disfrutarlo mientras dure.
Lo segundo es el ambiente. Cada piso de Carl’s Jr. esta hecho para un público distinto. El de abajo es para pasar el rato e incluso trabajar, pues las mesas cuentan con puertos USB para cargar el celular, hay WiFi gratis y todo está a la mano para volver a pedir órdenes. El piso de arriba es el piso social, el de los bajones y de la risotada fácil, un espacio para conversar y para grupos más grandes, con mesas hechas para soportar más gente y sillones que facilitan la conversación y la comodidad. Es el píso al cual hemos ido siempre.
Pero si eso es lo que nos conquistó, lo que terminó de enamorarnos fue la comida. Los sabores de Carl’s Jr. son familiares a lo que nos gusta, pues se trata de una cadena originada en Los Angeles , por lo que la influencia de su menú viene mucho de los sabores mexicanos mezclados con la grasa clásica de la hamburguesa estadounidense. Las estrellas del menú son la Guacamole Bacon y la Jalapeño, cuyos ingredientes principales saltan a la vista, pero también está la la Western Bacon, un monumento a las grasas saturadas que trae tocino, queso y aros de cebolla, ideas para los que no toleran los vegetales.
Tanto estas como el resto de las hamburguesas del menú se pueden pedir en sus versiones normales y Thickburgers. ¿Cuál es la diferencia? Simple: el tamaño de la carne. Y la verdad es que no hay razón alguna para pedir las versiones normales. Para apreciar la verdadera gracia de Carl’s Jr., las Thickburgers son la mejor manera de disfrutar el local.
La carne al ser más gruesa suele quedar menos seca y el sabor del angus se siente mucho mejor. Los ingredientes son entregados con generosidad, y no es raro ver como caen mientras la hamburguesa es devorada por los comensales. Eso se nota bastante con la Guacamole Bacon, la mejor del repertorio pero cuya salsa se cae sin remedio hacia el papel como lágrimas verdes derramadas por las vaquitas preparadas. Pero salvo la Jalapeño que de verdad es solo para amantes de lo picante, en realidad todo el menú del querido Carlitos es irse a la segura.
Pero no todo es perfecto.
Las papas fritas que acompañan al como son regulares, nada del otro mundo y si las pides con Chili deberás soportar las consecuencias digestivas. Lo mismo con el resto de los acompañamientos que van desde nuggets con forma de estrellita hasta tenders de pollo que no despiertan ninguna sensación. También hay aros de cebolla, unas papas fritas llamadas Crisscut que solo tienen una forma extraña y para el postre, malteadas pastelitos y otras cosas que, para ser sincero, nunca he necesitado probar porque con el plato de fondo uno queda satisfecho.
En un panorama dominado por la hamburguesa gourmet, esa que te sirven con tenedor y cuchillo y que pretende cambiar las papas fritas por bastones de zanahoria, Carl’s Jr. llega como un tirón de orejas para el resto de las cadenas, ofreciendo un servicio rápido, cómodo y rico, por un precio justo y sin pretensiones. Y a veces, eso es lo único que uno quiere: comer rápido, comer sabroso, comer barato. Todo eso está en Carl’s Jr.
No sabemos hasta cuando durará esta luna de miel, hasta cuando estará en su equilibrio perfecto y cuando la necesidad de cuadrar las cajas empezará a mermar la calidad del servicio. Solo podemos decir que hasta ahora, Carl’s Jr. es la mejor hamburguesa en masa que puedes comer y un lugar tan generoso que es imposible negarse cuando alguno de mis amigos dice que quiere reunirse donde Carlitos.
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