Conjuras contra Alejandro Magno, la transformación de un conquistador
En el año 330 a.C. tuvo lugar en tierras del actual Afganistán uno de los mayores escándalos del reinado de Alejandro: la ejecución de su comandante Filotas y el asesinato de su padre, Parmenión, a raíz de una supuesta conspiración contra la vida del gran conquistador. Se trata de una historia truculenta, con muchos puntos oscuros o incomprensibles, y en la que un visceral Alejandro y algunos de sus hombres de confianza reaccionaron con una crueldad desproporcionada. Pero el "caso Filotas" sería solamente el primero de una serie de conflictos que agudizarían la ruptura del rey Alejandro con su séquito de macedonios y griegos, junto con quienes, en el año 334 a.C., había atacado al poderoso Imperio persa.
El nuevo rey de Persia
Los primeros tres años de campaña de Alejandro se solventaron con una sucesión de deslumbrantes triunfos en Asia Menor y Mesopotamia sobre el gran rey persa Darío III: en el río Gránico, en Issos y en Gaugamela. Tras esta última victoria, Alejandro se apoderó de Babilonia, Susa y otras capitales del Imperio aqueménida que le aguardaban con sus enormes tesoros acumulados durante siglos. En Egipto, donde había sido recibido como un libertador, Alejandro había fundado la más famosa de las ciudades que llevaron su nombre, e incluso había sido proclamado hijo del dios Zeus Amón por los sacerdotes del prestigioso templo de esta divinidad en el oasis de Siwa.
Poco después, Darío III murió asesinado a traición, así que Alejandro pasó de ser el rey de los macedonios a ser el sucesor de los aqueménidas en el trono persa. Con sus conquistas, cambiaría de tal manera la faz del mundo conocido, que mereció con justicia el apelativo de "Magno" por sus memorables hazañas. Pero también, al ver que nadie le disputaría jamás el imperio, Alejandro se había puesto a imitar apasionadamente el lujo y la magnificencia de los reyes asiáticos.
Y lo cierto es que no había recorrido él solo esos miles de kilómetros. Se había embarcado en esta aventura asiática en compañía de buenos amigos de la infancia, como Ptolomeo, Crátero, Clito y, sobre todo, el leal Hefestión –de quien siempre se dijo que fue amante–. Pero quienes realmente contribuyeron al triunfo del joven rey fueron generales macedonios experimentados, que ya habían servido lealmente en la corte del padre de Alejandro, Filipo II.
El veterano Parmenión, era un noble macedonio de rancio abolengo que mantenía estrechos vínculos con la corte y el ejército
Uno de ellos, el veterano Parmenión, era un noble macedonio de rancio abolengo que, como subordinado inmediato de Filipo y luego de Alejandro, mantenía estrechos vínculos con la corte y el ejército. Parmenión rondaba los sesenta y cinco años y tenía varios hijos, todos ellos con cargos importantes en la corte. Pero quien más destacaba era Filotas, que gozaba de gran consideración como comandante en jefe del cuerpo de la caballería de los Hetairoi o Compañeros de Alejandro, formado por miembros de la nobleza macedonia.
El objetivo: Filotas
Filotas tenía fama de ser valiente y esforzado, además de generoso y amigo de sus amigos; pero era ciertamente altivo y llevaba un tren de vida que despertaba sospechas y envidias. Además, ya en Egipto, Filotas había mostrado su disconformidad con la visita a Siwa y la declaración de Alejandro como hijo de una divinidad. Por ello, Crátero mandó que lo espiaran y se recogieran pruebas de una posible traición a Alejandro.
Filotas tenía fama de ser valiente y generoso, pero era ciertamente altivo y llevaba un tren de vida que despertaba sospechas y envidias
El testimonio más importante que pudo conseguir fue el de una hetera o prostituta griega, de nombre Antígona. Esta mujer aseguró que su amante Filotas trataba a Alejandro de simple mozalbete y que se jactaba de que las victorias del rey se debían, en realidad, a él mismo y a su padre Parmenión. Pero al principio Alejandro no dio mucha credibilidad a estas acusaciones, no sólo por la confianza que había depositado en Filotas, sino también por el honor y el prestigio de que Parmenión gozaba entre los macedonios.
Sin embargo, la verdadera crisis se produjo bastante después, cuando Alejandro ya se había apoderado de toda Persia y había sucumbido, según creían los macedonios, "al lujo y la magnificencia de los reyes asiáticos". En el año 330 a.C., cuando el ejército invernaba en Frada, la capital de Drangiana (en lo que es hoy Farah, en Seistán), Alejandro recibió la denuncia de un complot en el que estaba envuelto un tal Dimno, uno de los Compañeros.
La conspiración se había descubierto de manera fortuita, cuando Dimno intentó captar a su amante Nicómaco para que se pasara a los conjurados, y el joven, aterrorizado, reveló a su hermano Cebalino los detalles de la acción que se estaba preparando. En este punto es donde Filotas resulta implicado, porque Cebalino se acercó en dos ocasiones a Filotas para informarle de la trama y éste no hizo nada y no informó a Alejandro. Finalmente, Cebalino se dirigió al mismo monarca para denunciar a Dimno.
Este último se suicidó antes de ser arrestado y su cadáver fue exhibido ante todos, al mismo tiempo que se exponían las causas de su muerte. Alejandro llamó entonces a Filotas a capítulo. ¿Por qué no había informado antes de esa conjura? ¿Acaso estaba implicado en ella? Por supuesto, Filotas negó resueltamente la grave acusación de conjura y también aclaró que no había informado de nada porque no había dado crédito a las palabras de Cebalino, creyendo que eran el fruto de una pelea de amantes, y que uno quería vengarse del otro. Así lo recogió Quinto Curcio cuando, en su Historia de Alejandro, puso en boca de Filotas estas palabras: "Yo creí, ¡desgraciado de mí!, que en realidad prestaba oídos a las desavenencias de un amante y su querido y me pareció sospechosa la lealtad de quien no presentaba la denuncia personalmente, sino que se servía secretamente de su hermano".
Pero los autores de la denuncia insistieron en sus argumentos incriminatorios, así que Alejandro convocó a la asamblea de los macedonios. En presencia de todos, Crátero acusó a Filotas de ser realmente el instigador y no el encubridor del complot, y, entre murmullos de indignación, los demás ya no dudaron de la culpabilidad de Filotas.
Hefestión, Crátero y otros (entre ellos Ceno, casado con una hermana del propio Filotas) torturaron a Filotas toda la noche
Entonces intervino Hefestión para añadir que también se le debería someter a tormento, antes de que fuera ejecutado, con el fin de descubrir la verdad de una vez por todas. Hefestión, Crátero y otros (entre ellos Ceno, casado con una hermana del propio Filotas) torturaron al reo toda la noche hasta que su cuerpo, tumefacto por las llagas, no pudo soportar más el dolor de los golpes. "Crátero, contéstame: ¿qué más quieres saber?", acabó suplicando Filotas, para, a continuación, ir dando los nombres de los supuestos cómplices. Al día siguiente, el hijo de Parmenión y sus presuntos secuaces fueron lapidados, según la costumbre macedónica.
No hubo más enjuiciamientos, pero se sucedieron las purgas y las degradaciones en las filas del ejército, quedando claro que se castigaría cualquier forma de deslealtad. Alejandro también llevó a cabo ascensos como el de su amigo Hefestión, quien desde entonces compartiría con Clito el Negro la comandancia suprema de la caballería macedonia que antes había estado bajo el mando único de Filotas. Clito era un hombre de confianza del rey –le había salvado la vida en la batalla del Gránico– y estaba muy bien conectado con la vieja guardia que había servido bajo Filipo; por su parte, Hefestión obtenía el primer cargo militar de relevancia en premio a su lealtad. Y desde aquel puesto podría controlar a Clito, quien, como Filotas, se había mostrado algo contrario a las aspiraciones autocráticas de Alejandro.
El asesinato de Parmenión
Alejandro aprovechó la excusa del complot para deshacerse de Parmenión, ya que sus discrepancias políticas con el viejo general se habían hecho demasiado intensas para que pudiera tolerarlas. Parmenión siempre había sido muy influyente en la corte y el ejército, pero es que, además, poseía un temperamento muy cauto, producto de sus muchos años de servicio, que contrastaba con el genio vivo y la amplitud de miras de Alejandro; y estas circunstancias habían dado lugar a frecuentes desacuerdos entre Parmenión y Alejandro en lo relativo a asuntos tácticos y estratégicos. Con todo, Parmenión se había quedado atrás, inmerso en unas operaciones en Ecbatana al mando de soldados ajenos a Macedonia y permanecía totalmente ignorante de la suerte que había corrido su hijo Filotas. Así pues, si el final de Filotas se puede entender como una condena "legal", el de Parmenión no fue sino un asesinato traicionero por pura conveniencia política.
El de Parmenión no fue sino un asesinato traicionero por pura conveniencia política
Pero Alejandro estaba decidido a reafirmar su autoridad personal de una vez por todas, así que despachó un pequeño destacamento a Ecbatana con la orden de ejecutar a Parmenión y sofocar cualquier reacción levantisca de las tropas allí acantonadas. Después, Alejandro ordenó a Clito que fuera a Ecbatana, se pusiera al mando de las tropas de Parmenión y las trajera en el menor tiempo posible a su presencia para continuar su campaña por Bactriana y Sogdiana. Alejandro se puso en marcha de nuevo a finales del año 330 a.C., pero antes de partir dio un nuevo nombre a la ciudad de Frada: Alejandría Proftasía o "Anticipación", porque en ella Alejandro se había "anticipado" al complot de Filotas (en realidad, una condena por traición forjada para quitarse de en medio a Parmenión).
El precio del poder
Sin duda, la fulgurante campaña empezada en 334 a.C. y acabada en 331 a.C., que había culminado con la entrada en Babilonia, Susa y Persépolis, hizo pensar que Alejandro era imbatible. A veces se describe al conquistador como una especie de rey-filósofo que iba a promover la helenización de Asia con la fundación de nuevas colonias. Pero sin el control de Parmenión y de otros de la vieja guardia como él, la conducta de Alejandro se parecía cada vez más a la de los autócratas orientales que había derrocado. Incluso los banquetes, que en Grecia eran el espejo de una sofisticada civilización (como escenario de discusiones políticas y filosóficas), degeneraron en peleas e insultos en los que el vino, consumido en exceso, hacía prevalecer la pasión sobre la razón. De hecho, en un banquete celebrado en Samarcanda en 328 a.C., el propio Alejandro, borracho, acabó con la vida de Clito el Negro, porque éste le reprochó sin reservas su actitud y sus recientes políticas orientalizantes.
Sin el control de la vieja guardia, la conducta de Alejandro se parecía cada vez más a los autócratas orientales que había derrocado
A partir de entonces, cualquier sombra de oposición interna o externa provocó una oleada de represión y masacre indiscriminadas. Por ejemplo, a principios de 327 a.C. se descubrió otro complot para acabar con la vida de Alejandro en el que estuvieron implicados varios pajes del rey y también, al parecer, el cronista oficial de la corte, Calístenes, un familiar del filósofo Aristóteles (que había sido maestro de Alejandro). Calístenes ya se había opuesto a saludar a Alejandro según la costumbre persa de la proskynesis, un gesto que griegos y macedonios consideraban humillante para un hombre libre, además de inapropiado, ya que para ellos equivalía a reconocer a Alejandro como un dios. Tampoco ahora le tembló al rey la mano para derramar la sangre de sus hombres. El soberano macedonio fue un gran conquistador, sí, pero no fue ajeno a la intolerancia hacia los disidentes de aquellos que ostentan un poder cada vez mayor. Un poder casi omnímodo, como el de quien se había convertido en el señor de Asia.