'Baby Driver': la simbiosis perfecta de acción y música

'Baby Driver': la simbiosis perfecta de acción y música


Baby Driver

Considerando los discretos resultados que nos ofreció bajo la capitanía de su sustituto, no creo descabellado afirmar que mucho es lo que debemos seguir lamentando la marcha de Edgar Wright de ‘Ant-Man’ (id, 2015) y la decisión de Disney de que fuera un Peyton Reed carente de personalidad el encargado de llenar tan enormes zapatos como los que calza el cineasta británico.

Y aún diría más: atendiendo a lo que había desarrollado hasta entonces, tanto en la espléndida trilogía del Cornetto como en la asombrosa adaptación de cierto cómic de Bryan Lee O’Malley, que las cabezas pensantes de la casa de Mickey Mouse no permitieran que Wright dejara su impronta en las aventuras de Scott Lang es un “drama” del que los cinéfilos fuimos directos sufridores.

Y aún diría todavía más: a tenor de lo que pudimos ver hace unos meses en la gran pantalla, que tan asombrosa visión cinematográfica no fuera la que acompañara al debut del héroe interpretado por Paul Rudd es, directamente, una tragedia de resonancias griegas. Porque, amigos, huelga decir que lo de ‘Baby Driver’ (2017) NO. FUE. NORMAL. Y casi toda la responsabilidad de dicha genial «anormalidad» reside en un único punto: el prodigioso trabajo llevado a cabo en la terna dirección-edición-edición de sonido.

Un musical de acción a lo grande

Olvidaos de un artículo al uso en el que desgranemos punto por punto la grandeza de lo que Edgar Wright estrenaba allá por julio. Si eso es lo que queréis, os remito a la entrada de nuestro compañero Víctor, que ya dejaba muy claro el nivel al que raya la cinta y por qué derroteros se mueven las maravillosas secuencias de acción que van a ser objeto único de las líneas que os esperan al pasar al siguiente párrafo.

Con alma de musical de principio a fin —así a bote pronto diría que no hay casi ni un minuto de proyección en la que no suene alguna de las canciones que conforman la soberbia selección efectuada para la ocasión—, la descabellada idea de realizador inglés para con ‘Baby Driver’ pasa porque sus casi dos horas de duración sean una cuasi-perpetua coreografía en la que todo, absolutamente todo, se mueva al compás de la música.

Dicho empeño, que resulta ejemplar en ciertos momentos en los que no hay acción ni persecuciones de por medio —atención al plano secuencia que sigue al personaje de Ansel Elgort tras la enérgica primera escena del filme— se convierte en lección tras lección de cómo destilar adrenalina en imágenes en movimiento cuando el guión de Wright decide que ya basta de diálogos y que es hora de pasar a dejar al público con el corazón a mil.

Cuidado, que los momentos de transición que llevan a de uno a otro de las cuatro set-pieces que vertebran el metraje no podrían estar mejor medidos en todos los sentidos —y ya me libraré de criticar a las líneas que cruzan todos los personajes y la espléndida forma en la que Wright los define—, y el equilibrio con las áreas de mayor ímpetu narrativo es tan preciso como alucinantes son los modos en las que éstas se conjugan para hacer de ‘Baby Driver’ una de las mejores propuestas que, al menos en la opinión de este redactor, se han estrenado en 2017.

You can’t stop the music

Ya sus vibrantes seis minutos iniciales —que encabezan estas líneas— comienzan a hablar por sí sólos de lo que Wright pretende transmitir aquí con la acción y con la forma en la que, mediante el montaje, ésta queda reforzada gracias al uso de la música: cortes que responden a cambios de ritmo en ésta, planteamientos de cámara que fluyen al compás de las notas, movimientos de los personajes que danzan en el plano siguiendo las instrucciones del pentagrama cantado de turno…todo en ‘Baby Driver’, al menos todo lo que es acción, está coreografiado al milímetro.

Y con claridad, con muchísima claridad. Algo que servidor valora sobremanera en términos generales pero que, cuando ha de aplicarse a la forma en la que se traza una persecución, suele llevar a la mayor de las frustraciones por la notoria incapacidad de muchos cineastas de plantearla de forma que se entienda lo que está pasando. Y aquí se entiende. Y cómo.

Acción clara y lo más real posible

Amante de los montajes rápidos, de los planos cortos y de las —no se me ocurre otra forma de calificarlas— «escenas molonas» como bien demuestran cualquiera de las secuencias de acción de ‘Zombies Party’ (‘Shaun of the Dead’, 2004), ‘Arma fatal’ (‘Hot Fuzz’, 2007) o ‘Bienvenidos al fin del mundo’ (‘The World’s End’, 2013), es sin duda alguna en ‘Baby Driver’ donde Wright ha puesto más carne en el asador a la hora de que el espectador no sufra del mal que aquejan, qué se yo, ¿todas las cintas de Michael Bay?.

El esfuerzo, encomiable dada la mediocridad que ha venido acusando el género en los últimos tiempos —y aquí no señalo a nadie, es más una reflexión genérica—, va encontrando a cada nuevo peldaño motivos para celebrar con entusiasmo cómo se nos exponen, tanto el asalto que cierra el primer acto del filme —más breve que el inicial, pero igual de intenso—, como aquél que abre el tercero y que conduce a un clímax que, tremendo, quizás no está a la altura de la secuencia que le precede.

Una secuencia que os hemos incluido en parte más arriba y que, diseccionada paso a paso, fotograma a fotograma, hubiera dado para llenar tantas o más líneas de texto como las que ya llevamos escritas: esos cuatro minutos son escaparate superlativo de lo que venimos apuntando, de esa forma en la que todo parece estar coreografiado, ya en cómo se rueda la escena y dónde se coloca la cámara, ya en cómo se trabaja con dicho material en la mesa de montaje para conseguir que hasta los disparos de las armas queden ajustados al ritmo de la canción.

Editada en Blu-Ray la pasada semana, si eres de los que dejó pasar la oportunidad de vibrar con ‘Baby Driver’ en el cine, no cometas el mismo error y hazte ya con una copia de este espectacular vehículo que no sólo sirve para lamentar ciertos errores de bulto de «cabezas pensantes» que no parecen serlo tanto, sino que, y es algo que se deriva de lo afirmado durante esta entrada, situa a Edgar Wright en una posición de considerable ventaja con respecto a otros sospechosos habituales del cine de acción. ¿Que Sony quiere una secuela? Acepte, señor Wright, acepte.

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‘Baby Driver’: la simbiosis perfecta de acción y música

fue publicada originalmente en

Espinof

por
Sergio Benítez

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