'Aniquilación': una obra maestra de la ciencia ficción que merecía verse en el cine
Alex Garland siempre ha estado ahí. Mucho antes de que deslumbrase a medio mundo con su debut tras las cámaras, el cineasta londinense ya había dado forma a libretos memorables que hicieron posibles cintas de la talla de ’28 días después’, ‘Nunca me abandones’ o la siempre reivindicable ‘Dredd’ —en la que, se rumorea, tuvo más peso que el acreditado oficialmente—.
No obstante, pese al notable nivel de su trabajo hasta entonces, no fue hasta 2014 cuando ‘Ex-Machina’, su ópera prima como director, le catapultó a una merecida fama, situándole como una de las mentes más prometedoras de la ciencia ficción contemporánea gracias a un excelente ejercicio que abrazaba la vis más pura, cerebral y trascendental del género.
Estremeciendo cuerpos y, sobre todo, mentes
Con ‘Aniquilación’, Garland logra superarse a si mismo e ir un paso más allá, dejando atrás su estatus de promesa para confirmarse como una autoridad incontestable e imprescindible dentro del panorama sci-fi actual. Todo ello con un largometraje que, además de deslumbrar desde todas y cada una de las perspectivas posibles sobre las que se pueda analizar, es capaz de retorcer y estimular nuestros cuerpos y, lo que es más importante, nuestras mentes.
Haciendo un breve ejercicio de retrospectiva no se hace en absoluto complicado llegar a la conclusión de que las mejores piezas de ciencia ficción de la historia, independientemente de su formato, son aquellas que van más allá de sus premisas y capas superficiales para dedicarse a explorar, estudiar y desarrollar un discurso sobre la idiosincrasia del ser humano.
Después de hacerlo a través de los dilemas y anhelos de una inteligencia artificial en ‘Ex-Machina’, Garland vuelve a sumergirse en las siempre turbias aguas del existencialismo en un relato conducido por unos personajes magistralmente construidos; brindando un estímulo intelectual e introspectivo al espectador tan necesario como cada vez menos habitual en las producciones de grandes estudios.
La gran virtud de ‘Aniquilación’ radica en su poder para estremecer inconscientes a golpe de subtexto y, al mismo tiempo, hacer lo propio a nivel físico; algo que consigue mediante una hibridación genérica que abraza el terror más visceral. De este modo, sudores fríos, mandíbulas desencajadas e instantes en los que la incomodidad roza lo asfixiante se convierten en el leitmotiv de un filme que ataca sin cuartel y por igual sentidos y conciencias.
Una dirección portentosa
Todo esto sería completamente imposible sin la portentosa visión de un realizador que ha envuelto la sobresaliente narrativa de un mundo único, lleno de detalle y sorprendentemente tangible a pesar de la naturaleza puramente ficticia del mismo; dando lugar a una extraña sensación de verosimilitud que potencia hasta el extremo los efectos de la cinta.
En términos visuales y de diseño de producción, ‘Aniquilación’ hace gala de una factura técnica impecable y de un contraste con un magnetismo a la altura del misterio que envuelve su trama; regalando pasajes que fluctúan entre lo fascinante y lo repulsivo, entre la belleza propia de un sueño y el horror fruto de la peor pesadilla. Un auténtico logro conceptual y material que ayuda a perfilar una ambientación que impide que despegues los ojos de la pantalla hasta la aparición de los títulos de crédito.
Pero los hitos que alcanza ‘Aniquilación’ no se quedan ahí, exprimiendo hasta la última gota del talento de un Alex Garland que, de nuevo, traspasa los límites de la superdotación; escondiendo entre el prodigio audiovisual —austero en cierto modo y, a su vez, maravilloso—, un infinito número de detalles de planificación y puesta en escena con los que desarrolla en segundo plano las temáticas sobre las que versa el extraordinario largo.
Ya han pasado varias horas desde que he terminado de disfrutar ‘Aniquilación’ y tengo la sensación de que, lejos de borrarla rápidamente de mi mente, seguiré procesando durante semanas todos su denso calado filosófico, admirando la labor de su inspirado reparto y, por supuesto, la maestría fílmica de su director.
Es precisamente esta capacidad para introducirse bajo la piel y estimular la materia gris lo que hace grande a la ciencia ficción y lo que convierte a ‘Aniquilación’ en la mejor pieza de la década entre sus congéneres y en una de las mejores de la historia del eterno género. Algo que no ha impedido que esta obra maestra haya terminado viéndose tristemente relegada a nuestras pequeñas pantallas.
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‘Aniquilación’: una obra maestra de la ciencia ficción que merecía verse en el cine
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Víctor López G.
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