Tenemos un problema: las pantallas de televisión son cada vez más grandes, pero nuestras casas no
Según GFK, más de la mitad de las televisiones vendidas en Europa en diciembre de 2016 superaron las 40 pulgadas de pantalla. Mientras los televisores con pantallas menores de 39 pulgadas bajan en ventas (con una excepción como veremos), las pantallas grandes crecen a doble dígito, con un impresionante 72% entre diciembre de 2015 y de 2016 en el caso de las televisiones de 70 pulgadas o más. No menos destacados son los crecimientos de un 49% en la franja de 60 a 69 pulgadas o de un 23% en la franja de 55 a 59 pulgadas.
En otras palabras: cada vez se venden más televisiones con pantallas grandes y menos con pantallas «pequeñas». Ésta era una tendencia que ya veníamos observando, pero por el camino han surgido varios problemas. El primero, que nuestras casas no se están haciendo más grandes. El segundo, que cada vez resulta más caro para un fabricante vender una televisión grande.
Cariño, esta tele no cabe en el salón
A pesar de que en países como Alemania o España se están construyendo pisos cada año más grandes (en España, de hecho, más grandes que nunca), no hay que olvidar el parque de viviendas ya construidas y que, aunque las ciudades se expanden en tamaño, el terreno es limitado. También hay que tener en cuenta que en las estadísticas nos solemos guiar por cifras medias. Para que España tenga una media de nuevas viviendas en bloque de algo más de 116 metros cuadrados, hace falta que haya también pisos de 30 o 40 metros cuadrados (y otros de más de 200, claro).
Por otro lado está el espacio dedicado al salón o sala de estar donde se suele colocar la televisión principal de casa. Ahí es más complicado saber cuál es el tamaño generalizado de un salón, especialmente porque una cosa es el tamaño de construcción y luego el que acaba siendo en realidad (hay inquilinos que hacen reforma cuando compran un piso, por ejemplo).
En cualquier caso, una televisión de 65 pulgadas suele tener algo más de metro y medio de largo y en torno a un metro de ancho, y por una cuestión estadística, no todo el mundo tiene una pared disponible de esa amplitud (por ejemplo, porque el hueco que dejan los muebles es insuficiente o porque no hay suficiente separación entre la televisión y el sofá para ver bien).
Según datos de la consultora IHS Markit, el tamaño de las pantallas de televisión más vendidas aumenta una pulgada por año. Teniendo en cuenta que nuestras casas no crecen, ¿dónde está el límite? Juergen Boyny, director global de electrónica de consumo de GFK, nos dijo en el marco de la GPC IFA 2017 de Lisboa que «calculamos que habrá un límite de tamaño de pantalla para la mayoría de consumidores entre las 75 y 77 pulgadas, y aun así, ese tamaño quedará como un nicho muy específico».
No es de extrañar ese cálculo de GFK. Una televisión de 77 pulgadas ahora mismo puede costar unos 20.000 dólares y ocupar unos dos metros de largo. Sea por dinero o por espacio, en algún punto tendría que haber un límite.
A partir de las 60″ el negocio se complica
Los fabricantes se están encontrando con un problema añadido a la hora de vender televisiones grandes: los margenes de beneficio se reducen. ¿Por qué? Porque son más caras de transportar.
Como observamos en esta tabla, el peso y el volumen del embalaje de las televisiones crece exponencialmente conforme la pantalla de televisión es más grande:
El salto es claro a partir de las 65 pulgadas, un segmento en el que ya consultores como Paul Gray de la mencionada IHS Markit afirman que el negocio es más complicado de escalar. ¿Recordáis a GFK diciendo que las pantallas de más de 70 pulgadas serían un nicho muy específico?
Este incremento de tamaño y volumen va ligado a un aumento de costes. Las pantallas más grandes necesitan montar más metal para mantener la rigidez, un embalaje mucho más grande para protegerlas mejor durante el transporte y, por supuesto, la logística con ellas encarece el proceso. No es lo mismo transportar desde Asia a Europa una televisión de 30 pulgadas que una de 65, mucho mayor en peso y volumen (los costes de transporte también aumentan exponencialmente).
Y claro, los fabricantes se tienen que preocupar de encontrar un equilibrio entre sus costes y el precio que cobran a los proveedores y al consumidor final. Teniendo en cuenta que también deben ser competitivos con el resto de fabricantes, sin duda, el negocio de las teles grandes es un terreno más complejo de lo que pudiera parecer.
La tecnología al rescate
Si los costes se multiplican con pantallas más grandes y las casas tampoco están preparadas para una adopción masiva de televisiones de más de 65 pulgadas, ¿qué le queda a los fabricantes para que el negocio siga siendo rentable?
Por un lado, centrarse en teles de tamaño más contenido, concretamente entre las 30 y 44 pulgadas, un segmento que actualmente acapara, según GFK, algo más del 50% del mercado. ¿Y qué argumentos de venta se dan para un tamaño de televisión más tradicional? Más resolución (ya empieza a hablarse de 8K), más rango dinámico, más profundidad de color, tecnología UHD…
La ventaja añadida de los televisores más pequeños es que caben bien en otras partes de la casa y las estadísticas de GFK apuntan que los europeos tienen de media dos televisiones por hogar. Eso, unido a que el consumo de TV sigue estable o creciendo poco (en total, se consumen 235 minutos diarios de media en Europa, 215 en Latinoamérica, datos de GFK), dibuja un panorama interesante para que los fabricantes sigan mejorando la tecnología de las televisiones menores de 44 pulgadas.
Por otro lado, hay una tendencia en la que parece que se desdibuja la frontera entre la televisión y el consumo en dispositivos móviles. ¿Por qué estuvo presente el CEO de Netflix, Reed Hastings, en el pasado Mobile World Congress? Porque los servicios de streaming como Netflix, Amazon o HBO son los primeros en publicar contenido UHD, y no es casualidad que un teléfono como el LG G6 estrene relación de aspecto centrada en UHD, Dolby Vision y consumo de contenido multimedia.
Además, el consumo en dispositivos móviles es más personal, más íntimo. Puedes ver una serie, película o leer mientras vas en el tren o en el avión, estás en la calle o en el salón de tu casa. Las posibilidades de consumo son mayores que una televisión de 60 pulgadas reinando en la sala de estar. Y un móvil no es tan complicado de transportar.
¿Quiere decir esto que los fabricantes se centrarán en vender móviles en vez de televisiones? No, seguro que no será nada extraño ver a fabricantes como LG, Samsung o Sony, presentes tanto en smartphones como en televisiones, aprovechar sus tecnologías desarrolladas en TV para llevarlas a smartphones y viceversa.
Más que un problema con el tamaño de las pantallas de televisión, los fabricantes tienen una gran oportunidad para hacer que consumamos multimedia tanto en nuestro móvil como en la cocina como en el salón de casa. El tamaño de la pantalla no importa tanto como que haya una pantalla.
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Tenemos un problema: las pantallas de televisión son cada vez más grandes, pero nuestras casas no
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Cesar Muela
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