100 años de Tarzán en el cine: así fue la primera adaptación del clásico de Edgar Rice Burroughs
Con cerca de cinco decenas de producciones cinematográficas, Tarzán es, a día de hoy, uno de los personajes de la literatura que más veces ha sido llevado a la gran pantalla. Tanto es así, tan temprano comenzó el cine a tirarle los tejos a la inmortal obra de Edgar Rice Burroughs, que este 2018 se cumplen nada menos que 100 años del estreno de la primera cinta que se acercó al fascinante universo construido por el literato inglés.
Y con lo que nos gusta en Espinof celebrar onomásticas y aniversarios varios, no podíamos dejar pasar la ocasión que nos brindaba tan elevado e inusual cardinal para acercarnos a ‘Tarzan of the Apes’ (1918), filme dirigido por Scott Sidney. Su protagonista fue Elmo Lincoln, en la piel del hombre criado entre monos en el corazón de la selva africana que, a lo largo del siglo pasado, fue objeto de una adoración absoluta por el celuloide.
El personaje por antonomasia de la cultura popular
De vida muy corta antes de que el cine lo mirara con ojos tiernos, la primera novela del héroe, ‘Tarzán de los monos’ fue publicada en 1912 en el magazín pulp ‘All-Star Magazine’. Y si bien la recepción crítica fue poco más que correcta —algo que empeoraría con las siguientes entregas de los veinticuatro libros escritos por Burroughs— la popularidad del personaje fue rauda y aplastante.
No es de extrañar pues que el cine fijara pronto sus miras en adaptar al personaje aún contando con las limitaciones propias de la época muda —como después veremos— y que, con el tiempo, otros medios artísticos se hicieran eco de el gran juego que otorgaba el cosmos construido por el literato estadounidense, encontrándonos a lo largo de las décadas seriales de radio, obras de teatro y musicales o, por supuesto, la expresión narrativa por excelencia del s.XX, el cómic.
Si bien las tiras sindicadas tardarían en hacerse eco de la popularidad del personaje, es muy evidente que tachar de legendario lo que Hal Foster hizo con él entre 1928 y 1937, antes de cansarse de adaptar a un personaje ajeno y comenzar a relatar las aventuras de cierto príncipe, es quedarse cortos. Es más, a día de hoy, y habiendo pasado Tarzán por casi todas las editoriales grandes del panorama yanqui, fue la iconografía creada por Foster la que resultaría determinante para la posterior vida de Lord Greystoke en cualquier otro medio.
En la jungla de 1918 no se oían gritos
Y ese es, sin lugar a dudas, uno de los mayores problemas —no el único— de la muda ‘Tarzan of the Apes’.
Seamos francos, por más que en mi caso lleve toda mi vida consumiendo cuántas más películas mejor, sigo sin encontrar en el cine mudo, salvo alguna que otra excepción, lo que muchos críticos ven en él. Obviedad 1: sin su existencia no habría sido posible nada de lo que vino después. De acuerdo. Obviedad 2: hay mucha cinta muda que ostenta un alarde narrativo portentoso para hacerse entender incluso sin sus característicos letreros. De acuerdo.
Aún así, lo siento mucho, no conecto con él por más que me esfuerce.
A la traba que ya supone el intentar apreciar una cinta muda en lo que vale, se añade aquí el que, al ser de Tarzán, la comparación con todo lo que a lo largo de las últimas tres décadas y media he visto sobre el personaje se iba a interponer de frente en que pudiera sacarle algo de jugo a los setenta y tres minutos sobre los que se extiende el filme de Sidney. Un filme que, a la postre, y superando tanto prejuicio, demuestra atesorar cierto encanto.
Empecemos valorando que, como adaptación del texto de Burroughs, ‘Tarzan of the Apes’ es la producción cinematográfica más fidedigna que se ha rodado sobre la novela homónima en particular o sobre el personaje en general.
Sólo la inclusión de un personaje que articula la llegada de Jane y el grupo de ingleses en el segundo acto, y el hecho de que la cinta se limita a trasladar la primera mitad de la novela podrían ser factores que la alejan, y de manera muy somera, de tachar de ejemplar al trabajo de los guionistas, Fred Miller y Lois Weber.
Dejando para una secuela —estrenada en octubre de ese mismo 1918— la segunda mitad de lo narrado por Burroughs, ‘Tarzan of the Apes’ centra pues sus esfuerzos en trasladarnos la llegada de Lord y Lady Greystoke a la selva; el nacimiento de Tarzán; la muerte de sus progenitores; cómo la simia Kala se hace cargo de él y lo cría como a un hijo; el descubrimiento de Tarzán de la cabaña de sus auténticos padres; su paso a edad adulta; la llegada de los científicos británicos; el enamoramiento del hombre mono hacia Jane (Enid Markey) y los enfrentamientos de éste con una tribu de nativos.
Hilvanada con bruscos saltos en la narración como solía ser costumbre en el cine mudo, son apreciables en ‘Tarzan of the Apes’ los esfuerzos del equipo por conseguir hacer pasar Louisiana por un trasunto de la selva africana —al parecer, los monos que trajeron para el rodaje no quisieron irse del lugar toda vez aquél finalizó—. Gracias a ello, el conjunto adquiera cierto semblante de credibilidad y, considerando la ausencia de voz y lo exagerado de sus expresiones faciales y corporales, lo correcto en general del reparto.
Los mejores «Tarzanes» del cine
Puesto todo lo anterior en perspectiva por ser Tarzán uno de esos personajes a los que llevo acercándome desde que era un enano, dos son las producciones que este redactor considera, no como mejores y más fieles adaptaciones de la obra de Burroughs —repito, este centenario filme está a la cabeza de todas— sino como aquellas a las que sigo volviendo con el paso de los años sin que el agotamiento haga mella en ellas.
Ninguna de las dos es alguna de las míticas cintas protagonizadas por Johnny Weissmuller —aunque me encanten ‘Tarzán y su compañera’ (‘Tarzan and His Mate’, 1934) o ‘Tarzán en Nueva York’ (‘Tarzan in New York’, 1942)—. Es más, la más antigua de ellas sólo cuenta con tres décadas de edad. Me refiero, cómo no, al ‘Greystoke: La leyenda de Tarzán, el rey de los monos’ (‘Greystoke’, 1984) de Hugh Hudson; un filme ambicioso y desigual que encontraba en un espléndido Christopher Lambert un Tarzán muy creíble y que, al menos en su primera mitad, resultaba fascinante.
La otra —que da sopas con honda a la anterior— es, huelga decir, la versión que Disney hizo del hombre mono en 1999. Una traslación muy libre que, cómo no, venía cargada de humor y de números musicales —algunos de ellos asombrosos como el ‘Son of Man’— pero que, en lo visual, en cómo traslada la idiosincrasia del personaje, en lo sonoro y en muchísimas cosas más, se alza como una Obra Maestra del cine de animación.
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100 años de Tarzán en el cine: así fue la primera adaptación del clásico de Edgar Rice Burroughs
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por
Sergio Benítez
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