Mujer semidesnuda ante un espejo
Pinturas que originan fotografías; fotografías que inspiran cuadros; novelas que sugieren imágenes; secuencias de cine que influyen en fotógrafos. La relación entre las artes, no sólo visuales, existe desde el origen de cada disciplina. Una idea que siempre nos ha cautivado y que decidimos utilizar para recrear la atmósfera de un cuadro clásico.
Para llevarla a cabo, nos servimos del recientemente aparecido Fujinon GF 250 mm f/4 R LM OIS WR montado sobre la Fujifilm GFX 50s.
Una relación, a veces, de amor-odio que ha llevado a distintos artistas a renegar de su contrapuesto: pintores que denigran la fotografía o fotógrafos que huyen del camino trazado por la pintura para iniciar un recorrido original y apartado de los senderos trazados. Quizá no por casualidad, el movimiento abstracto en pintura surge poco después del nacimiento de la fotografía.
No son pocos, sin embargo, los pintores que trasladan sus conocimientos sobre el diseño y el color a la composición fotográfica ni fotógrafos que, atraídos por las posibilidades creativas deciden alternar el trabajo de su cámara con el de los pinceles o, incluso, complementar, mezclando ambas técnicas. La historia del arte está llena de ejemplos.
Los primeros daguerrotipos se realizaron a finales de los años treinta del siglo XIX. En esa época, dada la necesidad de realizar exposiciones muy largas, la mayoría de las tomas se realizaba en exterior. Algunos años después –1841–, el danés Christoffer Wilhelm Eckersberg terminaba su cuadro “Mujer desnuda peinándose frente al espejo” (En nøgen kvinde sætter sit hår foran et spejl).
Ignoramos si, por aquel entonces, Eckersberg había recibido la noticia del nacimiento de la fotografía ni su opinión al respecto. Pero en aquellos tiempos, con casi sesenta años, Christoffer llevaba cuarenta y cinco pintando y había creado un estilo propio basado en la fusión del clasicismo con el romanticismo.
Un modo de pintar que influyó en artistas posteriores hasta el punto de llegar a considerarse a Eckersberg el iniciador de la edad dorada de la pintura danesa. Aunque seguro que también ayudaría su carrera de profesor –y posteriormente director– de la Real Academia de Arte de Copenhague.
Probablemente, hoy cientos de fotógrafos, muchos de ellos desconocedores de esta u otras pinturas similares, hayan captado con sus cámaras actitudes corrientes como la que muestra la obra que aquí recreamos. Pero en una época en que las pocas fotografías existentes correspondían a paisajes, el danés supo mirar y plasmar de manera “fotográfica” una escena cotidiana. Esto nos motivó para tratar de reproducirla.
Parece ser que el pintor danés, durante los cursos de verano que impartía en la escuela de arte que dirigía, logró el permiso gubernamental para utilizar modelos desnudas en sus clases de dibujo al natural. Con toda probabilidad, esta escena corresponde a una de esas clases pues se han encontrado pinturas similares de algunos discípulos suyos.
La influencia del romanticismo se aprecia en la sensual composición que, de alguna manera, anticipa el erotismo, pues el espectador, voyeur del momento íntimo de la mujer, ve poco, pero intuye mucho. Al tiempo, el gusto por lo clásico del autor le lleva a otorgar un carácter escultórico a la modelo, complementado con elementos arquitectónicos como la moldura reflejada en el espejo.
A la hora de recrear la escena tuvimos que repasar la lista de los elementos que aparecen: pocos, pero todos ellos claves. El tocador, que le sirve a apoyo a la modelo para favorecer el movimiento del cuerpo; la caja, aparentemente accesoria pero que sirve para dar veracidad al momento; el fundamental espejo; y el, aparentemente accesorio, pero determinante y una de las complicaciones del montaje, reflejo de la moldura.
Dada la dificultad de encontrar un escenario real con esas características y trasladar la iluminación hasta allí, nos pareció más oportuno recrear la escena en el estudio. No tuvimos problemas en encontrar la mesa, el tapete, ni la caja.
El espejo resultó algo más complicado; debía pesar poco para que se pudiera pegar en el decorado sin necesidad de taladros; la forma ovalada también nos pareció importante para facilitar la ocultación de parte del cuerpo femenino. Aunque nos gustaba mucho el cerco del original, nos resultó imposible encontrar uno que reuniera todas las características y optamos por el que figura finalmente en la fotografía.
La moldura supuso un quebradero de cabeza desde el día que nos decidimos por este cuadro. Después de dar muchas vueltas a las distintas opciones, barajando incluso la posibilidad de fabricar una, la casualidad quiso que encontráramos tirada junto a un cubo de basura cercano al estudio los restos de una puerta.
Faltaba, por supuesto, el elemento principal: la modelo, a quien también encontramos un poco por casualidad porque estaba previsto que Daniela Sánchez fuese la maquilladora, dado que ese es su trabajo. Pero, por diversos motivos, terminó convirtiéndose en la acertada protagonista de la sesión, estrenando aquí su labor delante de las cámaras.
El equipo
Dado que se trataba de un trabajo en estudio en el que la calidad final resultaba importante, elegimos una cámara de formato medio que nos garantizara el detalle buscado.
La reciente incorporación al mercado del nuevo teleobjetivo Fujinon para formato medio terminó de decidirnos sobre el conjunto perfecto para este trabajo: Fujinon GF 250 mm f/4 R LM OIS WR montado sobre la Fujifilm GFX 50s.
Sobre el papel pensamos que la distancia focal –200 mm equivalentes en paso universal– podría suponer un hándicap para el tamaño del estudio en el que trabajaríamos pero una vez en el lugar de trabajo comprobamos que resultaba la focal perfecta para el plano que queríamos representar.
Sellado contra el polvo y las salpicaduras, y estabilizado para compensar hasta cinco pasos, dispone de un diafragma de 9 palas capaz de cerrar hasta f/32. Entre otros muchos atributos, nos resultaron de especial utilidad para este trabajo las múltiples posibilidades de configuración del foco.
Se trata de una función, también útil durante el trabajo en reportaje, mediante la cual guardamos previamente en la memoria la distancia de enfoque hasta el lugar donde estaba situada la modelo para recuperarla en el momento necesario.
Nos resultó también especialmente útil la posibilidad de girar el anillo de soporte del teleobjetivo, con marcas, para poder sujetar en vertical la cámara en el trípode sin necesidad de girar éste.
Para simular la luz que entra por la ventana en el tocador de la modelo del cuadro –Florentine parece que se llamaba– escogimos una ventana cuadrada de 65 cm de lado a la que acoplamos una rejilla que evitara la dispersión indeseada del haz. La luz provenía de un flash compacto de 500 W de potencia que utilizamos al 95% de potencia para poder cerrar el diafragma del Fujinon.
El montaje
Aparentemente sencillo, el montaje implicaba algunas complicaciones. Todas ellas derivadas del espejo de la escena a recrear. La primera, colocarlo sin dañar las instalaciones y la segunda lograr que se reflejara la moldura en el lugar adecuado.
El primer inconveniente se solventó con velcro adhesivo. Para el segundo, nos paseamos con la puerta en la mano por todo el estudio hasta encontrar el lugar idóneo del reflejo. No podía quedar muy separado de la escena para que recibiera luz del único punto utilizado. Cierto que podíamos haber añadido una segunda unidad para iluminarlo pero queríamos ser fieles al espíritu original del cuadro y supusimos que en la clase de pintura de Eckersberg no habría más de una fuente.
Los medios utilizados para sujetar este elemento, como puede verse en la foto del montaje, deben más al ingenio que a los recursos técnicos.
La realización
Aunque no se pretendía una copia exacta del cuadro sino más bien una recreación, intentamos respetar la máxima fidelidad posible con el original. Para ello, trabajamos con la imagen delante.
La pantalla abatible de la Fujifilm GFX 50s nos facilitó en gran medida el trabajo pues la relativa escasez de espacio del estudio dificultaba mirar a través del visor.
Teniendo en cuenta el tamaño del sensor de esta cámara y la distancia focal utilizada, sabíamos que la profundidad de campo podría suponer un problema. Si bien en el cuadro original aparecen nítidos tanto el cuerpo Florentine como su cara reflejada, nos pareció que podría resultar atractivo percibir, al menos en parte, el bello desenfoque que produce el Fujinon GF 250. Podríamos suponer, además, que de conocer la técnica del desenfoque selectivo en la pintura de la época quizá el pintor lo hubiera utilizado.
De cualquier manera, optamos por un diafragma intermedio: bastante cerrado para que se percibiera el rostro de Daniela, pero no del todo. A pesar de que, en las pruebas realizadas, comprobamos la buena nitidez que ofrece el GF 250 durante todo el recorrido de diafragmas.
Recordemos que su esquema óptico, de 16 lentes divididas en 10 grupos, incluye una lente super ED y dos lentes ED que reducen la aberración cromática y ofrece una muy buena calidad de imagen en toda la superficie del encuadre, como decíamos, con cualquier valor de diafragma.
A partir de esta decisión, sólo nos quedaba trabajar la pose para lograr el efecto deseado. Tarea sencilla gracias al buen trabajo realizado por Daniela, a pesar de su mencionada inexperiencia delante de las cámaras.
Finalmente, aunque somos amigos de realizar el mayor trabajo posible durante la toma para que las imágenes salgan de cámara prácticamente terminadas, variamos ligeramente los colores en post-producción para intentar emular los tonos fríos del cuadro original. No quisimos, sin embargo, eliminar el pendiente del reflejo que el pintor olvidó dibujar.
Este artículo promocional ha sido elaborado como resultado de un acuerdo comercial con Fujifilm España; dicho acuerdo no conlleva ninguna exigencia relativa al contenido del mismo, así como a las opiniones en él incluidas. Agradecemos a Daniela Sánchez –@danieelamakeupartist en Instagram– su valiosa ayuda y paciencia como modelo.