'Revenge' demuestra que el género de violación y venganza puede actualizarse sin perder su esencia grindhouse
Algunas críticas, siempre deseosas de encontrar nuevos abanderados para viejas causas, se han apresurado a colocar a ‘Revenge’ en cabeza de una posible reformulación del cine de explotación de antaño en clave feminista. Tiene clara explicación: el cine de ‘rape & revenge’ -o ‘violación y venganza’- lleva toda la vida siendo acusado de feminismo radical y también de todo lo contrario, de explotación sin moral del físico y los traumas femeninos. Además, ‘Revenge’ viene escrita y dirigida por una mujer, Coralie Fargeat, que da un hiperestético lavado de cara a las viejas películas de género.
De lo que no hay duda es de que ‘Revenge’ se ajusta a los códigos superficiales del ‘rape & revenge’ con disciplencia, casi con admiración, reduciendo sus tópicos a lo más esencial. Aquí tenemos a una joven, Jen (Matilda Lutz) que está pasando un fin de semana en una mansión retirada en el desierto con su amante, un hombre casado (Kevin Janssens). A la fiesta se unirán un par de amigos de éste para cazar por los inhóspitos parajes. Pero cuando la fiesta se vaya de las manos, Jen acabará gravemente malherida, será violada y, sobreviviendo a duras penas, clamará venganza.
Nada que no hayamos visto antes en auténticos clásicos del subgénero como ‘La violencia del sexo’ (‘Day of the Woman), ‘Thriller’ o ‘La última casa a la izquierda’ (Last House on the Left’). Sin embargo, y pese a que Fargeat sigue a pies juntillas el leve hilo argumental de rigor (e incluso reduce el escenario a lo mínimo, los apuntes biográficos de los personajes casi a la nada, y el número de agresores a solo tres, para no complicarse con interacciones complejas), también inyecta leves cambios en los tópicos.
El más importante es el de no objetificar el cuerpo de la mujer, lo que lleva directamente a que la secuencia de la violación, pese a su dureza, transcurra casi en off. Una especie de declaración de intenciones, que lleva a que, a la inversa de lo habitual, el metraje se centre más en la parte de revenge que en la de rape. Ella muere y vuelve a la acción de forma casi mágica, etérea; en cambio, son ellos, los agresores, quienes exhiben cuerpos mutilados, cadáveres profanados y desnudos integrales, humillantes y con aire exploit. Eso no convierte a ‘Revenge’ en una película de venganzas feministas (más allá, esto es, de lo mucho o poco feminista que se pueda considerar el mismo concepto de la «violación y venganza»), pero es indiscutible que el ojo femenino detrás de la cámara es patente.
Está claro que esa idea se ha convertido en un motor de venta del film, y es normal que Fargeat defienda su película como tal. Hay incluso un trailer que contrapone insultos machistas un poco bochornosos y salidos de Internet con imágenes de la película, en las que Jen se toma la justicia por su mano. En cualquier caso, es un enfoque saludable: Fargeat no se priva a la hora de encadenar planos del trasero en bragas de su heroína, ni de convertirla en una terminator con su inevitable punto sexy, pero eso es lo de menos. Los códigos del subgénero están ahí para quien quiera aprovecharlos y discutirlos.
‘Revenge’: Rape and revenge hiperestético
Pero por encima de consideraciones genéricas, lo que hace especial a ‘Revenge’ es su cuidadísima estética. De colores estridentes (la fotografía de Robrecht Heyvaert es una virguería), montaje abrumador y un tratamiento del sonido muy especial, hasta el desbordadísimo gore con efectos prácticos se siente más físico y cercano gracias a la sobreabundancia de primerísimos planes y galería cromática saturada. Sangrienta y excesiva, su condición de tebeo en imágenes no le quita visceralidad, y la única exigencia que le hace al espectador es la de llevar a la proyección la suspensión de credibilidad al máximo.
En efecto, la película está tan pendiente de la estética que se olvida, voluntariamente o no, del rigor a la hora de exponer los hechos, y si a menudo lo más endeble de estas historias es hacer tragar al espectador con la idea de que una persona agredida hasta el extremo es capaz de sacar fuerza física para emprender una venganza violentísima, aquí la cosa se sale de madre. Muchos espectadores desconectarán con lo poco verosímil del via crucis de la heroína, pero el aficionado con callo sabrá que las referencias a las drogas mágicas, el logotipo de la cerveza, la simbología brujeril y demás cuestiones poco realistas entroncan a la película más con recientes éxitos del fantástico macabro como ‘Savaged’ que con la sordidez del grindhouse de los setenta.
‘Revenge’ es un divertido refrito de tópicos, altamente estetizado y con no poco sentido del humor, que triunfa a la hora de revalorizar conceptos propios de la serie Z, ponerles un lazo y hacerlos digeribles para espectadores modernos y ansiosos de emociones fuertes. Es cierto que los más estrictos preferirán la tosquedad y honestidad de los clásicos del género, pero quienes busquen una verbena de sangre, drogas, caricatura y gente dándose trompazos en charcos de sangre, quedará más que saciado.
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‘Revenge’ demuestra que el género de violación y venganza puede actualizarse sin perder su esencia grindhouse
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Espinof
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John Tones
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