‘Gremlins’: cómo se creó un clásico navideño que rebosa terror, violencia y humor negro
De entre la inmensa variedad de películas que podría escoger para configurarla, mi santísima trinidad particular de filmes navideños está compuesta —sintiéndolo mucho por ‘Qué bello es vivir’— por ‘Sólo en casa’ —Chris Columbus, 1990—, mi adorada ‘Jungla de Cristal’ —John McTiernan, 1988— y, por supuesto, la maravillosa ‘Gremlins’: el eterno largo dirigido por Joe Dante y producido por Steven Spielberg en 1984.
Incluso al despojarla de su etiqueta de producción navideña, ‘Gremlins’ brilla como una hermosa anomalía dentro del cine familiar. Un producto hijo de su tiempo que ostenta unos deliciosos niveles de violencia, cafrería y humor negro completamente inusitados y refrescantes que, después de pugnas y alguna que otra modificación, terminaron convirtiéndola en un clásico de culto que seguimos celebrando 33 años después de su estreno.
Ratones y golpes de suerte: el nacimiento de ‘Gremlins’
‘Gremlins’, inspirada por el ruido que hacían los ratones en su apartamento durante la noche, nació de la mente de Chris Columbus, un joven guionista de 24 años, durante una época en la que el idílico romance entre terror y comedia comenzó a estar a la orden del día, dando frutos a principios de los ochenta como ‘Un hombre lobo americano en Londres’ —John Landis, 1981— o la antología ‘Creepshow’ —George A. Romero, 1982—.
El escritor concibió su guión como un spec —esto es, un libreto escrito sin un encargo de por medio— destinado a demostrar sus habilidades a productores y ejecutivos que pudiesen contratar sus servicios. Columbus nunca confió en que su texto pudiese llegar a materializarse hasta que un golpe de suerte —o de talento— hizo que la primera versión de ‘Gremlins’ cayese en manos de Steven Spielberg, quien, maravillado, decidió comprarlo, afirmando que era «una de las cosas más originales que había visto en años».
Por aquél entonces, el Rey Midas de Hollywood estaba enfrascado en la producción de ‘Indiana Jones y el templo maldito’, lo cual impidió que pudiese encargarse personalmente del desarrollo y dirección de su nuevo proyecto. De este modo, tras descartar a Tim Burton por no contar este aún con un largometraje en su filmografía, decidió contactar con Joe Dante, atraído por su experiencia previa con el terror, género en el que ya demostró encontrarse más que cómodo en su anterior filme: la brillante ‘Aullidos’.
Con un director a bordo, la tripulación del barco titulado ‘Gremlins’ terminó de completarse con el productor Michael Finnell —colaborador de Dante en ‘Aullidos’—, iniciándose la producción bajo el amparo de Warner Bros. y la mítica productora de Steven Spielberg Amblin Entertainment, siendo esta la primera película en la que se utilizó el logotipo de la compañía tal y como lo conocemos hoy día.
Perros decapitados y padres desnucados: el guión original de gremlins y su evolución hasta su final cut.
La principal virtud de ‘Gremlins’, localizada en su particular apuesta tonal y en su preciso balance entre comedia negra y terror, fue tan arriesgada controvertida, situándole junto a Joe Dante en uno de los dos frentes de una contienda que les enfrentó contra unos ejecutivos de Warner Bros. reticentes a brindar un producto tan «oscuro» al público infantil, y contra un Steven Spielberg que, finalmente, terminaría defendiendo el lado más salvaje y ácido de la película.
Las primeras versiones de ‘Gremlins’, antes de que sufriese un progresivo —y no excesivamente severo— suavizado a través de sus reescrituras, eran muchísimo más violentas y retorcidas de lo que terminamos viendo en su corte final. Los cambios a los que se sometió el texto original de Chris Columbus estuvieron centrados, por un lado, en los relativo a los personajes y el peso de los mismos en la trama, destacando la decisión de Steven Spielberg de dar más peso a Gizmo, quien originalmente se transformaba en el infame Stripe en lugar de coexistir y enfrentarse a él.
No obstante, la mayoría de modificaciones estuvieron centradas en disminuir el nivel de contenido «sensible». Por enumerar alguno de los momentos más memorables que no terminaron llegando a la sala de montaje cabe destacar la escena ambientada en un McDonalds donde las criaturas devoraban personas en lugar de hamburguesas; la muerte del profesor de ciencias, algo más explícita, en la que fallecía con decenas de agujas hipodérmicas clavadas en la cara y, por encima de todo, los asesinatos de la madre y el perro de Billy, cuya cabeza rodaba escaleras abajo cuando el protagonista llegaba a su casa y descubría que todo se había descontrolado.
Aunque, por encima de la retahíla de muerte y destrucción mencionada, el fragmento que marcó la diferencia durante el desarrollo de ‘Gremlins’ fue el divertido monólogo de la actriz Phoebe Cates, quien estuvo a punto de no ser contratada debido a su aparición en topless en ‘Aquél excitante curso’ —Amy Heckerling, 1982—.
El monólogo de la discordia
El hilarante soliloquio en el que Kate, interés amoroso de Billy, revela que el motivo de su animadversión hacia la Navidad es fruto del fallecimiento de su padre precipitándose chimenea abajo vestido de Papá Noel —algo extraído de una popular leyenda urbana—, resultó demasiado delicado para los ejecutivos de Warner Bros., que exigieron la retirada de la escena del corte para cines de ‘Gremlins’.
Steven Spielberg, pese a coincidir con los responsables de Warner y no ser en absoluto partidario de susodicho fragmento, consideraba el largometraje como un proyecto de Joe Dante, quien siempre manifestó que el monólogo representaba a la perfección el tono jocoso y negruzo y la naturaleza de ‘Gremlins’. Así pues, el productor intercedió apostando por la visión del director —y del guionista—, haciendo posible que el momento estrella de Cates llegase al cine.
Este es, afortunadamente, una de las muchas salvajadas del escrito de Columbus que Spielberg y compañía decidieron mantener intactas. Los ataques salvajes de los mogwais, las muertes más variopintas de las criaturas —con batidoras y microondas de por medio— y el aterrador plano en el que Stripe se deshace frente al halo de luz que acaba con él en el clímax de la película dieron lugar a un filme de lo más peculiar que se encontraba en un pantanoso limbo dentro del sistema de calificación por edades de principios de la década de los ochenta.
Muchas fueron las voces que se alzaron por aquél entonces en contra del contenido de ‘Gremlins’, siendo esta, junto a ‘Indiana Jones y el templo maldito’, una de las principales instigadoras de la aparición del PG-13: una nueva calificación por edades para películas demasiado ligeras para obtener una calificación «R» y demasiado delicadas para calificarse para todos los públicos, nacida tras una llamada de Steven Spielberg al su amigo Jack Valento, mandamás de la Motion Picture Association of America. Según el productor: «Yo creé el problema y también di la solución. Yo inventé la calificación».
‘Gremlins’ se estrenó el verano de 1984, finalmente bajo una calificación PG —esto es, para todos los públicos—, logrando en Estados Unidos durante su primer fin de semana una recaudación de 13 millones de dólares tras una inversión de 11 millones; beneficios que, tras su reestreno en 1985, se multiplicaron hasta alcanzar los 153 millones. Pero el legado de la obra de este trío de genios compuesto por Spielberg, Dante y Columbus ha trascendido hasta nuestros días como algo más que un éxito comercial, invitándonos a celebrar aún hoy día su derroche de creatividad, su impoluta factura técnica y todo ese encanto que nos atrajo a muchos durante nuestra más tierna infancia al lado más tenebroso y oscuro del séptimo arte.
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‘Gremlins’: cómo se creó un clásico navideño que rebosa terror, violencia y humor negro
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Espinof
por
Víctor López G.
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