UFO y la impostura de Javier Arcenillas
No recuerdo quien decía que el rastro que deja el amor, como experiencia vital, es imborrable; como que de una manera u otra, aquello que hemos sentido y que nos ha emocionado profundamente, deja una marca palpable de la que ya no nos podemos desprender. Todo lo que nos emociona produce un cambio en nuestra manera de sentir, pensar y amar que nos afecta y nos altera.
Y pienso en las huellas de Neil Armstrong en la luna, donde la falta de viento y atmósfera, convierten esas pisadas en una épica cicatriz, un eterno vestigio histórico; si toda huella deja un rastro que re-seguir, todo vestigio deja una imagen que admirar.
La huella de Armstrong, como vestigio, es su propia imagen, aquella que hemos visto hasta la saciedad, de tal forma que, una vez convertida en leyenda, nos ha permitido construir nuestro propio relato. Armstrong ya no está en la luna pero su imagen-vestigio nos remite constantemente, como si nunca hubiera regresado, como si aun continuara allí…en la luna, dando saltitos.
La imagen como vestigio contiene, por lo tanto, una posible historia y como tal, existe un narrador y también una ficción más o menos ligada a una realidad concreta, esa que nos permite creer en el relato, y que nos convence, a veces si o a veces no. Lo verosímil de toda historia, muy ligado al vestigio, es siempre algo construido, impostado.
UFO de Javier Arcenillas se configura a partir de esa impostura; un ensayo que analiza los cambios en el entorno natural y sociológico, que se produjeron a partir de la leyenda de una serie de sucesos extraterrestres en diferentes zonas del desierto de Roswell, a mediados del sXX.
«Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez… Continuaremos informando».
Así comenzaba, Orson Welles la adaptación radiofónica de la novela La guerra de los mundos de Herbert G. Welles, que provocó la histeria colectiva un 30 de Octubre de 1938.
Miles de personas, asumieron que aquello que Welles narraba por la radio, estaba sucediendo realmente; una situación inverosímil e improbable fue creída por una parte de los doce millones de oyentes y el caos que produjo, hizo que se convirtiera en uno de los mayores hitos de la historia de la radio norteamericana.
Decía Julio Verne que “toda ficción creíble sabemos que es ficción pero nos lo creemos pies juntillas“, y también el mismo Verne decía que “la mente humana se deleita en grandes concepciones de los seres sobrenaturales“. Nos gusta creer en lo extraño, en lo que no tiene explicación, lo para-normal. Como si el hastío de lo cotidiano, de esa normalidad establecida, de lo previsible, nos despertara cierto deseo de sorpresa, anhelo de lo inesperado, incluso de aquello que por desconocido, también nos produce un miedo atroz.
“De día estamos tan ocupados en nuestros pobres asuntos, que nos parece imposible que alguien, allá arriba, vigile nuestros pasos y, laborioso y metódico, planee la conquista del planeta tierra. Sólo la noche es capaz, con su oscuridad y su silencio, de crear las condiciones para que los marcianos, los selenitas y demás seres que habitan el universo, tengan cabida en nuestra imaginación” (1).
Los extraños sucesos producidos en Roswell en torno a 1947 fueron relatados por los medios de comunicación de la época y generaron cierta alarma social, interés seudo-científico e incluso político, pero también el desarrollo de todo un lenguaje icónico; un imaginario que provenía sobre todo de la literatura de ciencia-ficción, pero que a partir de Roswell cobraba cierta entidad verídica. El hecho de que las noticias se hicieran eco de que en ciertas zonas del desierto de Nevada se habían producido presuntos avistamientos de Ovnis e incluso, la posible captura de un moribundo E.T, provocó la invasión más marciana: la del turismo, que ha modificado el paisaje natural de la zona, adaptándolo a las necesidades y exigencias de los buscadores de extraterrestres y curiosos de todo tipo.
En UFO, Javier Arcenillas documenta los rastros de ese relato impostado, construido por una parte para sacar rentabilidad a la invasión turística: decorando los espacios urbanos y naturales con todos esos elementos propios de la iconografía alienígena. Y por otra parte, para satisfacer el deseo y la curiosidad humana por lo sobrenatural.
Los espacios que retrata Arcenillas parecen deshabitados, como el día después de una fiesta; muestran cierto abandono, una sensación parecida a ver papanoeles descoloridos, escalando el balcón de una casa cualquiera, a mediados de junio.
Como un arqueólogo, Javier Arcenillas recopila todos esos vestigios para configurar lo que parece más bien un tratado sobre el desencanto: lugares fosilizados, descreídos; restaurantes con neones de platillos volantes y extraterrestres en cada rincón. Y el desierto en toda su inmensidad, bajo tumultuosas nubes de tormentas que alimentan las historias de sucesos increíbles; paisajes nocturnos con imponentes rayos y toda la chatarra militar que rememora cierta estética de la guerra fría.
El vacío es el elemento redundante, pues le confiere un sentido de historia pasada, un relato del que sólo queda el espejismo, tan habitual en zonas desérticas.
UFO no es un libro sobre ovnis, aunque lo parezca, de la misma manera que París-Texas no es una historia de amor, aunque sus personajes se hayan amado intensamente.
Hunter: ¿Crees que aun la ama?
Anne: ¿Cómo lo voy a saber?
Hunter: Yo creo que si
Anne: ¿Cómo lo sabes?
Hunter: Por la forma en que la miraba
Anne: Te refieres a cuando la vio en la película…
Hunter: Si, pero no es ella
Anne: ¿Qué quieres decir?
Hunter: Sólo es ella en una peli… hace mucho tiempo… En una galaxia muy, muy lejana. (2)
UFO presenta además, toda la recreación documentativa de los sucesos de Roswell: copia de informes secretos, portadas de periódicos, archivos fotográficos de la época e incluso los planos de un platillo volante; documentación que por un lado permite entender la trascendencia social y sus efectos en la cultura popular, no sólo norteamericana; y por otro lado, alimenta esa estética que tanta curiosidad nos despierta.
La impostura se establece por lo tanto también en su diseño, editado majestuosamente por RM y con una puesta en escena muy atractiva: de rojo intenso y letras llamativas, que remite a ese imaginario de ciencia ficción de los años 60, el culto a los seres extraordinarios y al mundo de los platillos volantes. El cine y la cultura pop recrearon ese imaginario de lo marciano, generando un movimiento no solamente estético, sino una corriente cultural que aún perdura.
UFO navega entre lo verosímil y lo verdadero, sin que eso sea algo realmente importante, pues el relato se encuentra en el vestigio, en toda la erosión que es capaz de producir la condición humana y su curiosidad.
(1) Fragmento de la novela La guerra de los mundos de Herbert G. Welles
(2) Diálogo extraído de Paris,Texas de Win Wenders