Hay una pregunta cada vez más necesaria a la hora de hablar de nuevos servicios y productos. La de los sacrificios que hacemos, la de las cosas a las que renunciamos para disfrutar de esos servicios y esos productos. Siempre hemos tenido que renunciar a cosas para disfrutar de otras, pero lo cierto es que cada vez es más difícil llegar a un buen equilibrio.
El Surface Laptop es un ejemplo de esos sacrificios, pero no tanto por su hardware —el diseño se vuelve una vez contra nosotros— como por Windows 10 S, un sistema operativo que plantea limitaciones importantes a nuestras libertades como usuarios. Microsoft no es la primera en hacerlo, claro: Google y Apple llevan tiempo esgrimiendo argumentos orwellianos para vendernos plataformas que son teóricamente más seguras y eficientes.
Primer antecedente: Apple y el control total
Si hay una empresa tecnológica en la que el equilibrio entre libertades y prestaciones siempre esté comprometido, esa es Apple. La empresa es referente a la hora de acotar opciones con el objetivo de ofrecer la mejor experiencia de usuario.
Se sacrifican opciones que damos por sentadas en otras plataformas, no solo en el ámbito del software (cómo hacemos esto o lo otro) sino en el del hardware (qué funcionará y qué no cuando lo conectemos a un producto Apple).
Los índices de satisfacción revelan desde luego que a los usuarios de productos Apple no les molestan demasiado esos sacrificios, y de hecho eso ha logrado fortalecer un ecosistema que precisamente funciona especialmente bien gracias a ese control total que Apple ejerce sobre su software y su hardware.
Es la «ipadización» de la que hablábamos en el titular: ese fenómeno que hace que el formato restrinja las opciones hardware y software aunque las razones prácticas para hacerlo sean ciertamente discutibles.
En muchos sentidos, tanto macOS (OS X) como iOS y el resto de plataformas de software son una inspiración para Microsoft, que hace tiempo que busca aprovecharse de estrategias como la de contar con una sola tienda de aplicaciones centralizada y que también parece querer encaminar Windows 10 S a la ejecución de aplicaciones universales de 64 bits, algo que en iOS se pretende hacer con iOS 11.
Segundo antecedente: Google y Chrome OS
Aunque Apple ha sido defensora histórica del control sobre sus productos, quien realmente parece haber inspirado a Microsoft a la hora de desarrollar Windows 10 S ha sido Google, que hace unos años lanzó al mercado Chrome OS como la perfecta versión de un sistema operativo en el que por primera vez importaba más lo de fuera (servicios en la nube) que lo de dentro (aplicaciones en local).
Ese no era el único compromiso que imponía Google con su sistema operativo para PCs de sobremesa y portátiles: las limitaciones a la hora de instalar software en local o de almacenar datos y contenidos se sumaban a esa dependencia de la conectividad, aunque ciertamente es posible utilizar ciertas opciones offline.
Eso permitió a Google configurar un sistema operativo en el que el navegador era absoluto protagonista, y hacerlo además de forma que la seguridad —con técnicas como el sandboxing— y la eficiencia —pocos servicios secundarios «pululando», pocas aplicaciones no optimizadas ejecutándose— fueran destacables.
Windows 10 S, más control a costa de (muchas) menos prestaciones
Si hay algo que destaque en Windows es el hecho de que su retrocompatibilidad hace posible ejecutar aplicaciones de hace años (e incluso décadas) en nuevas versiones del sistema operativo sin problemas. No solo eso: la anarquía en la distribución del software ha hecho que sea posible contar con todo tipo de fuentes para descargar e instalar aplicaciones y juegos.
Eso, claro, plantea serios compromisos a la seguridad, algo que precisamente quiere erradicar Windows 10 S con esa limitación de instalar aplicaciones y juegos solo desde la Tienda Windows. Esa opción estará activada por defecto en esta versión tan especial de Windows 10, pero es que Microsoft ya introdujo esa opción en una reciente compilación de Windows 10, y forma parte de la actualización Creators Update que lleva unas semanas disponible.
La idea es, como en el caso de Chrome OS o macOS, la de centralizar esas operaciones de instalación de aplicaciones y juegos para garantizar que lo que encontramos en la Tienda Windows no contiene malware, además de estar optimizado (aplicación universal, 64 bits) para Windows 10 S. «Todo lo que se ejecute en el Surface Laptop va a estar verificado y certificado por Microsoft«, declaró Terry Myerson durante la presentación del sistema operativo.
A esas limitaciones a la hora de instalar nuevo software se le suman otras que probablemente iremos descubriendo con el tiempo. Entre ellas están dos sorpresas desagradables: Windows 10 S no permitirá a los usuarios cambiar su navegador web por defecto o su motor de búsqueda en Edge: Microsoft Edge y Bing serán la constante en equipos basados en Windows 10, algo que Microsoft explicaba en DigitalTrends:
Sí, Microsoft Edge es el navegador web por defecto en Microsoft Windows 10 S. Podrás descargar otro navegador que esté disponible en la Windows Store, pero Microsoft Edge seguirá siendo la aplicación por defecto si, por ejemplo, abres un fichero .htm. Además el motor de búsquedas por defecto en Microsoft Edge e Internet Explorer no podrá cambiarse.
Será interesante ver lo que la Unión Europea tiene que decir al respecto —obligar a los usuarios con cosas como esta le ha costado a Microsoft alguna que otra multa en el pasado—, pero es que este tipo de decisiones unilaterales son cuestionables, sobre todo cuando precisamente Windows siempre se ha destacado de las dos plataformas mencionadas por ofrecer mucha más libertad a la hora de instalar y utilizar todo tipo de software y opciones para personalizar el escritorio y cómo queríamos usarlo.
Control frente a libertad
Las ventajas para Microsoft son obvias: aumenta la cuota de uso de su navgegador y su buscador y aumenta el control sobre lo que hace o deja de hacer el usuario. Aquí vuelve el debate sobre la privacidad que fue especialmente acusado tras el lanzamiento de Windows 10 y su recolección de datos, aunque en Redmond hayan intentado suavizar el problema en la Creators Update.
Puede que efectivamente haya beneficios en la eficiencia. Microsoft lleva tiempo presumiendo de lo que Edge puede aportar a la autonomía, pero aquí otros desarrollos también han hecho sus propias pruebas con resultados desiguales. También es desde luego probable que este tipo de decisiones beneficien la seguridad de un sistema que lógicamente al estar más acotado será menos proclive a estar afectado por agujeros de seguridad. La pregunta es, como indicábamos al principio, qué sacrificios tenemos que hacer para disfrutar de esas ventajas.
Y con esa pregunta os dejamos. Si valoráis más esas ventajas en seguridad y eficiencia —imposible certificar cuánto mejora en estos apartados Windows 10 S frente a un equipo Windows 10 bien configurado y usado con sentido común—, es probable que Windows 10 S sea vuestro sistema operativo. Si no, quizás estéis más en mi bando: el de quienes creemos que lo fantástico de Windows 10 está dar opciones, y no en quitarlas.
En Xataka | Windows 10, privacidad y sacrificios
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La noticia
Windows 10 S y la «ipadización» de la tecnología: todo lo que perdemos por más control y seguridad
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por
Javier Pastor
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