En la entrevista que le hicimos a Javier Gullón, éste aseguraba que el guion de ‘Una historia de venganza’ (‘Aftermath’, Elliott Lester, 2016) había llamado bastante la atención, y que en cierto momento, surgió la oportunidad de ser producido por Darren Aronofsky y protagonizado por Arnold Schwarzenegger cambiando totalmente de registro. La historia está basada en un triste hecho real acaecido a principios de milenio sobre Alemania.
La colisión en el aire de dos aviones de pasajeros ha servido como base de inspiración a Gullón para un guion “en spec” —práctica estadounidense muy común en la escritura de guiones que en España es sustituida por enchufismo y similares— que él mismo ha definido como un drama con espíritu de thriller. Una buena forma de definir la película, en la que Arnold Schwarzenegger se calza los zapatos de uno de sus típicos personajes traspasados al drama íntimo.
El único Terminator posible da vida a un sencillo hombre que trabaja en la construcción, casado felizmente y con una hija que está a punto de convertirle en abuelo. Una felicidad truncada por un desastre aéreo que se produce por un despiste del controlador aéreo —personaje a cargo de un histriónico Scoot McNairy—. La película intenta, a partir de ahí, mostrar las consecuencias y secuelas de dicho accidente en las vidas de ambos personajes.
‘Una historia de venganza’ es una película en la que Schwarzenegger llega a sorprender con su interpretación más de lo esperado —la escena en la que se sincera con su amigo es buena prueba de ello, una escena en la que el limitado actor está muy convincente—, pero por muy loable que pueda parecer este cambio al drama —con permiso de ‘Maggie’ (íd., Henry Hobson, 2015)— el modus operandi de su personaje no se diferencia demasiado de sus personajes más conocidos. Roman es alguien que no se detendrá ante nada para conseguir una disculpa.
Schwarzenegger es lo mejor de un drama falto de interés
El drama contiene dos partes separadas por la elipsis de un año. La primera es probablemente la mejor, mostrando el vacío al que los dos antagonistas sucumben tras el accidente, incapaces de encontrar respuestas o algún tipo de alivio. La segunda, precisamente la que Lester enfoca como si se tratara de un thriller, es la que termina por destrozar toda la película, con un uso terrible de las elipsis —esa parte final en la que la venganza posee un efecto dominó— y un guion en el que, lejos de empatizar con nadie, se produce una abrumadora sensación de falta de interés.
Personajes planos, clichés de clichés, tirando de tópicos. Una historia que, salvo la estructura narrativa, intenta centrarse en el lado humano, optando por lo fácil, tal vez para no defraudar a un espectador poco amigo de otras fórmulas que no sea el efectismo; y aunque no lo parezca, ‘Una historia de venganza’ tiene bastante de eso, desde los primeros planos del controlador llorando a moco tendido, hasta la utilización de una banda sonora que más que apoyar las imágenes, molesta.
Habría sido más interesante si su productor, Aronofsky, se hubiese hecho con el material para dirigirlo él mismo. El libreto de Gullón habría tenido más posibilidades de ser mejorado por la puesta en escena. Nos habríamos librado de metáforas tan ridículas como las de los dos aviones en el cielo cruzándose o el plano cenital final, que curiosamente podría haber dado lugar a otro tipo de película completamente diferente, otra que también podría haber estado protagonizada por Schwarzenegger, pero el de los años ochenta. Con todo, él es lo mejor de ‘Una historia de venganza’.