Consciente de la importancia que las cámaras sin espejo están adquiriendo en el mercado, el fabricante generalista de ópticas, Tamron, incluye por primera vez en su catálogo un modelo con montura E diseñado para las Sony con sensor de “formato completo” (24×36 mm): la familia α7 y la α9.
Como parece lógico, qué mejor manera de introducirse en este nicho que con un clásico polivalente: un 28-75 mm de luminosidad máxima constante a f/2,8 que ya pasó por nuestras manos en la CP+ de este año causándonos muy buena impresión y que ahora probamos en profundidad.
Diseño y manejo
Que no se puede pedir tamaño reducido a un objetivo de calidad es bien sabido y este Tamron no supone una excepción. Aún así, su diseño tubular –similar al 70-210 mm para réflex presentado al tiempo que éste– le confiere un aspecto compacto y que no desentona con la Sony α7 III que utilizamos para la presente prueba de campo.
A diferencia del zoom teleobjetivo mencionado, en esta ocasión la longitud sí que varía con la acción del zoom, pasando de casi 11,8 cm en la posición angular a unos 14,2 cm en la posición tele. A pesar de este aumento, el reparto de pesos se mantiene, por lo que no afecta de forma significativa al manejo.
Los 550 g de peso tampoco lastran en exceso un equipo que de por sí no destaca por su ligereza –comparado con otras cámaras sin espejo– por lo que el trabajo diario con el conjunto no resulta gravoso ni para la muñeca ni para el hombro.
El diseño minimalista mantiene la estética que viene siendo habitual en los últimos modelos del fabricante –recordemos que el objetivo probado no pertenece a la serie SP de Tamron–. En este caso, además, ningún elemento sobresale ya que carece de conmutador de autofoco debido a que esta opción se elige directamente desde la cámara.
El aro de enfoque, de menor anchura, se encuentra próximo a la cámara y gira sin fin de modo muy suave. A pesar de su menor tamaño con relación al de control de zoom, se maneja con comodidad y permite un ajuste fino del foco, bien para afinar el AF automático, bien para enfocar a mano directamente.
El anillo de zoom, de dimensiones generosas, tiene un tacto algo más áspero que ayuda a evitar los cambios indeseados de distancia focal. De hecho, gracias a este tacto resulta fácil elegir el punto exacto deseado. En el anillo vienen serigrafiadas las distancias de 28, 35, 50 y 75 mm. Dada la longitud del objetivo, la posición de ambos anillos resulta muy adecuada para su accionamiento en la posición natural de agarre de la cámara.
En la parte trasera encontramos una ventana rectangular –como viene siendo habitual en otros objetivos para esta misma montura– que previene las luces parásitas. También vemos cómo la lente trasera se desplaza con el accionamiento del zoom. Aunque esto no debiera suponer un problema para el bombeo de polvo, ya que –como comprobamos por la junta de sellado– este objetivo está protegido contra las inclemencias climáticas –polvo y agua–.
El frontal, de ∅ 67 mm de filtro, lleva un parasol de pétalos que se incluye de serie. La lente delantera está recubierta con flúor para repeler el agua y las huellas dactilares.
Rendimiento
Un total de 15 elementos divididos en 12 grupos conforman el diseño óptico en el que se ha puesto bastante cuidado para lograr la máxima calidad de imagen. Por ello se han incluido lentes de baja dispersión y de extra baja dispersión, así como una aesférica de vidrio moldeado y dos lentes aesféricas híbridas.
Como resultado de esta construcción se consigue un objetivo compacto, tal como decíamos, que ofrece imágenes con una nitidez y detalle muy aceptable que se mantiene prácticamente constante en toda la superficie del encuadre, con poca caída en las esquinas, como puede observarse en las imágenes de muestra.
Las aberraciones cromáticas también se han controlado bastante y, aunque cuesta encontrar halos, si los buscamos aparecen en las esquinas de escenas muy contrastadas. Especialmente en contraluces.
Para evitar las luces parásitas, las lentes utilizan el recubrimiento habitual en los objetivos Tamron denominado por este fabricante BBAR –Broad Band Anti Reflection–. En consecuencia, los destellos sólo aparecen si los provocamos y, aun así, aparece bajo la forma de un suave flare que, controlado, puede resultar incluso estético.
Algo más nos preocupa la distorsión geométrica: bastante acusada en barrilete a 28 mm pero que se va corrigiendo conforme alargamos focal de tal manera que a 35 mm resulta apenas imperceptible y a 50 mm ha desaparecido por completo. Evoluciona, eso sí, hacia un leve acerico en el tele.
Pero, sin duda, uno de los platos fuertes de este nuevo objetivo de Tamron lo encontramos en el enfoque. En primer lugar, porque utiliza un nuevo sistema de enfoque por pasos que realiza su trabajo de manera muy rápida y, pensando en la grabación de vídeo, absolutamente silencioso –RXD, Rapid eXtra-Silent stepping Drive–.
Este motor, en combinación con las capacidades de enfoque de la Sony α7 III utilizada para la prueba consigue enfocar en poco tiempo y con precisión en cualquier circunstancia, incluso con luz escasa.
Además, dado que se ha pensado de manera específica para esta cámara, se ha logrado la compatibilidad con características especiales que posee este modelo, tales como el enfoque híbrido, la detección de ojo, el enfoque manual directo –DMF– o las correcciones “de lente” en cámara. En este sentido, debemos aclarar que estas correcciones, como viene siendo habitual en todas nuestras pruebas de campo, se desactivan para comprobar las capacidades reales de la óptica pura sin intervención de firmware o software de edición.
No abandonamos aún el apartado de enfoque porque nos queda por comentar otra de las ventajas de este objetivo: su capacidad para enfocar en distancias cortas. Logra un factor de ampliación máximo de 1:2,9 gracias que, en vez de mantener la distancia mínima para todo el rango, se ha ajustado a las distintas focales y así, en la posición angular se consigue una distancia mínima de tan solo 19 cm.
Esta medida, sin llegar a considerarse macro, permite aproximaciones muy interesantes y, lo que es mejor en un gran angular, primeros planos muy próximos con información contextual en segundo plano. La distancia mínima en la posición tele, aunque se mantiene con valores ventajosos, se extiende hasta 39 cm –factor de ampliación de 1:4–.
El diafragma está formado por nueve palas que conforman un cierre casi circular. Abre, como se ha indicado, hasta f/2,8 en cualquier posición del rango focal y cierra hasta f/22. Ofrece un desenfoque –bokeh– muy armonioso que resulta especialmente atractivo en retratos o en las tomas casi macro que se consiguen con la mínima distancia de enfoque mencionada.
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A máxima apertura, como suele ser habitual en objetivos para cámaras con sensor de 24×36 mm se observa un viñeteo pronunciado que desaparece progresivamente conforme vamos restando luminosidad, disipándose en gran medida a f/5,6 y ya por completo a f/8. Este oscurecimiento en las esquinas se comporta de manera muy similar en todas las distancias focales.
Comparado con…
Poca competencia tiene, por el momento, este Tamron pues, aunque las marcas generalistas no pierden de vista esta montura y cada vez aparecen más objetivos para ella, este es el primer objetivo de distancias focales estándar y luminosidad máxima constante a f/2,8 que aparece en el mercado. A excepción, claro está, del originario de la marca.
No debemos perder de vista que, mientras que para hacernos con el 24-70 mm f/2,8 original hay que desembolsar más de 2.000 €, el objetivo probado aquí cuesta en torno a 800 €; menos incluso de lo que vale el 24-70 f/4 de Sony.
Todas las consideraciones de calidad que se realicen han de estar, por tanto, condicionadas a los consiguientes desembolsos. Aunque, tampoco hay que olvidar esos cuatro milímetros de adelanto del recorrido focal del Sony con respecto al Tamron. Iniciando el zoom en 28 mm se abaratan costes de fabricación –y de venta, claro– y se consigue reducir el tamaño y peso del objetivo.
Conclusiones
A estas alturas ya no sorprende que Tamron siga ganando batallas en la relación calidad/precio. En casi todos los apartados probados, este 28-75 mm f/2,8 ofrece resultados más que satisfactorios: ergonomía, calidad, enfoque…
Tan sólo lamentamos una acusada distorsión geométrica en la posición angular que se puede corregir vía firmware y que se nos puede olvidar si pensamos que sólo hemos desembolsado menos de 800 € por nuestro objetivo f/2,8.
No ha de sorprender, por tanto, que muchos usuarios de la familia Sony tengan sus ojos puestos en este objetivo.