‘Trainspotting’ es una de las películas más recordadas de los años 90 y aún hoy cuenta con una gran cantidad de fans. También es una propuesta con un estilo muy propio de su época, algo que notarán especialmente aquellos que la vean ahora por primera vez. En mi caso, siempre me gustó bastante, pero ya entonces quedé más satisfecho con ‘Tumba abierta’ (‘Shallow Grave’), la ópera prima de Danny Boyle.
Han pasado más de 20 años desde entonces, el mismo tiempo que ha transcurrido tanto para los espectadores como para sus protagonistas. Es obvio que en la mayoría de casos mucho cambia en ese tiempo, pero en ‘T2: Trainspotting’ aún están lidiando con lo hecho por Renton al final de la primera entrega, mientras que Boyle se centra sobre todo en hacer una especie de reflejo de aquella, optando por una propuesta más madura y también menos interesante.
La vida 20 años después
Renton regresa a Edimburgo 20 años después, lo cual Boyle utiliza para mostrarnos la realidad actual de los cuatro protagonistas de la primera entrega en un prólogo tan directo como efectivo. Ni siquiera 10 minutos son necesarios para que estemos totalmente predispuestos a conocer cuál es la historia que nos quiere contar la película, siendo a partir de ahí donde surgen tanto sus principales fortalezas como sus mayores debilidades.
‘T2: Trainspotting’ es una de las secuelas que más fuerte se abraza a su predecesora sin caer en ser un simple más de lo mismo. Los que busquen eso se van a llevar una gran decepción, ya que ese frenesí propio de la juventud ha quedado de lado en beneficio de un relato en el que predomina un halo de tristeza -en algún caso presente de entrada, mientras que en otros tarda en manifestarse- alrededor de lo que comentaba antes de funcionar como reflejo de ‘Trainspotting’.
Pensándolo fríamente, la historia tiene multitud de puntos en común, pero la mayoría de ellos se asumen de forma autoconsciente e incluso se integran directamente para que no quede la más mínima duda. Al respecto creo que lo que está mejor llevado es la nueva pasión de Spud, mientras que lo referente a que la historia se repite nunca llega a tener la fuerza necesaria para compensar que aquí esa chispa solamente hace acto de presencia en instantes puntuales.
De hecho, lo que tiene un mayor interés es ver cómo sus protagonistas han de luchar contra su propia naturaleza sabiendo que están condenados en mayor o menor medida al fracaso. Eso justifica el regreso a algunos escenarios ya conocidos, planteados desde la puesta en escena para recordar aún más a lo ya visto en ‘Trainspotting’, pero su propio cansancio también se traslada en cierta forma a los personajes, perdiendo así bastante de lo que nos enganchó en su momento.
El caso más claro es de Ewan McGregor, al que difícilmente se le puede poner pega alguna a la hora de encarar a este nuevo Renton, pero es que el personaje ha perdido casi todo su carisma, algo comprensible por los golpes que le ha dado la vida. Como decía antes, hay chispazos aquí y allá -más presentes en los otros protagonistas, eso sí-, pero esa madurez que les alcanza en un punto u otro se vuelve contra ellos.
Luces y sombras de ‘T2: Trainspotting’
El impecable trabajo de dirección de Boyle lo compensa en parte, quien sabe perfectamente cuándo ha de relajarse un poco y dejar que brillen los personajes, cuándo ha de dar la sensación controlada de perder el control o cuándo ha de subrayar determinadas emociones. En este aspecto sí que se pierde la frenética frescura del original -aunque tiene algún detalle impresionante en lo referente al uso de la cámara-, pero a cambio obtenemos algo mucho más depurado y donde todo encaja en su sitio.
El verdadero problema está en el guion firmado por John Hodge, que es donde surgen esas limitaciones para los propios personajes y hasta la historia en líneas generales. Sí que juega con más elementos echando la mirada atrás y mostrando el miedo hacia lo que podría llegar en un futuro más o menos cercano, pero todo queda un tanto diluido, en parte por el desencanto de ellos, pero eso no justifica que nunca llegue a atraparte del todo -por no mencionar algún detalle de credibilidad dudosa-, y aunque no fue mi caso, sospecho que más de uno llegará incluso a aburrirse.
Estaba claro que era imposible repetir el impacto de ‘Trainspotting’, pero no todo mejora cuando le llega la madurez, y en algunos casos, como con la fruta, acaba pasándose con inusitada facilidad. Aquí no se llega a esos extremos y tampoco es una cinta innecesaria que no aporta nada de relieve a lo que ya vimos, pero sí sabe a poco, a que no termina de dejar todo el poso que busca, provocando así una reflexión más débil de la que los temas tratados merecían.
En definitiva, ‘T2: Trainspotting’ es una secuela que merece la pena pese a quedarse por debajo de la primera entrega. Era complicado llegar a su nivel, pero al menos lo intenta, jugando además con la enorme vinculación entre ambas propuestas. El problema es que su apuesta nace ya con unas limitaciones importantes que nunca termina de trascender. También los personajes han perdido algo de gancho, aunque a cambio Boyle despliega todo su talento desde la dirección.