Este fin de semana llegó a nuestras pantallas —a muy pocas, hay que señalar— la ganadora de la última edición del Festival de Sitges, ‘Swiss Army Man’ (íd., Daniel Kwan, Daniel Scheinert, 2016), proyecto que se llevó a cabo gracias al interés de uno de sus actores centrales, Daniel Radcliffe, también productor de la película. El eterno Harry Potter ha tenido cierto buen ojo, se ha reservado un personaje y prácticamente se puede decir que ha hecho su mejor interpretación.
‘Swiss Army Man’ es de esas películas que pueden dividir a parte de la crítica, a parte del público, a parte de los muertos… Bromas aparte, esta ópera prima no es un plato fácil, tampoco excesivamente difícil, pero sí se trata de una propuesta en cierto modo diferente, aunque el esquema narrativo y temático de cierto hit taquillero de los ochenta sobrevuela constantemente el film, e incluso se le hace un guiño directo: ‘E.T., el extraterrestre’ (‘E.T, The extraterrestial’, Steven Spielberg, 1982).
(From here to the end, Spoilers) En el aclamado film del Rey Midas, un extraterrestre se pierde en nuestro planeta, con la amistad y ayuda de un niño consigue que los suyos vuelvan a por él. Una aventura en toda regla que con un uso magistral del punto de vista —esa cámara a la altura de Elliot— habla del paso hacia la madurez, de los sueños imposibles y de la creencia en uno mismo. ‘Swiss Army Man’ habla de una etapa mayor en el ser humano, y en lugar de un extraterrestre tenemos un muerto que “revive”.
Curiosamente ese dato, descubierto en su tramo final, o dicho de otra forma, interpretación hacia la que el film decide por decantarse en su parte final, es la que yo no compro, no por lo arriesgado de la propuesta, que es lo de menos, sino por la forma en la que los directores lo exponen. Un tipo asocial —excelente, como casi siempre, Paul Dano— y un cadáver —excelente, como nunca, Daniel Radcliffe— se encuentran el uno al otro en una odisea que varias veces sugiere un viaje hacia la locura, una especie de tiovivo sobre el Doppelgänger.
Este muerto está muy vivo
Pero ese gemelo malvado que camina a nuestro lado, que diría el novelista Jean Paul, no es aquí tal, sino alguien que ha olvidado qué es la vida, qué es un paseo en bus, qué es bailar, y sobre todo qué es el amor y cómo intentar aferrarse a él. Con la ayuda de Hank (Dano) volverá a sentir todas esas cosas, mientras los directores deciden moverse entre la comedia, a ratos escatológica, y el romanticismo más ennoblecedor, caso de la portentosa secuencia del bus, o aquella donde se vierte una de las mejores defensas jamás dichas sobre la masturbación.
De esta forma ‘Swiss Army Man’ resulta apasionante, y también colinda con la más profunda de las irritaciones, algo que en mi caso no llega a producirse jamás. Pero si durante sus dos primeros tercios lleva a pensar que todo está en la cabeza de Hank, concluyendo en la parte del oso —personalmente me parecería una manera prodigiosa y realmente atrevida de terminar la película—, más tarde expande lo propuesto cayendo en lo directamente ridículo. Sólo Paul Dano es capaz de ofrecer algo de dignidad a un tramo torpe en su puesta en escena y que concluye con un muy acertado “What the Fuck?”.
Ese supuesto golpe de realidad, de vuelta a la civilización, al lugar donde muchas cosas que nos liberan están prohibidas, está marcado por un cambio tonal, sobre todo en el guion, que prácticamente contradice mucho de lo expuesto con anterioridad. Un jarro de agua fría a las expectativas del espectador, las cuales quedan muy por encima de lo realmente narrado, algo más simple, básico y elemental que lo sugerido en sus magníficos 80 minutos anteriores.
Excepcional banda sonora.