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'Starship Troopers: Traitor of Mars': cuando los bichos devoraron la ironía

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Posiblemente no habrá ningún fan de las secuelas de ‘Starship Troopers’ que las defienda como superiores al clásico original de Paul Verhoeven, que está a punto de cumplir dos décadas de vida. O sí, porque hay gente para todo, pero lo cierto es que son el ejemplo clásico de producto derivativo y que intenta aprovechar la fama de una franquicia en productos algo desalmados y sin demasiada chispa.

‘Starship Troopers: Traitor of Mars’ es ya la quinta entrega de la saga, y la segunda de animación (cuarta, en realidad, si contamos el anime de 1988 -una década anterior a la película de Verhoeven- y la serie de animación de 1999 ‘Roughnecks: The Starship Troopers Chronicles’, inmediatamente posterior al film original y que se prolongó 44 episodios). Su único precedente directo, sin embargo, es el largometraje CGI ‘Starship Troopers: Invasion’, de 2012.

‘Traitor of Mars’ está producida por Lucent Pictures Entertainment y Sola Digital Arts, y dirigida por Shinji Aramaki, responsable de animes como ‘Appleseed: The Beginning’, ‘Appleseed Ex Machina’, ‘Capitán Harlock’ y la anterior ‘Invasion’. El resultado, sin embargo, está totalmente occidentalizado y no guarda la menor relación estética ni interna con el anime tradicional. No es lo único que ha quedado atrás: la película de Verhoeven solo es aquí un referente temático.

Y eso que en esta ocasión sí que había motivos para la esperanza: Edward Neumeier, guionista de la primera entrega (así como de ‘Robocop’, y de las dos secuelas en imagen real de ‘Starship Troopers’) volvía a tareas de escritura. Casper Van Dien regresaba poniendo la voz a Rico (un personaje que nunca se ha alejado de la serie) y, sobre todo, Dizzy Flores, muerta en la primera entrega, también regresaba, interpretada por la original Dina Meyer.

Sin humor no hay ‘Tropas del espacio’

Nada de eso consigue distanciar a este ‘Traitor of Mars’ de la pérdida definitiva de la ironía que ha acompañado a absolutamente todas las secuelas de ‘Starship Troopers’. Es cierto que el feroz antimilitarismo por la vía del humor cafre de la película original no siempre fue entendido adecuadamente, ya que en su día el propio Verhoeven llegó a ser acusado de «fascista» (!!!), por su culpa, pero hace tiempo que la adaptación de la novela de Robert Heinlein es entendida como una sátira antibelicista.

Hay una anécdota memorable de la primera entrega, muy creíble pero quizás apócrifa, que asegura que parte del reparto original, básicamente Casper Van Dien y Denise Richards, no eran conscientes de estar actuando en una sátira. Verhoeven tenía miedo de que activaran tics de comedia y les hizo creer que estaban en una película de acción bélica brutal y militarista. Algo similar a esta reinterpretación seria de la película.

Apócrifa o no, así es como se entendieron todas las secuelas. Todas tienen una pizca de humor, algo más acentuado en ‘Starship troopers 3: Armas del futuro’, que se esfuerza en imitar la inalacanzable y brutal sorna de Verhoeven. Pero el resto, animadas o no, acaban cediendo a la tentación de la espectacularidad, los cientos de bichos correteando y la glorificación militar involuntaria. Aderezado todo, eso sí, con los caricaturescos spots televisivos.

Esa misma es la única concesión a la ligereza en Traitor of Mars: el resto de la película es de una solemnidad comparable a la de su directa predecesora, cuyo argumento continúa de forma casi lineal. Después de lo acontecido en ‘Invasion’, Rico ha caído en desgracia y como coronel, tiene que entrenar a un grupo de reclutas muy poco capacitados para la batalla y procedentes de las colonias de Marte.

Carl Jenkins repite con Rico una de las escenas más memorables del film de Verhoeven: la conexión telepática entre ambos.

Es allí donde tiene lugar esta nueva aventura, que tiene algo (muy poco) de crítica a las instituciones y a las ansias imperialistas, y continúa recurriendo a viejos conocidos como el telépata Carl Jenkins y la capitana Carmen Ibanez (sin las voces de Patrick Harris o Denise Richards, eso sí). Curiosamente, el algo traído por los pelos y brevísimo regreso de Dizzy es el mejor momento de la película por lo que tiene de genuinamente emotivo y por lo que supone romper con la estética y algo mecánico ritmo del resto de ‘Traitor of Mars’.

Porque si algo tiene esta última entrega de Traitor of Mars es todo lo contrario a momentos emotivos: bichos, bichos y más bichos. Si lo que te atrae de ‘Starship Troopers’ es la masacre de insectos, ‘Traitor of Mars’ las tiene hasta niveles asfixiantes. Por supuesto, carece de toda la cuidadosa preparación de set-pieces de acción del maestro Verhoeven, pero a cambio hay un espléndido diseño de trajes de marine a cargo de Aramaki y una buena cantidad de parafernalia militaroide.

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Afectada por una animación CGI competente pero impersonal y, desde luego, incapaz de transmitir la emoción de actores reales (la animación computerizada realista tiene aún un largo camino por delante), ‘Traitor of Mars’ funciona como ruidoso y descafeinado sucedáneo de la primera película. Pero muy alejado de la febril mezcla de crítica, violencia y humor de los primeros pasos de Rico y los suyos. Lo sentimos, simios.

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‘Starship Troopers: Traitor of Mars’: cuando los bichos devoraron la ironía

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Espinof

por
John Tones

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