Hay dos películas de los años noventa que, vistas hoy, se pregunta uno cómo pudieron ser tan malinterpretadas y generar tanta polémica. Una fue ‘El club de la lucha’, una película estupenda que al final ha quedado para ilustrar bios de adalides de la incorrección política de mesa camilla en Twitter, pero que un encendido diario español de gran tirada calificó en su momento de «incitadora al terrorismo«. La otra es ‘Starship Troopers’, de Paul Verhoeven.
Cuando Starship Troopers se estrenó hubo quien no pilló el chiste. Verhoeven fue acusado de imprealista, militarista y poco menos que genocida: la obvia sátira de ‘Starship Troopers’ que circula justo en la dirección opuesta, es decir, con un mensaje antimilitarista furioso e implacable, fue interpretada literalmente. Estamos tan acostumbrados a ver a héroes descerebrados y de una pieza, que muchos no se dieron cuenta de que esta vez eran un chiste.
Entre ellos es famoso el caso del propio Casper Van Dien, enjuto protagonista de la película, que interpretó su papel de marine espacial completamente en serio, actitud favorecida por un malvado Verhoeven que no le explicó el chiste. Van Dien volvería en una tercera entrega en ‘Starship troopers 3: Armas del futuro’, aún más asombrosa porque en 2008 la película original había sido ya reivindicada, pero Van Dien mantuvo una actitud sospechosamente poco irónica.
En cualquier caso, el aniversario de su estreno en noviembre de 1997 nos da la excusa perfecta para recuperarla: con Verhoeven al fin convertido en director respetado para los académicos y de culto absoluto para los fans, nos preguntamos por qué sigue siento tan potente esta sátira total del belicismo norteamericano. ¿Qué hace tan corrosiva la guerra contra los Bichos?
Regreso a lo básico
Verhoeven oyó hablar por primera vez del proyecto a mediados de 1993, cuando le daba vueltas a proyectos eternamente abortados como la película de mujeres piratas ‘Mistress of the Sea’ o su épica ‘Crusade’ con Schwarzenegger, y aún no se había embarcado en esa celebración de todo lo viscoso que hay en el mundo que es ‘Showgirls’.
Llegó a sus oidos la existencia de un guion escrito por Edward Neumeier (cuya carrera se ha limitado prácticamente al primer ‘Robocop’ -que no es poco- y a dirigir la tercera ‘Starship Troopers’) con el beneplácito del productor Jon Davidson, que originariamente habían concebido el guion inspirándose en las películas de insectos gigantes del género, tipo ‘La humanidad en peligro’, con títulos como ‘Bug Hunt’ o ‘Outpost 7’.
Cuando Davidson supo que los derechos de la novela de Robert E. Heinlein ‘Tropas del espacio’, de 1959, estaban libres decidieron adaptarla. Poco después contactaron con el técnico en efectos visuales Phil Tippett, ganador entonces del Oscar a los efectos especiales por ‘El retorno del Jedi’ y ‘Jurassic Park’, y el proyecto le entusiasmó de tal manera que fundaron Big Bug Pictures para preparar la producción.
A Verhoeven le entusiasmó la idea, pero puso dos condiciones: reescribir el guion en compañía de Neumeier para reinventar la visión de la novela original y que le permitieran cumplir sus compromisos con Carolco para hacer ‘Showgirls’. Los cambios de Verhoeven afectaron a la creación de no uno, sino dos triángulos amorosos (la novela de Heinlein estaba a otras cosas), pero sobre todo en la subversión del tono original.
Propaganda fascista, o todo lo contrario
Robert E. Heinlein es uno de los más importantes autores clásicos de ciencia-ficción. Entre sus obras hay cosas tan esenciales como ‘Amo de títeres’ (imprescindible para entender toda la mitología de los ultracuerpos), ‘Forastero en tierra extraña’ (un giro a sus tesis que se enticipó al misticismo de la cultura hippy) o ‘La luna es una cruel amante’. Ganó cuatro Hugos y un Nebula, y su obra más recordada y aún hoy polémica es esta ‘Tropas del espacio’
Heinlein inventó la llamada «historia del futuro», donde el hilo cronológico de los acontecimientos se prolonga durante décadas con el fin de retratar la evolución de la Humanidad como un todo. Desde esa perspectiva, no es extraña su visión de sus congéneres, que consideraba aún en una infancia que no maduraría hasta el siglo XX gracias a la guerra, el enfrentamiento fraticida y la ley del más fuerte.
Los puntos de vista militaristas de Heinlein se definen en la novela en su tramo inicial, cuando los protagonistas están recibiendo clases de historia, soflamas hoy impensables que fueron brutalmente ridiculizadas por Verhoeven sin demasiado esfuerzo. Entre otras cosas, en ‘Tropas del espacio’ Heinlein reivindica el uso constructivo de la fuerza y la tesis de que la gente debería nacer sin derechos (¡!) y ganárselos con la aportación a la sociedad.
Para subvertir las tesis de la novela Verhoeven da una peculiar entidad a los protagonistas, convirtiéndolos en personajes salidos de una serie de televisión de la época.
Para subvertirlo, Verhoeven lleva a cabo una tarea bastante maquiavélica. Para empezar le da una peculiar entidad a los protagonistas reclutas más adelante convertidos en infantería, pilotos y miembros de Inteligencia, que acaban entrando en batalla. Para interpretarlos escogió a actores inusualmente atractivos y de una pieza, como salidos de una serie para adolescentes de la época: combinado con el tono de farsa general, el resultado era una bomba. Casper Van Dien, Denise Richards, Jake Busey y Neil Patrick Harris van encajando en los distintos tópicos del cine estudiantil y solo se escapa
Dina Meyer dando vida a la inteligente Isabelle «Dizzy» Flores, personaje salido de fundir a un par de soldados previos de la novela, y que encaja mejor con el estilo de mujer fuerte, decidida (y morena) de Verhoeven.
Es imposible para el espectador empatizar con cualquiera de estos niñatos presuntuosos, actualización de una raza aria imposible, que entran en el ejército por orgullo juvenil, por un calentón o obedeciendo a inhumanos ideales que justifican la idea del genocidio. Como es habitual en Verhoeven, deja al espectador sin asideros emocionales. Un espectador que quizás se irrite cuando vea que todos los personajes de ‘Starship Troopers’ le caen fatal.
Pero Verhoeven también manipula el lenguaje cinematográfico para lograr sus objetivos. La primera mitad de la película es una clarísima parodia de la propaganda bélica, con homenajes incluidos a ‘El triunfo de la voluntad’, y donde no se molesta en hilar muy fino. Aquí se abre paso Verhoeven con un bate de beisbol, desde los niños aplastando bichos inofensivos al hombre mutilado que dice que el ejército le hizo lo que es ahora.
Sin embargo, en la segunda mitad, Verhoeven aplica una táctica mucho más maquiavélica, al plantear una película de acción con ese mensaje… pero que funciona como película de género. Por supuesto, TriStar quería recuperar los 105 millones de dólares que invirtió, y ‘Starship Troopers’ tiene la obligación de comportarse como un blockbuster, pero la intención de Verhoeven está clara al encajar las secuencias de acción tras la propaganda paródica.
Verhoeven destilado
Y todo ello en una película que es puro Verhoeven: entre sensacionales secuencias de acción (la manipulación digital para las escenas de peleas en naves, obra de Scott Anderson, y la combinación de efectos prácticos y animación por ordenador para los Bichos son auténticos hitos del cine de acción), el director neerlandés introdujo una serie de cargas de profundidad desarrollando sus temas habituales.
Por ejemplo, su firme creencia en el origen de la violencia como algo connatural al ser humano, empeorado solo por la disposición de nuestros gobiernos para proporcionarnos medios con los que matarnos. O sus reflexiones sobre el cuerpo y su descomposición, con esa visión única entre el cine de terror y la cyberficción extrema y que aquí se plasma en los feroces ataques de los Bichos y sus consecuencias.
O la diferencia entre cómo es la violencia real y cómo la vemos retratada en la ficción. Este fascinante tema ya lo trató Verhoeven en ‘Robocop’ (con la publicidad televisiva, en una clave muy cercana a ‘Starship Troopers’) y ‘Desafío Total’ (con la realidad soñada como contraposición a la delirante realidad real a la que se enfrenta el protagonista). Aquí está en la sátira de la propaganda bélica, que nunca muestra la realidad de las guerras tal cual es.
El trasfondo de todo ello es una de las películas más abiertamente satíricas de un director que nunca ha perdido el humor (ni siquiera en envites tan ásperos como la reciente ‘Elle’), pero al que le gusta hacerlo mutar para desconcertar al espectador, mientras tira el libro de instrucciones por el desagüe. Entre siniestras carcajadas.
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‘Starship Troopers’: celebrando la sátira bélica definitiva
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John Tones
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