Fue el viral inesperado de la Navidad. Un vídeo sobre hipotecas a tipo fijo (uno de esos contenidos ‘aburridos’ de la red que al final solo ve el público interesado) se convirtió en un pelotazo en cuestión de poco tiempo. Sus protagonistas, Silvia Charro y Simón Pérez, aparecían en pantalla, en no las mejores de las condiciones, hablando de por qué tenían los consumidores que hacerse con hipotecas a tipo fijo.
El vídeo consiguió millones de reproducciones, fue trending topic y se convirtió en material para una oleada de memes. Era «el mejor vídeo del año», como ponían muchos titulares, y el vídeo que había que ver. Para el medio que lo publicó fue una oleada de tráfico y para sus protagonistas el principio de una cadena de consecuencias.
A Charro la despidieron de la inmobiliaria de lujo en la que trabajaba por haber lastrado la imagen de la marca. De Pérez se desvincularon el instituto económico en el que daba clase. Y juntos se convirtieron en el ejemplo no solo primero de lo que ocurre cuando te conviertes en viral y eso te trastoca la vida, sino también ahora de cómo no todo vale en la red para hacer caja.
Porque tras la primera etapa en la que uno y otra se convirtieron en protagonistas mediáticos ligados al vídeo, han arrancado una segunda etapa en la que están intentando monetizar su popularidad como carne de meme usando YouTube. Ha arrancado lo que en algunos titulares de medios ya han tachado como ‘descenso a los infiernos’.
«La idea de que, como nosotros, se puede estar muy abajo, subir hasta muy arriba… y volver a estar muy abajo», explicaba el propio Simón Pérez en una entrevista en la revista Vice, unos meses después de su momento de gloria viral y cuando intentaban convertirse en parte del universo musical trap, sobre su conexión con esta música. «Yo he tenido nóminas de 5.000 euros y hace dos semanas casi me toca dormir en un cajero», añadía.
Aspirantes a estrellas de YouTube
Charro y Pérez se han abierto dos canales en YouTube en los que están subiendo contenidos, aunque contenidos que no tienen una clara línea editorial. Es el contenido por el contenido y simplemente el publicar lo que se les pase por la cabeza, lo que haga que hagan ruido y llamen la atención.
El canal arrancó, como explican en el amplio análisis en el que han seguido el proceso en El Confidencial, como una manera de posicionarse de cara a una carrera en la televisión. Pérez y Charro querían entrar en Supervivientes, el reality con famosos un tanto trash que emite Telecinco (y que suele convertirse en una plataforma para convertirse en una cara más de los programas del corazón de la cadena y su ecosistema). YouTube iba a ser la plataforma para lograrlo.
No consiguieron entrar en el reality, quizás porque su imagen y sus personajes ya han cruzado demasiadas líneas incluso para la llamada telebasura. «Es un perfil muy ‘trash’ para televisión», señalaba una productora televisiva al medio online analizando lo que había ocurrido en los últimos meses, tras el boom del viral navideño. Pero mientras la tele los ha rechazado, en internet se han quedado. El canal se ha convertido en su escaparate y posiblemente su medio principal de ingresos. Hay quienes lo ven como una retransmisión en directo de la caída en picado de dos personas, quienes los consideran los primeros cibermendigos o quienes simplemente empiezan a señalar que todo se ha pasado de vueltas.
Sus canales tienen 13.732 y 6.289 subscritores y rondan los miles de visualizaciones en cada contenido que suben. Esos contenidos son a veces bajo demanda: si los espectadores les pagan por hacer algo, ellos lo hacen. Aun así, las estimaciones apuntan a que solo habrían logrado recaudar unos 187 euros de ese modo.
No todo vale en YouTube
«Somos memes vivientes, asumimos el rol. Producimos gracia, producimos rabia, producimos algo extraño en la gente», decía en otra entrevista Pérez.
Sin embargo, todo lo que producen no acaba de cuajar en YouTube y no acaba de generar esa conexión más o menos positiva que se necesita para triunfar en la red social de vídeos y para vivir de ello. De entrada, cierto es que vivir de YouTube y de los contenidos que se suben a esa red social es cada vez más y más complicado y que YouTube ha hecho más difícil ese sueño dorado del pasado de triunfar con un vídeo low cost y hacerse rico.
Y también lograrlo con un vídeo escasamente producido, con unos contenidos cutres y con unos que no aportan mucho al espectador se ha convertido en todavía más difícil y todavía más complicado. Triunfar en YouTube requiere ya mucho más que simplemente ponerse delante de la cámara y decir un par de cosas que resulten graciosas.
Y, quizás, los dos protagonistas de estos contenidos se han convertido en un ejemplo cómo YouTube puede hacerte muy famoso, pero sin ofrecer mucho a cambio. Se podría hacer casi un listado de ‘juguetes rotos’ del mundo del viral y de la red.
Además, los contenidos – por mucho que no se viralicen y aunque no ayuden a convertirse en una fuente de ingresos – son como un lastre futuro para cualquier recuperación de la imagen de marca personal. Remontar esa caída a los infiernos que apuntan algunos titulares podría resultar casi imposible. Es casi como si estuviesen quemando sus naves.