Con su importante y variada producción de vinos, Cataluña se ha convertido en un destino enoturístico de primer orden en Europa. Cuenta con hasta doce Denominaciones de Origen (DO) que engloban todo el territorio. Los amantes del vino pueden recorrer las viñas y protagonizar catas en las más de 300 bodegas visitables. Pero, además, la industria vinícola se ha rodeado de un sinfín de alternativas que tienen que ver con la gastronomía, la cultura, la arquitectura, el excursionismo y el paisaje, lo que da al enoturismo un nuevo significado, más global, que incluye a todo tipo de públicos.
A caballo entre la costa sur de Barcelona y la norte de Tarragona, la DO Penedès es la mayor productora y una de las más potentes y complejas. De sus viñedos se elabora la DO Cava, con 250 elaboradores. En el siglo XIX, los viticultores de la zona apostaron por los vinos espumosos elaborados según los métodos del champán que le han dado fama mundial.
Itinerarios de senderismo y bicicleta eléctrica entre los viñedos o la Ruta Miravinya, entre miradores que otorgan panorámicas sobre estos paisajes de aire toscano, son algunas de las posibilidades, amén de los tratamientos de vinoterapia y cavaterapia para quienes deseen un toque de salud además de una experiencia gustativa.
DOs con historia
La DO Montsant y la DOQ Priorat remontan sus orígenes al establecimiento de la primera cartuja de la Península Ibérica, en el siglo XII
En la Costa Daurada de Tarragona, la DO Montsant y la DOQ (Denominación de Origen Calificada) Priorat remontan sus orígenes al establecimiento de la primera cartuja de la Península Ibérica, ya en el siglo XII. Paisajes de fuertes pendientes cultivados en terrazas y suelos de pizarra otorgan a sus caldos una calidad reconocida internacionalmente, los únicos que gozan de la máxima certificación.
La DO Terra Alta nos pone en contacto con las maravillosas "Catedrales del Vino", los edificios de las cooperativas agrícolas levantados en el siglo XIX por los más destacados arquitectos modernistas; y también con el mundo de las garnachas que han obtenido galardones en el concurso específico de esta variedad que se aprecia a nivel mundial.
La DO Tarragona permite a los enoturistas amantes de la historia visitar villas agrícolas romanas, con hornos para la construcción de ánforas que tienen dos mil años de antigüedad.
El trepat es la variedad autóctona de uva negra que proporciona vinos delicados, afrutados y frescos que se produce en la DO Conca de Barberà, un territorio donde se pueden visitar dos de los monasterios cistercienses más importantes de Europa: Poblet y Santes Creus. Además, cuenta con una Ruta de las Bodegas Modernistas que pone en contacto con esta mixtura perfecta de almacén vinícola y arquitectura caprichosa.
En las Terres de Lleida se está recuperando el método tradicional de elaboración de vinos en antiguos lagares excavados en la roca
En las denominadas Terres de Lleida, la DO Costers del Segre se extiende por un territorio de 4.000 hectáreas que abarcan desde la gran planicie leridana hasta las terrazas del Prepirineo, donde se consiguen variedades de uva a mil metros de altitud. Precisamente en esta zona se está recuperando el método tradicional de elaboración de vinos en antiguos lagares excavados en la roca, que ya crearon en la Edad Media los monjes hospitalarios que acogían a los caminantes. La Ruta del Vino de Lleida permite visitar una veintena de bodegas de esta denominación de origen.
En la Costa Brava de Girona encontramos los orígenes del vino en la Península Ibérica. Son los caldos de la DO Empordà, que toma su nombre de Empúries, el histórico enclave donde griegos y romanos introdujeron la cultura de la viña y el vino que luego fue extendiéndose por todo el país. Hoy los caldos ampurdaneses destacan por su producción de variedad negra.
Los enoturistas que acuden a la comarca donde se extiende la Costa Brava pueden realizar las tradicionales catas en bodegas y seguir rutas cicloturistas que permiten pasear entre las viñas en un sosegado pedaleo. Pero también visitar yacimientos arqueológicos con restos de producción vitivinícola; monasterios en enclaves mágicos como Sant Pere de Rodes, donde los monjes bodegueros tienen documentada su actividad desde el año 1130; o masías tradicionales donde una misma familia trabaja con la uva desde hace 700 años.
Un viaje con final en Barcelona
El periplo enoturístico puede concluir en la provincia de Barcelona donde se dan dos denominaciones de origen. La DO Alella, una de las más antiguas y pequeñas de Cataluña, es un entramado de viñas urbanas junto al mar, a tan solo veinte minutos de la capital catalana. La producción alcanzó gran prestigio a principios del siglo XX, cuando las familias más acomodadas de Barcelona se instalaron en esta comarca y fomentaron la creación de unos vinos blancos muy apreciados. Pero en realidad la actividad vitivinícola en la zona se remonta a los tiempos de la Laie romana, como se puede comprobar visitando los restos de una bodega del siglo I y las dos prensas romanas reconstruidas más grandes de Europa.
La actividad vitivinícola en la zona se remonta a los tiempos de la Laie romana, como se puede comprobar visitando los restos de una bodega del siglo I
En el corazón geográfico de Cataluña, con el telón de fondo del macizo de Montserrat que cobija su famoso santuario, y otras montañas como las del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt, se extienden los viñedos de la DO Pla de Bages que reviven el esplendor vitivinícola medieval que tuvo. En la comarca se conservan lagares de aquella época excavados en la roca. Y también tinajas del siglo XVI elaboradas en piedra seca para la producción de vino, que hoy son un patrimonio único en Europa.
Por último, la DO Catalunya es la más extensa: 50.000 hectáreas de viñas en más de 300 municipios, 35 variedades de uva, más de 200 bodegas registradas y una producción de 60 millones de botellas.
Lo interesante del enoturismo en Cataluña es que los productores han sabido rodearse de alternativas atractivas para fomentar esta práctica, no solo entre los rendidos admiradores del vino, sino también con quienes tienen otras motivaciones, ya sean monumentales, paisajísticas o gastronómicas. Y para redondear estas propuestas, a lo largo del año se puede acudir a más de un centenar de ferias, muestras, catas y mercados relacionados con el mundo del vino.