Una de las cuestiones que se han ido repitiendo en los últimos meses y que ha ido protagonizando análisis, recomendaciones e historias de éxito ha sido la de la importancia del consumidor. Una empresa que quisiese triunfar en este tiempo y hora tendría que trabajar en este terreno y debía posicionarse de un modo destacado en esta área. El consumidor no debía ser simplemente el objetivo final, sino que tenía que convertirse en el epicentro de las cosas.
En inglés se acuñó un término para ello. Era el de hacer que las empresas se convirtiesen en customer-centric, centradas en el consumidor. El potencial comprador era quien funcionaría como epicentro de las decisiones y de la estrategia de la compañía.
De hecho, muchas de las cuestiones que se convertían en elementos clave en la estrategia de la marca y en elementos al alza en lo que los responsables de marketing priorizaban (y en lo que metían dinero) estaban muy relacionados con esto. Si de pronto todo el mundo parecía estar mimando la experiencia de usuario y dedicando recursos y soluciones a la atención al cliente, era porque estaban muy influidos ya por esta nueva visión de cómo debían ser las compañías.
Que las empresas y las marcas deberían centrarse y orientarse alrededor del consumidor empezó a parecer por tanto claro, el elemento recurrente al que echaban mano y en el que se centraban a la hora de pensar por dónde deberían ir en el futuro próximo. Pero, a pesar de todos los análisis y estudios, lo de convertirse «de verdad» en una compañía orientada al consumidor y customer-centric no ha pasado de la teoría. Los responsables de las compañías saben la historia, pero no están implementando estas cuestiones en la práctica.
Tener lo tienen claro
Como recuerdan en un análisis en Marketing Week, las empresas y sus responsables de marca hablan mucho de ser customer-centric, pero hacen poco en realidad sobre el tema. Uno de los estudios del medio británico había desvelado de hecho que, aunque un 42,4% de los responsables de marketing estaba convencido de que su empresa debería estructurarse alrededor del consumidor (es decir, debería ponerlo en el epicentro de las cosas), solo un 5,8% de las compañías estaba haciéndolo realmente.
La verdad era que la mayoría de las marcas y de las compañías estaban centradas alrededor del producto o se estructuraban partiendo de alguna estrategia de marketing. Las marcas están obsesionadas con el consumidor y con lo que tienen que hacer a su respeto, pero no están haciendo nada tangible con ello.
Esto ocurre a pesar de que en el universo de la alta dirección de marketing de las compañías se está produciendo una migración. Los números de chief customer officers han ido en aumento y, de hecho, en algunas compañías se ha producido el cambio. Han pasado de tener un chief marketing officer a contar con un chief customer officer. En Reino Unido, entre 2014 a 2017 se pasó de 14 chief customer officers a 90 en las empresas. La tendencia es además de cuño nuevo: el 46% de estos fichajes se hicieron en los últimos doce meses del período analizado.
No vale con hablar de ello, hay que hacerlo
Pero se podría decir que el tiempo de la verdad ha llegado: ya no se puede simplemente hablar de ser customer-centric. Ahora hay que serlo realmente. Y tampoco vale ya esperar que las cosas acaben encajando. Las marcas tienen que tomar decisiones y marcar agendas de acciones para empezar a serlo. Hay que dar el cambio de la teoría a la práctica.
La clave está en que hacerlo y serlo han empezado a ser ya completamente necesarios. Todo es pico de interés por poner al consumidor en el epicentro de las cosas viene por una realidad clara y es la de que los consumidores son cada vez más exigentes, buscan más experiencias y tienen más que nunca dónde escoger. Las marcas han comprendido que ese es el estado de las cosas y ahora tienen que actuar acorde con ello.
No hacerlo puede ser un riesgo brutal para su supervivencia, especialmente para aquellas compañías que llevan ya un tiempo en el mercado y han integrado los ritmos, las preocupaciones y las estrategias del pasado.
Porque, aunque las empresas de siempre no estén haciendo estas cosas (aunque sí viéndolas), las de nuevo cuño sí han asumido que deben actuar de un modo customer-centric. Con ello pueden convertirse en las pirañas que se coman el mercado de las otras.