El thriller se ha convertido durante los últimos años en uno de los géneros predilectos del cine español, ya que da pie a películas que al menos sobre el papel tienen mayor gancho comercial. Además se ha conseguido que los presupuestos no tengan que dispararse en exceso -a decir verdad hay no pocos dramas o comedias que llegan a niveles similares-, por lo que parece la jugada maestra de cara a conectar con el público.
Como es lógico, no todos funcionan igual de bien, sobre todo aquellos que sufren más de los males de nuestro cine en lo referente a la promoción, y también los hay mejores y peores. Ahora es el turno de ‘Plan de fuga’, una propuesta estimable que intenta desviarse un poco de lo que ya empiezan a ser lugares demasiado comunes en los thrillers españoles y que se asienta sobre el sólido trabajo de su reparto.
Unas bases vistas pero sólidas
Una banda está preparando un gran atraco y se ve obligada a contratar a alguien a quien no conoce para pasar a formar parte de su “familia” -tranquilos, aquí no hay punto de contacto alguno con la saga ‘Fast and Furious’- mientras la policía va cerrando el cerco progresivamente sobre ellos. No os culpo si al leer eso pensáis que ya lo habéis visto en infinidad de ocasiones, y tampoco si os sucede lo mismo durante la primera mitad de su metraje en caso de que os decidáis a darle una oportunidad.
Durante esa fase de ‘Plan de fuga’, lo único que puede decirse es que al menos no se atasca necesariamente en ninguno de los frentes abiertos y que la evolución argumental es fluida -si acaso la trama con Alba Galocha podría haberse trabajado un poco más o incluso ser eliminada-, llegando al punto de creer que va a llegar al punto de destino demasiado pronto.
Los actores acompañan y dan algo más de dimensión a los diálogos y la puesta en escena de Iñaki Dorronsoro resulta precisa, aunque quizá le falta un puntito de energía adicional en las escenas de mayor tensión. Podríamos decir que hasta entonces ‘Plan de fuga’ es rutinaria, pero con suficiente interés como para que no nos sintamos incómodos en la butaca y además va plantando alguna semilla de lo que vendrá a continuación sin que uno necesariamente lo perciba, aprovechando así a su favor esa sensación de rutina.
Aciertos y fallos al poner las cartas encima de la mesa
Lo que llega después es lo que hace más atractiva a la película, aunque lo consigue a costa de caer en varios errores que también limitan su recorrido. Por un lado se gana en intensidad emocional, justificando así una serie de decisiones -aunque hay algún detalle del guion del propio Dorronsoro que cuesta asumir- y dando de paso un mayor trasfondo emocional a su protagonista -solvente Alain Hernández, especialmente cuando ha de ocultar sus verdaderas emociones-.
Con todas las cartas sobre la mesa, ‘Plan de fuga’ gana en emoción y eso que Dorronsoro opta en todo momento por una quietud en la que incluso los arrebatos de violencia -o de lo que requiera la situación- transmiten una curiosa sensación de tranquilidad, como si lo que va sucediendo fuera hasta cierto punto inevitable. Eso ayuda a aceptar con más normalidad ciertos detalles tanto en el tratamiento de personajes como en su toma de decisiones, pero todo tiene un límite.
Llega un punto en el que las idas y venidas del protagonista, que muestra buena química tanto con Luis Tosar como con Javier Gutiérrez, pierden credibilidad. Es cierto que la práctica totalidad de las decisiones que toman tienen sentido vistas individualmente, pero el conjunto de las mismas es lo que hace que a uno le cueste aceptarlo y llegue un punto en el que simplemente acaba desconectando. Al menos sin llegar a aburrirse nunca, eso sí.
En definitiva, ‘Plan de fuga’ no es una película que vaya a ofrecerte nada particularmente memorable, pero sí que sabe manejarse bien en su primera mitad para no cansarte pese a que todo suene a ya visto y luego hay suficientes sorpresas para mantenerte entretenido, incluso cuando pierde esa credibilidad que sí tenía hasta entonces. A cambio el buen trabajo de los actores realza el conjunto y Dorronsoro crea un clima adecuado para su forma de contarnos la historia. ¿Lo queréis en muy pocas palabras? No está mal.