Fernando Pessoa volvió a Lisboa con 17 años para no marcharse nunca más. Atrás dejaba Durban, en Sudáfrica, que sintió casi como un exilio que le había separado irremediablemente de recuerdos e infancia. Más que una ciudad, Lisboa fue su patria, como si ser capital fuera suficiente para resumir un país como Portugal. Ahora, el poeta de los heterónimos viaja desde su Lisboa natal hasta Madrid con la muestra “Pessoa. Todo arte es una forma de literatura”, organizada por el Museo Reina Sofía, que se podrá ver hasta el 7 de mayo.
Si bien Fernando Pessoa (1888-1935) es hoy un icono universal de Lisboa, en vida no trascendió más allá de un pequeño círculo de amistades (como el poeta Mário de Sá-Carneiro, su mejor amigo, cuyo suicidio en París, con sólo 25 años, conmocionó a Pessoa) y otros artistas de la época, con los que fue coincidiendo en algunas pocas tertulias, en los cafés de la Baixa, por ejemplo.
Es en este ambiente de modernidad donde Fernando Pessoa se da a conocer a través de distintas publicaciones en revistas: clave, la revista Orpheu, en 1915, que sirve de partida para el modernismo portugués, o Portugal Futurista, cuyo único número, en noviembre de 1917, incluye “Ultimatum”, el poema más combativo de uno de los heterónimos de Pessoa, o Athena, que dirigió junto a Rui Vaz y de la que aparecieron cinco números hasta febrero de 1925. Más allá de esta escena, de gran importancia en la historia del arte de Portugal, tal como muestra la reciente exposición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, poco reconocimiento más para la obra de Fernando Pessoa. Una obra de gran valor que se iba acumulando, manuscrito tras manuscrito hasta sumar 27.543 documentos originales, en el baúl de madera más mítico de toda la literatura universal. Pero el poeta sólo tenía un objetivo: crear. Y el resto, todo –incluso el amor- debía ser sacrificado para tal fin.
El poeta de los heterónimos
“Cada uno de nosotros es varios, es muchos, es una prolijidad de sí mismos”, escribió en el Libro del desasosiego, casi como una poética resumida de su obra, que llegó a acumular más de cien heterónimos (autores ficticios creados por él como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, o Bernardo Soares), a los que dotó de vida propia. Con los heterónimos, Pessoa buscó una forma de identidad en la alteridad.
La cómoda original sobre la que creó algunos de estos heterónimos se puede ver hoy en la Casa Fernando Pessoa, donde se ubica la fundación que cuida de su obra, en Rua Coelho da Rocha 16, muy cerca de donde fue enterrado por primera vez el poeta, en el Cemitério dos Prazeres, en Campo de Ourique, barrio que, como si de una ciudad dentro de otra se tratara, poco tiene que ver con los circuitos turísticos de Lisboa.
Las calles de Lisboa mantienen viva la esencia de Pessoa. Caminar por Rossio es hacerlo por el mismo empedrado (técnica que es santo y seña del urbanismo portugués) que él pisara en las noches melancólicas después de andar de tasca en tasca, en “flagrante delito”, tal como se le recuerda acodado en la bodega Abel Pereria da Fonseca. El sombrero, las gafas, la pajarita, son un símbolo que se encuentra en multitud de escaparates y carteles. Los turistas se hacen fotos en la puerta del café A Brasileira, junto a la estatua de bronce cuya mano está pulida de tanto que es cogida en posados fotográficos. En el bellísimo Claustro de los Jerónimos, en el Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém, descansan, ahora ya sí con la fama merecida, los restos de este genial poeta.
Pessoa. Todo arte es una forma de literatura
Fernando Pessoa fue poeta vanguardista y en ello profundiza la muestra del Museo Reina Sofía: "Pessoa. Todo arte es una forma de literatura". El poeta de los heterónimos, que intervino de forma activa en las diferentes propuestas artísticas de la época, es el hilo argumental a través del que se da a conocer la escena vanguardista que se desarrolló en Portugal durante la primera mitad del siglo XX, entre 1914 y 1936.
Para ello la muestra ha reunido más de 160 obras de arte (muchas de ellas, es la primera vez que se ven fuera de Portugal) con artistas como José de Almada Negreiros, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana, Sarah Affonso, Júlio o Sonia y Robert Delaunay. La exposición arranca con el famoso retrato de Pessoa realizado por José de Almada Negreiros, en 1964. La primera sección ("Pessoa y los heterónimos") pone en relación la figura del poeta con el ambiente intelectual de la época. A continuación, la muestra aborda la teoría poética de Pessoa a partir de sus diferentes corrientes –paulismo, interseccionismo y sensacionismo–.
El 29 de noviembre de 1935, en el Hospital de San Luis de los Franceses, en el Barrio Alto de Lisboa, donde el poeta había sido ingresado grave por una cirrosis hepática, escribió en un papel, en inglés: I know not what tomorrow will bring ("No sé lo que el mañana me traerá"). Al día siguiente murió. Sin duda, si hubiera podido ver todo lo que le iba a deparar el mañana, Fernando Pessoa primero, y después todos los heterónimos, habrían sonreído una última vez.