Nelli Palomäki (1981, Finlandia) es una de las fotógrafas más relevantes de la fotografía finlandesa. Se graduó en la Escuela de Arte, Diseño y Arquitectura de la Universidad de Aalto en Helsinki. La Escuela de Helsinki es un proyecto educativo que se promovió después de la crisis económica de 1990. Ha aportado un nuevo enfoque pedagógico en el ámbito de la fotografía con el fin de dar una salida profesional y artística diferente a la existente en aquel momento.
Se pretendía que los estudiantes también estuviesen capacitados para comenzar una carrera artística internacional. La Escuela de Helsinki tiene un enfoque conceptual que une a muchos de los artistas que han pasado por ella, pero también hay otros que enfocan su trabajo en otras especialidades de la fotografía, tales como el retrato, el paisaje, o la fotografía documental. Ha conseguido formar –quizás– a la generación más prometedora de la fotografía finlandesa, que con el apoyo de los museos e instituciones la ha proyectado al exterior.
Me encontré por primera vez con la obra de Nelli Palomäki en una edición de ARCO, aproximadamente a comienzos de esta década. La Taik Gallery Persons tenía un pequeño estand en la feria y allí estaban sus retratos. Me impactaron a simple vista y recuerdo que me pareció de lo mejor de la feria, que en aquel momento estaba inundada por aburridos imitadores de la Escuela de Düsseldorf.
Los retratos de esta joven artista estaban hechos sobre fondo negro, situando la cabeza del personaje ligeramente por encima del centro geométrico del formato cuadrado original del 6 x 6 cm. En contraposición a grandes autores tales como Richard Avedon o David Bailey, que empleaban un fondo blanco, ella usaba un fondo negro que acentuaba el misterio que transmitía el personaje.
Los retratados parecen una península rodeada por el fondo negro que los proyecta hacía el espectador. Capta magistralmente el gesto y la mirada, nadie sonríe en las fotografías de Palomäki. Sus retratos de niños confunden al espectador; aparentan más edad que la que realmente tienen y todo esto los envuelve en una aureola de misterio.
Su serie Shared es un trabajo sobre los hermanos. Esa relación especial que se produce entre ellos y que quizás es la más duradera de nuestra vida. Este trabajo se aleja del fondo negro y nos los presenta también en diferentes localizaciones. Para el espectador no es fácil interpretar la escena y la relación que puedan mantener entre ellos. Maneja magistralmente la puesta en escena, la pose, la mirada y los gestos de los personajes que fotografía.
Nelli Palomäki nos habla de Shared en los siguientes términos: “Las fotografías que se muestran aquí exploran la hermandad mediante el retrato. Muestran la cercanía física entre hermanos y al mismo tiempo subrayan lo incómodo de estar tan cerca de alguien. Al mirar a los hermanos, no solo estamos buscando la semejanza, sino también estudiando sus diferencias y observando las relaciones de poder en el retrato. La unidad en las fotografías se basa en gestos simples como sostener, agarrar o inclinarse en silencio hacia otro. Las formas particularmente diferentes de tocar al otro se han convertido en una parte crucial del trabajo. Es cautivador observar cómo algunos de los hermanos se unen mientras son retratados, mientras que otros están sufriendo por estar tan cerca el uno del otro.”
Como no puede ser de otra manera Nelli Palomäki afirma: “(..) que ella se proyecta a través de sus retratos en los cuales también transmite sus obsesiones, inquietudes y misterios“. No es casual la estética que un fotógrafo utiliza para captar en un instante la mirada del otro, porque la relación entre luces y sombras nos define.
Una mirada y un gesto en un retrato, no significa nada más que lo que vemos, no podemos saber mucho más acerca del sujeto que lo que nos muestra. No captamos el alma de nadie; es una relación de poder en la cual a veces se confluye y otras veces no. El retrato es el súmmum de la puesta en escena y generalmente muchos artistas no dejan nada al azar.
Nelli Palomäki maneja la herramienta, la conoce bien, usa la escasa profundidad de campo para lanzar al personaje contra el espectador, lo aísla de esos fondos que no aportan nada a la lectura de la imagen final. Nos encontramos frente a una retratista que tiene la facilidad de cautivarnos inmediatamente con sus imágenes.