En el año 1997, un historiador —si es que se le puede llamar así— británico de nombre David Irving tuvo la idea de demandar por difamación a la profesora de Historia Deborah Lipstad. Irving, un negacionista, aseguraba que el Holocausto judío no había sucedido, y Lipstadt le citó en un libro como un falso, y peligroso, historiador precisamente por ello, encontrándose sorprendentemente con dicha demanda. El juicio fue histórico, y Steven Spielberg llegó a financiar parte de la defensa.
En dicho juicio, y debido al sistema judicial británico, se tuvo que demostrar que el Holocausto había sucedido, y hubo que hacerlo sin que Lipstadt pronunciase una sola palabra, dejando en manos de sus abogados la forma de hacerlo, ya que Irving quería convertir la causa en todo un espectáculo. Todo esto se recoge en el libro de Lipstadt, que David Hare ha adaptado para el cine, y Mick Jackson se ha encargado de poner en imágenes.
‘Negación’ significa un retorno a un tipo de cine, el de juicios, que tuvo sus épocas —buena parte de las décadas de los cuarenta, ochenta y noventa son prolíficas en este tipo de películas—, aquí con un tema tan espinoso como el del Holocausto judío. Pero Jackson, un director que suele hacerse cargo de materiales interesantes a los que no saca provecho, no es el director adecuado. Salvo un par de secuencias, lo más llamativo de ‘Negación’ reside en el hecho real.
Que haya tenido que celebrarse un juicio en el que debió demostrarse que el Holocausto judío sucedió, es algo que nos define muy negativamente como especie, el término “ser humano” nos queda grande. Pero en un mundo muy mediatizado gracias a las terribles redes sociales, donde todos campamos a nuestras anchas buscando únicamente un espejo de nosotros mismos sin tener la capacidad de reflexionar y sobre todo escuchar, hay que decir que ‘Negación’ llega en el momento justo.
No todo es debatible
En una época en la que la falacia “todo es debatible” se extiende, o el término “libertad de expresión” es prostituido hasta límites insospechados, ‘Negación’ pone sobre la mesa una cuestión primordial. En el momento en el que un periodista le dice a Lipstadt que se ha negado a debatir con alguien que simplemente opina diferente, la profesora —por cierto, excepcional Rachel Weisz— le dice que no, que se puede debatir sobre el Holocausto al respecto del mismo y lo acaecido entonces, pero no con alguien que lo niega.
Esta obvia y maravillosa reflexión —que corre el peligro de ser extrapolada y tergiversada por todo aquel que cree tener derecho a opinar sin conocimiento— es de lo mejor de una película que por otro lado no tiene demasiada fuerza a pesar del tema. Jackson no es capaz de pasar de la corrección, aunque ofrece un par de secuencias magníficas, caso de la visita al campo de Auschwitz —filmado en dicha localización— en el que el personaje de Tom Wilkinson —también magnífico— se distancia emocionalmente para poder presentar una buena defensa.
Lamentablemente la película también peca de tendenciosa a la hora de presentar a alguien como Irving —entregado Timothy Spall—, cuya curva dramática simplemente no existe y su dibujo es monocorde. Tal vez el guionista no haya disfrutado escribiendo sobre alguien que aún a día de hoy propaga su estupidez por el mundo adelante. El propio historiador manifestó su disgusto con la película. Lógico, queda como lo que probablemente es: un idiota.