Sin duda lo mas atractivo de ‘Musa’ es el mismo elemento del que parten todos sus problemas. Su devocion y entrega, como el poeta arrobado a los pies de su musa, por el fantástico clásico, por el horror tradicional y con un punto podríamos decir que hasta rancio. Por supuesto, nada más lejos (nada mas opuesto, de hecho) de mi percepción del cine fantástico que decir que antiguo equivale a anticuado, y que clasico es sinónimo de anquilosado.
Pero lo cierto es que los modos tradicionales, afectados, que trabajan más la atmósfera que el pasmo repentino y más los monstruos de raiz gótica que el posmoderno zombi, tienen sus trampas y sus peligros. Y Balagueró, tan arrobado por los cantos de sirena del horror tradicional como ese poeta lo está por los de su musa, cae en muchos de ellos. ‘Musa’ confunde la caligrafía tranquila y atmosférica, quedamente perversa, de James Whale o Terence Fisher, con cierto anquilosamiento formal.
‘Musa’ se inspira en ‘La dama número trece’ de José Carlos Somoza, una novela por la que Jaume Balagueró ha expresado su devoción en numerosas ocasiones. Cabría pensar que ‘Musa’ sería una adaptación personal y que trataría con mimo el material original, y de hecho lo hace, pero con la penitencia de enfundarse una camisa de fuerza que restringe el indiscutible poderío visual y la perversidad temática de la que es capaz el director.
Es decir: en sus peores momentos, ‘Musa’ recupera los pasajes de thriller místico menos inspirados de la novela; en los mejores, parece una versión amortiguada y sin energía del estilo del director. Porque en ‘Musa’ se detectan constantes rasgos de autor del co-director de ‘[Rec]’, no es como aquella derivativa y casi impersonal ‘[REC] 4: Apocalipsis’. Pero la mayor parte del tiempo, son insuficientes para crear una atmósfera de terror competente.
Siete inspiradoras malignas
‘Musa’ cuenta la historia de un profesor universitario irlandés, Samuel (Elliot Cowan), que mantiene una relación secreta con una de sus alumnas, Beatriz (Manuela Vellés). Tras el misterioso suicidio de esta, el profesor comienza a tener pesadillas en las que asiste a un asesinato ritual en una mansión. Junto a otra chica de sueños similares (Ana Ularu), descubre la existencia de siete musas mnaléficas que llevan inspirando la historia de la literatura desde el principio de los tiempos y que tienen un plan para entrar en nuestro mundo.
La película atesora ideas estupendas en su seno, si bien ninguna especialmente original: la sociedad secreta que venera a las musas, el plan de éstas para entrar en nuestras vidas a través del arte, la identidad inesperada de algún personaje… Y cuando Balagueró las plasma con gusto y estilo propio, ‘Musa’ funciona: las ocasionales e inesperadas explosiones de violencia inicial, o algún plano entre onírico y demente en torno a las musas en el tramo final.
Pero del mismo modo, Balagueró parece amarrado a formas de rodar y plantear la historia que ya no resultan efectivas. Si Paco Plaza en ‘Verónica’ usaba una ambientación convenientemente anticuada, y que guiñaba el ojo a sus propios inicios, con esa aún inocente España marcada por los Héroes del Silencio, Balagueró parece atascado aún en las formas de ‘Los sin nombre’. Pero donde Plaza usaba ese pasado para reflexionar y reinventarse, en el caso de Balagueró parece más bien un caso de pereza creativa.
La estética de ‘Musa’ está completamente anclada en la Filmax de los noventa, y aunque Balagueró posee un indiscutible gusto para lo macabro, es inevitable, en términos de fotografía, montaje y planificación de la aparición de los monstruos, que vengan al recuerdo películas terribles como ‘La monja’. La casa abandonada, los macabros secundarios, la horrenda discoteca que hace pensar que Balagueró no ha salido de casa desde 1991… todo es refrito, y no precisamente de la cara más inspirada del director.
El problema es cuando ese estar anclado en formas de hacer cine de terror que no funciona afectan al agumento. Buena parte del desarrollo está en formato de investigación policiaca, pero ‘Musa’ abraza tópicos como la caja de cerillas con mapa y teléfono de dueño incluido para que los detectives no se pierdan. Así de perezosa transcurre ‘Musa’, igual de rígida en todo a lo que respecta a los personajes: el erotismo es rancio, el papel de los personajes femeninos decididamente desfasado, las musas tienen una estética y un trasfondo que no huele a clásico, sino a anacrónico.
El papel de Balagueró en la historia de nuestro género es indiscutible, y por eso duele verle atascado en historias y estéticas que le impiden evolucionar. Balagueró fue un tiempo sinónimo de cine de terror radical y muy nuestro, un puesto que Paco Plaza ha conseguido reconquistar en solitario y por méritos propios. ‘Musa’ es decepcionante, pero no nos hace perder la esperanza: Jaume Balagueró puede y debe volver al horror oscuro y perverso que en su día cambió el cine de terror español
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‘Musa’ resume muchos de los problemas del cine de Jaume Balagueró
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Espinof
por
John Tones
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