En la naturaleza, es común que los machos afronten una durísima competencia a la hora de aparearse, razón por la cual algunos individuos de determinadas especies han desarrollado estratagemas de lo más sorprendentes. Para muestra, el caso del combatiente, un ave cuyos machos presentan hasta tres aspectos distintos.
La mayoría son machos territoriales que lucen un plumaje espectacular , gracias al cual ligan de lo más cuando realizan los paseos exhibitorios en los territorios donde se libran las batallas amorosas, los denominados leks.
Otro grupo más reducido es el de los machos satélite, menos vistosos, que rondan los leks en plan "yo en realidad no estoy aquí", esperando pillar alguna hembra que haya quedado "por colocar".
Y en tercer lugar hay un porcentaje mínimo de combatientes que, curiosamente, lucen aspecto de hembra, aunque su tamaño es algo superior.
Estos machos "travestidos" arramblan furtivamente con las hembras a la menor ocasión. Ellas se deben de quedar de una pieza en un primer momento. Aunque si por una causalidad bajan la vista hacia la entrepierna de su insólito partenaire durante la contienda, las dudas acerca del género se disiparán en un santiamén: sus testículos son 2,5 veces mayores que los de los machos dominantes.
Pero no todos se percatan de ese pequeño detalle; de hecho, algunos machos satélite intentan montarlos de vez en cuando. Todo un lío sexual ornitológico que los combatientes afrontan, como no podía ser de otra manera, con toda naturalidad.