La última campaña de Nike ha puesto definitivamente en el «candelabro» a las Marcas Activistas y sus campañas, pero… ¿qué es y de donde vienen las Marcas Activistas?
El activismo de las marcas no es más que la evolución lógica de aquellas marcas que, una vez han integrado políticas de RSC en su estrategia de negocio, deciden dar un paso más en su compromiso social.
La gran evolución radica en que mientras que la RSC pretende generar un impacto positivo derivado de la propia actividad de la compañía, el activismo se centra en impulsar un cambio, transformación y/o mejora de la sociedad tomando partido abierta y públicamente frente a controversias sociales, económicas, políticas y ambientales de gran relieve y que van más allá de la actividad de la propia compañía, todo ello usando y dando sentido al poder de influencia de las propias marcas.
Un activismo de marca que se da en un momento en el como revelan varios estudios, los ciudadanos recelan cada vez más de la capacidad y voluntad de gobiernos e instituciones políticas y confían en que sean las marcas las que al final desempeñen un rol importante a la hora de mejorar nuestra sociedad. En otras palabras, que sean las marcas las que, gracias a sus capacidades y poder de influencia, se conviertan en agentes activos de cambio y reflexión para impulsar una sociedad mejor y más justa.
Cada vez es más común ver a marcas tomando partido sobre temas políticos y/o sociales candentes como la igualdad, inmigración, racismo, medioambiente, refugiados o incluso decisiones políticas tomadas por gobiernos elegidos por el propio pueblo.
Y no estamos hablando de marcas cualquiera sino de auténticos referentes como Starbucks, Levi’s, Nike, Ben&Jerry’s, Body Shop, Patagonia o Campofrío a nivel nacional, por no citar a Bennetton, quizás la primera marca que propuso una estrategia centrada en remover conciencias.
Marcas que a sabiendas de que su activismo es una decisión de elevado riesgo (tomar una postura frente a un tema de controversia puede no gustar a muchas personas, generar rechazo e incluso boicot), siguen apostando por este tipo de acciones como palanca para conectar mejor con el consumidor, personas y sociedad, generar engagement, relevancia, notoriedad y como no, resultados positivos para la propia marca, por que no nos engañemos, el activismo, la RSC y/o el deseo de cambio y mejora social debe ir de la mano de la estrategia de negocio y obtención de resultados positivos para ésta. Se trata pues de conceptos complementarios, nunca independientes.
Así pues, tomar partido en temas relevantes se ha convertido en una forma efectiva y eficaz para las empresas de involucrarse socialmente y obtener la aprobación de su público. Pero el activismo de marcas no debe quedarse sólo en palabras sino que debe mostrarse a través de hechos y acciones.
Quizás este tipo de campañas, movimientos y movilizaciones ayuden a despertar y remover conciencias, pero si realmente deseamos actuar, cambiar y mejorar nuestra sociedad, ¿por qué no hacerlo desde la educación?
Como ya apuntaba Nelson Mandela, «la educación es la palanca (mejor que arma) más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo». Y es que la educación es el gran motor del desarrollo personal y social. Un eje de transformación cognitiva, comportamental y emocional. Una herramienta para generar conciencia crítica sobre la realidad mundial, promover una ciudadanía consciente, comprometida, activa y movilizada hacia el desarrollo positivo y bien común. Un pilar fundamental sobre el que sustentar el futuro de nuestros jóvenes, nuestra sociedad y nuestro planeta.
Todo apunta pues a que la educación se postula como el próximo paso lógico para aquellas marcas activistas que apuesten y deseen cambiar y mejorar nuestro mundo como parte de su estrategia de negocio y compromiso social. Tan sólo falta ver como ligar y vincular este tipo de acciones educativas a la estrategia y resultados de negocio, y os garantizo que eso no es tan difícil…