El cine de acción oriental ha funcionado siempre, para el aficionado a la violencia coreografiada en pantalla, como un oasis de estética y honestidad inimitables. Frente al cine de acción occidental, a veces demasiado politizado, a veces demasiado atento a la explosión inofensiva a la lejanía, a veces demasiado mal rodado, montado y coreografiado, la acción oriental plantea la paradoja definitiva: violencia extrema, belleza suprema.
No hay cine de acción más cuidadoso en la estética que el oriental: los clásicos de samuráis y la épica yakuza japonesa; el kung fu dinástico y los demoledores stunts del cine de Hong Kong; y en los últimos años, el cine hindú, tailandés y, finalmente, indonesio, que toma el relevo. Y a la vez, y frente a tanto exceso visual, no hay acción más excesiva: los surtidores de sangre, las masacres de John Woo, las increíbles somantas de palos de ‘The Raid’.
Tras el semi-bluff que supuso la pequeña explosión de cine tailandés hace una década con ese globo que se desinfló demasiado rápido llamado Tony Jaa -al que muchos saludaron como el nuevo Bruce Lee-, Indonesia parece reinar en la acción oriental moderna gracias a ‘The Raid’ y secuela. Y justo en un momento en el que el cine occidental de género se reinventa por la vía del exceso lindando con lo superheroico de ‘Fast & Furious’ y derivados.
Sin embargo, el nexo que une aquel bombazo de la acción extrema y excesiva que fue ‘The Raid’ y esta ‘Headshot’ que nos llega vía Netflix, va mas alla de la coincidencia geográfica y un protagonista común, Iko Uwais. También las une el hecho de que The Mo Brothers, seudonimo comun de los directores de ‘Headshot’ -Kimo Stamboel y Timo Tjahjanto- han colaborado anteriormente con Gareth Evans, director de las dos entregas de ‘The Raid’.
Evans codirigió con Tjahjanto uno de los fragmentos de la excelente pelicula de episodios ‘V/H/S 2’, sin duda la mejor de la saga. Se titulaba ‘Safe Haven’ y era un frenético, delirante y sangriento descenso a las tripas de una oscura secta, y contiene el frenesi visual de ‘The Raid’ y ‘Headshot’, pero en clave terrorifica. De hecho, The Mo Brothers no son ajenos al género: su primera película juntos, ‘Macabre’ es una curiosa reformulación de ‘La matanza de Texas’.
Su otra película como dúo, ‘Killers’, bebe algo más de los thrillers de argumento enrevesado procedentes de Corea del Sur, pero sin perder del todo la devoción de los directores por lo morboso. Todo ello confluye en ‘Headshot’, una película que aunque tiene argumento de thriller al uso, posee una curiosa fijación por el dolor físico y la corporeidad desgarrada, algo más propio de la gramática del cine de terror más violento.
La máquina de matar amnésica
En ‘Headshot’, nuestro protagonista es un joven (Uwais) que es encontrado en coma en una playa con un tiro en la cabeza al que ha sobrevivido de milagro. La chica que se encarga de cuidarlo (Chelsea Islan) incluso lo bautiza como Ishmael en homenaje a ‘Moby Dick’, sin saber que en realidad forma parte de una peculiar familia de asesinos que quieren finiquitar su eliminación. Su único error: raptar a la amiga de ese chico enigmático e inofensivo .
Aunque las anteriores películas de los Mo Brothers no estaban tan escoradas hacia la acción bombástica, hay elementos que se repiten. Quizás el más peculiar sea el de la familia desestructurada: ‘Headshot’ traza peculiares nexos de unión con ‘Macabre’, protagonizada por una familia disfuncional y caníbal. Aquí esa familia es de las que permanecen unidas porque matan unidas.
Aún así ese tema, o el origen del protagonista, su amnesia o su relación con la chica son simples resortes de guión, a veces expuestos a machetazos, a veces tirando de las convenciones que todos conocemos (la máquina de matar que solo necesita un clic para ser activada, con letales resultados), con el fin de no distanciarnos demasiado de lo que realmente importa aquí. Secuencias de acción absolutamente demoledoras.
Los Mo Brothers no tienen la pericia visual de Gareth Edwards, que no solo rueda y monta con una intuición y naturalidad magistrales, sino que posee además algo importantísimo en un director de cine de artes marciales: una visión del espacio clara y que transmite al espectador de forma natural, intuitiva e innovadora. En ‘Headshot’ las secuencias no tienen esa transparencia que ha encumbrado a las dos ‘The Raid’ al éxito internacional.
Pero los Mo Brothers lo compensan con una brutalidad fuera de toda duda. Cada golpe de ‘Headshot’ impacta en el espectador tanto como en los luchadores. A Gareth Edwards le gustan los combates desequilibrados, de multitudes enfrentándose a un solo luchador, porque tiende al espectáculo; los Mo Brothers prefieren combates más equitativos, pero más largos, sádicos y que culminan con ejecuciones de tebeo ultraviolento.
‘Headshot’ carece del estilo único, en lo visual y en la planificación, de ‘The Raid’, y quien espere un ‘The Raid 3’ -más allá del protagonista común-, sufrirá una pequeña desilusión. Pero comparte con ellas esa estructura casi de videojuego, de «llega de A a B liquidando a la mayor cantidad posible de personas» que tan bien ha funcionado siempre en el cine de artes marciales, desde que Bruce Lee lo convirtiera en canon en ‘Juego con la muerte’.
‘Headshot’ puede que no sea una nueva revolución del género, pero sí que es una contundente apuesta por un cine que no tiene por qué restringirse al espectáculo con exceso de lustre y de CGI. Y, por supuesto, es una oportunidad perfecta para seguir adentrándose en el más fascinante y violento cine de acción indonesio.
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‘Headshot’: el cine de acción de Indonesia sigue demostrando por qué es el más duro del mundo
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John Tones
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